El talentoso Sr. Goodman - Revista ED

El talentoso Sr. Goodman

Por mas de siete décadas, el norteamericano Jeremiah Goodman ha retratado las casas de los ricos y famosos, incluyendo la de Greta Garbo en Nueva York y el estudio de Picasso en Vallauris. Lo suyo no son las fotos, sino la ilustración de interiores, un talento que descubrió siendo muy chico y que le ha valido un merecido reconocimiento internacional.

A Jeremiah Goodman no se le pasa por la cabeza retirarse. Tiene 92 años y lleva décadas haciendo lo mismo, pero no se cansa ni se aburre. Pintar es para él una pasión que además de sacarlo de la pobreza y permitirle ver la vida desde el otro lado de la vereda, ha llenado su alma.

Tiene una capacidad de observación impresionante y qué decir de su memoria: todo queda registrado en su mente como si fuera una foto, pero él no la reproduce tal cual. Su gran acierto ha sido la habilidad para captar el ambiente de cada espacio, de cada interior, y traspasarlo al papel: al ver sus ilustraciones, uno puede percibir la atmósfera del lugar, la emoción, el encanto.

Goodman, quien firma sus trabajos simplemente como Jeremiah, desarrolló un interés por la pintura desde muy chico. Desde su casa en Nueva York cuenta a ED que todavía recuerda cuando su mamá lo llamaba para que la ayudara a lavar los platos o poner la mesa. El contestaba: “¡No puedo, estoy pintando!” Hijo de inmigrantes ruso polacos, su padre era carnicero, pero la crisis de las minas de carbón lo llevaron a la quiebra; la pobreza lo obligó a trasladarse junto a su familia a distintas ciudades, hasta que se instaló definitivamente en Buffalo. Jeremiah tenía 9 años y ya mostraba sus cualidades, por lo que más adelante entró a una escuela secundaria especializada en arte. “Había no menos de cinco profesores, todos de primera clase. Una de ellas, Elizabeth Weiffenbach, descendiente de alemanes, hizo algo tan adelantado para la época, incluso para hoy: al partir el año nos preguntó qué queríamos hacer en el futuro. Yo dije que quería diseñar escenografías para Hollywood. Después de eso, me permitieron hacer todos mis proyectos con eso en mente. Si el trabajo tenía que ver con Escocia, yo diseñaría los sets para Macbeth”.

A los 18 años partió a probar suerte a Nueva York. Estudió en el Franklin School of Professional Art y luego en Parsons School of Design, donde empezó a fascinarse con la ilustración de interiores. “Por alguna razón, siempre pensé que sobreviviría a todas las dificultades que tuviera en el camino, como conseguir un trabajo, que era muy difícil en ese tiempo”, relató a la revista Acne Paper.

“Muchas veces la gente me decía ‘No te molestes en ir, no están contratando gente’, o ‘No eres el tipo de persona que están buscando’. Incluso me dijeron ‘No contratan judíos’. Pero yo sentía que en algún momento algo maravilloso me iba a pasar”. Y pasó. A fines de los 40 conoció al actor británico John Gielgud, quien lo invitó a Inglaterra, un viaje que abrió muchas puertas para él… literalmente: “Gracias a John tuve acceso a las casas más increíbles”.

Ya de vuelta en Nueva York, conoció a Harry Rodman, director de arte de la tienda por departamentos Lord & Taylor, quien lo puso a cargo de la publicidad de la tienda. En esa época, la ilustración era todavía parte importante del mundo del avisaje; estuvo 35 años con ellos. Luego, y en paralelo, vino la revista Interior Design, para la cual ilustró las portadas por 15 años, además de hacer trabajos para Vogue, Harper’s Bazaar, The New York Times y House & Garden.

Su carrera fue en ascenso, se codeó con la aristocracia y entró en sus casas. Greta Garbo, Wallis Simpson, Picasso, y más adelante Carolina Herrera, Diana Vreeland y Ronald Reagan… los espacios más íntimos de los tops de tops fueron retratados por este hombre de origen humilde que supo hacerse un lugar en el mundo gracias a una voluntad y una fe a prueba de todo. Sólo una casa le quedó por retratar: la de Millicent Rogers, una socialité e icono de la moda que además fue una gran coleccionista de arte. “Ella realmente le pertenecía a sus ambientes. Todo era una extensión de ella”.

En 2011 se publicó el libro Jeremiah: A romantic vision, una selección de sus trabajos. Verlos de cerca permite apreciar su capacidad para captar y recrear los detalles: la textura de los géneros, el brillo de un candelabro, el trabajo de marquetería detrás de una mesa… Pero como él mismo dice, lo que le importa no es tanto lo evidente sino las sensaciones que transmite un lugar. Y como sigue muy activo, actualmente prepara una retrospectiva de su trabajo para el American Museum en Bath, Inglaterra; un proyecto que lo tiene muy entusiasmado porque fue ahí donde su interés por los interiores se convirtió en vocación.

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