La casa de la buganvilia

Cuando la dueña vio esta casa de los años 60 se dio cuenta que tenia potencial y la enorme planta que rodea el muro fue la señal definitiva para decir «si, acá me quedo». La compró y con un par de remodelaciones logro que el lugar se llenara de luz.

 

Una puerta calipso da la bienvenida a esta casa en el corazón de Vitacura. Está en una zona transitada, pero por dentro parece un oasis. Su dueña decidió transformar el patio en una terraza y para compensar la falta de jardín, hizo una jardinera que funciona como un cerco de plantas que la hacen sentir como si estuviera en una casa arriba de un árbol, aislada de todo el resto.

De hecho, la casa misma tiene una casita de muñecas en altura bien sesentera que siempre estuvo en el patio de atrás. La construcción es de las típicas de esa década, pero la dueña tuvo que hacer varios cambios para dejarla como la vemos. Partió renovando el sistema eléctrico y de calefacción y también cambió las ventanas para dejar entrar más luz. Amplió el living y puso una puerta corredera para separar la cocina del comedor, lo que le dio un look más relajado a este espacio. En un rincón del living puso la televisión de una forma tan sutil, que pasa casi desapercibida. Así, en el primer piso, donde hay también una sala de estar y un baño, es donde la familia pasa más tiempo. Acá la dueña de casa trabaja, los niños hacen las tareas y pasan las tardes juntos. Es de esos living que no son de adorno, sino en donde se puede estar.

A ella siempre le ha gustado la estética, cree que lo heredó de su mamá. Cuando hizo la remodelación y finalmente se instaló el 2009, se puso como meta que su casa fuera sobre todo vivible. “Me gustan las cosas lindas, pero no estiradas. Todo es usable, de partida los sofás tienen fundas”, cuenta. Ella colaboró en la ED varios años también, eso la hizo afinar el ojo, agarrar training y desarrollar ideas. Y así, logró armar este lugar. Los muebles son casi todos heredados y lo que ha comprado ella es más bien funcional. Pero más que las cosas, le interesan los espacios. Por eso lo primero que hizo fue cambiar las ventanas, para así ver qué luz tenía y eligió los colores y dónde poner cada mueble y cuadro. En el comedor hizo una estantería donde puso todos sus libros; y en el living enfrentó dos sofás en un lado; mientras hizo una mini sala de estar en el otro.

Para su familia es un refugio íntimo. No hacen grandes comidas, pero invitan a sus amigos más cercanos y familia. Es parte de su estilo, son relajados. El ajetreo de la semana es como el de cualquier casa, pero los fines de semana hacen varios panoramas: ven películas o salen a comprar en bicicleta para después cocinar algo rico todos juntos. Siempre quisieron vivir en este barrio. Aunque la dueña de casa se crió en El Golf y su primera tendencia fue arrendar algo por ese sector, se dio cuenta que su día a día lo hacía en Vitacura y que a la vez este barrio tenía más vida. En la semana se mueve todo el día y los fines de semana en la plaza que tiene a menos de una cuadra se juntan scouts, se celebran cumpleaños y los niños salen a jugar.

Antiguamente, me cuenta, a las casas les ponían nombre. La de sus abuelos en Villa Alemana se llamaba Villa del Sol. Y cuando se pregunta qué nombre le pondría a esta llega a La Casa de la Buganvilia. Es que cuando la vio por primera vez se dio cuenta que tenía potencial, miró la planta que rodea el muro y fue una señal, decidió que acá se quedaría. Este es su lugar definitivo.

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