Vivir para contarlo

*Publicada originalmente en febrero de 2017.

Una fachada imponente y un jardín que promete esplendor, rompen la monotonía del campo chileno y nos lleva a un viaje por el tiempo y el espacio, con unos anfitriones para nada etiquetados.

Tiene algo de verdad eso de que los opuestos se atraen. Lo vemos en la vida diaria, es una ley en la decoración, y el factor decisivo de este proyecto. Porque esta casa, magnífica desde cualquier ángulo, conjuga el contraste y esencia de sus dueños. El resultado es impactante y reviste un terreno que pintaba para cultivo.
Con determinación y ni una pizca de “deber ser”, decidieron levantar una casa que reafirma que los opuestos pueden ser un equipo genial.

Querían una construcción de estilo en la mitad del campo chileno, y lo que tenían en mente fue sobrepasado por la realidad. Imponente, es como si una parte de la campiña francesa se ensamblara a la perfección con nuestra geografía.

Aquí hubo intuición y pasión. Apenas se enteraron por el diario de esas tierras partieron a verlas. A él sólo le bastó detenerse ahí, en medio de unas verdes lomas y el río Claro corriendo frente a sus ojos, para decidirse.

Limpiaron la tierra y dejaron los árboles nativos intactos. Los nogales, que ya van en su tercera temporada, se alinean perfectamente a un costado de la casa. Una construcción de grandes dimensiones, levantada en piedra basalto y madera, parece llevar a otro mundo, junto a una vista que deja sin palabras a quien tiene la suerte de recibir una invitación.

El río es protagonista indiscutido. Éste definió la ubicación de la casa y se le ve y oye desde cualquier ángulo. Imposible obviar su importancia en este proyecto, un absoluto desafío para su arquitecto, Iván Vial. Reconocido por sus construcciones contemporáneas, decidió estudiar a los grandes de la historia para interpretar la tarea requerida, y se llevó más de un crédito. Suya fue la idea de recubrirla con piedra tipo adoquín trabajada por canteros provenientes de La Ligua y Zapallar; él propuso también el juego con la simetría. “Por fuera, esta casa es como un espejo, pero la gracia es que por dentro no, de hecho la fuimos armando según las necesidades”, comenta.

Orientada hacia el norte, cada extremo está unido por un pasillo y ventanas con postigos en tonos jacinto. “Al momento de diseñar, me acordé de las viñas, de mi infancia en las casas antiguas de balneario… en la memoria hay muchos elementos que utilicé en este proyecto… el papel en la mitad del muro, las puertas altas y delgadas, los techos en altura”.

Hay algo de esa intimidad en su interior. Además del buen gusto y la nobleza de los materiales usados, además de la decoración espectacular, hay una encantadora calidez. Vial asegura que esta construcción es totalmente diferente por adelante que por atrás. De hecho la pendiente también fue aprovechada en la construcción del quincho, uno de los lugares favoritos de sus dueños.

De proporciones “muy agradables”, cada espacio promete. Lo más bonito se fusiona de manera orgánica, en una coherente disposición de muebles reciclados o comprados en el Parque de los Reyes, en la tienda Orgánica, en Mandarino o La Canel. Con la asesoría de la decoradora Alejandra Vicuña, esta casa no da etiqueta; desde que uno cruza la imponente puerta negra diseñada por Cristián Donoso, y es bienvenido por un luminoso zaguán, se tiene la certeza de que vendrán días inolvidables.

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