Al otro lado del mundo - Itinerarios Revista ED

Al otro lado del mundo

Viajamos a dos de las ciudades más fascinantes, Doha y Bangkok, y nos maravillamos con una cultura diferente, una arquitectura espectacular y toda la elegancia que uno jamás podría imaginar.

Es imposible no sentir expectación ante un viaje tan espectacular como el que estoy a punto de comenzar. Y lo haré a bordo de Qatar Airways, una compañía aérea de lujo, que además de “Aerolínea del Año” ha recibido la distinción “Five Star”. Esta es la misma que nos conecta en forma directa con lugares tan exóticos como Bangkok, Beijing, Guangzhou, Hong Kong, Dubai, Jakarta, Kuala Lumpur, Riyadh, Seúl, Shangai o Singapur. La verdad es que basta partir para entender el por qué de tanto premio. De partida, y respetando el horario de origen o destino, las ventanas están siempre abajo para que uno pueda dormir. Luego, a uno le pasan un pijama y le arman una cama en el asiento como si nada. No hay jet lags ni incomodidades… dormí tan bien o mejor que en mi propia casa.

El primer destino fue Doha, la capital de Qatar. A diferencia de esos vuelos que normalmente duran días, partimos en Buenos Aires, luego a Sao Paulo y de ahí directo a esta ciudad; llegamos en trece horas. Este es uno de los tres países con mayor renta per cápita según el Banco Mundial, junto con Luxemburgo y Noruega, un lugar lleno de arquitectura vanguardista, cultura y ese lujo que no sorprende en un territorio donde el petróleo está a manos llenas. Otra cosa es el recién estrenado aeropuerto internacional Hamad, no he visto ninguno tan impresionante como éste. Está sobre el mar del Golfo Pérsico y es hasta ahora su edificio más grande, con un serpenteante techo que asemeja las olas, infinitas tiendas de marcas de lujo, una mezquita y dos hoteles en su interior.

Dos limosinas Rolls Royce nos trasladaron al Hotel St. Regis por medio de esta ciudad que minuto a minuto me impresionaba más. Sus imponentes rascacielos iluminados con luces de diferentes colores no dejan de sorprender. Parecía Nueva York. Buena parte de ellos están en el centro financiero y tienen la firma de famosísimos arquitectos. Sólo por nombrar algunos: el francés Jean Nouvel hizo el Doha Office Tower y toda su piel con un patrón mashrabiyya (filigrana metálico típico de las construcciones islámicas); y los alemanes SIAT estuvieron detrás de la Torre Tornado, de forma convexa e hiperboloide que gira de la misma manera que un torbellino, perfectamente iluminado en un azul Klein. En los próximos años, vendrá el Sharq Crossing del español Santiago Calatrava, una megaobra de infraestructura que interconectará tres puentes al distrito cultural con el aeropuerto y su centro de negocios. También se terminará el primero de los seis estadios que se están edificando para el Mundial de Fútbol 2022, el Al Wakrah, diseñado por la iraquí-británica Zaha Hadid, quien se inspiró en la forma de los típicos barcos de pesca local. Aunque es una ciudad en construcción, no pareciera, está perfectamente ordenada, sólo se ven las grúas.

Alojé en el Hotel St. Regis… Cuando uno cree que no puedes sentirte más como reina, te topas con algo que te deja aún más atónita. Los desayunos atómicos, con su larga hilera de los más variados platillos; cualquiera que eligiéramos era perfecto. Hasta tenía un butler exclusivo a mi servicio y un menú de almohadas donde podía elegir, a ver cuál me acomodaba mejor… Esto lo encontré demasiado novedoso… ¡sorprendente!

En los días posteriores pude conocer mejor la cultura qatarí. Es claro que su idea de país se asocia a megaproyectos y a invertir en desarrollo turístico, así como también en transformarlo en un polo educacional muy importante. Las más destacadas universidades están presentes. Parte de ello es Katara Village, el distrito cultural de Doha.

Otro lugar que me asombró fue La Perla, una portentosa isla artificial, con ese lujo extremo que se percibe en las tiendas y en los yates de magnates. Claramente es una ciudad moderna, con grandes avenidas y lo que más sorprende es, al igual que sus impresionantes malls, que no se ve mucha gente. La población total es de 2,1 millones (18% son qatarís) y el territorio es apenas 2/3 de Santiago. Pero quizás lo que más me impactó es cómo las mujeres siguen relegadas y a la sombra de los hombres. Por protocolo no pueden hablarles. Me recalcaron que por ningún motivo lo hiciera. Eso se entiende al conocer sus creencias, el culto wahabí, una versión rigorista del Islam sunita que se suavizó recientemente y “permitió” la construcción de una catedral católica hace poco. Como visitante hay que vestirse “modestamente”, a modo de cortesía hacia los qataríes y musulmanes. Los trajes de baño sólo se permiten en los hoteles. Uno se tiene que tapar los hombros y parte de los brazos, y todas las faldas y pantalones deben caer debajo de la rodilla. Cuando visitamos el Museo de Arte Islámico, en la bahía de Doha, a quienes no cumplieron con esa regla les pasaron pareos para cubrirse las piernas.

El viaje por Qatar terminó explorando su desierto. Junto con Namibia, es el único país en el cual las dunas se topan con el mar. El rally, en jeep o moto, es alucinante. El tiempo fue ideal, con temperaturas exquisitas. Ya de vuelta a la ciudad, impacta nuevamente cómo de la nada y en medio de un paisaje que es pura arena, surgen los impresionantes rascacielos.

Tierra Sudasiática

En Bangkok seguí con esta experiencia de viaje cinco estrellas, y por lo tanto la invitación era a quedarnos en el hotel W, en el centro financiero de Sathorn. Como siempre, sorprende la audacia de su decoración, con mucho diseño y con detalles que acercan el W al lugar donde se instala.

Visitamos los templos más importantes, comenzando por el bellísimo Wat Pho, uno que tiene un Buda Reclinado de 46 metros de largo: muy majestuoso, por lejos el que más me gustó. Cuando llegamos era muy temprano por la mañana y encontramos cantando a los monjes budistas en su oración matutina, algo mágico, espiritual y solemne.

Muy cerca está el Palacio Real, que data del siglo XVIII, uno de los más espectaculares del sudeste de Asia. Dentro de él, lo más importante se encuentra en el Wat Phra Kaew: el Buda de Esmeralda tallado en jade en el siglo XV, el más venerado de todos. En este lugar hay un código de vestuario, manga corta y pantalones largos o faldas hasta la rodilla.

El río Chao Phraya, que divide la ciudad, lo recorrí en una clásica barcaza. Conocimos el Museo Royal Barge, donde en el dique de la Marina Real de Tailandia se encuentra el Suphannahong, la embarcación exclusiva para Su Majestad el Rey. Realmente impresionante. Por supuesto no podíamos no ir a la zona declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1991, Ayutthaya, los restos de la capital del Reino de Siam que fue destruida por el ejército birmano en 1767. Su historia deja pensando, tienen tanto que aportar a Occidente.

La comida es un manjar de dioses. Sabrosa, aromática y a veces picante. Cada vez que pides un plato te preguntan si lo quiere slow, normal o high hot. Pedí normal y aun así lo sentí picante. Algunos restoranes que no puedo dejar de recomendar: el Nahm, de comida tailandesa, es el mejor de Asia y uno de los quince mejores del mundo; el SalaRimNahm, donde para llegar nos trasladaron en un elegantísimo ferry, sofisticadamente iluminando, jamás había visto algo así; el Sala Rattankosin, o el Blue Elephant, siguen por la misma línea. El día antes de volver, nos hicieron un tremendo regalo: un masaje tailandés en el Spa Oasis, que resultó ser ma-ra-vi-llo-so. ¡Otra vez wow!

  • El gran Palacio Real de Bangkok (1782) está ubicado en el centro de la ciudad y junto al río Chao Phraya.

  • Panorámica a la ciudad de Doha y al Golfo Pérsico a través de los arcos del Museo de Arte Islámico.

  • El Spa Oasis en Bangkok, donde por dos horas me hicieron un masaje tailandés. Un espejo de agua muestra la flor de loto, siempre presente en la arquitectura tailandesa tradicional.

  • Monjes budistas tailandeses en el interior del Wat Pho, el templo religioso más famoso de Bangkok.

  • Impresionantes los setos con forma de elefantes en los jardines del Palacio Bang Pa-In, en el parque histórico Ayutthaya.

  • La arquitectura tradicional tailandesa es rica en detalles: tejados puntiagudos, tallas, columnas, pagodas, esculturas de budas y figuras mitológicas.

  • En el hotel W de Doha hay una mezcla de patrones islámicos con diseño contemporáneo.

  • El Grand Palace en Bangkok.

  • Muestra del Khon, uno de los bailes tailandeses tradicionales.

  • Patricio Ihnen –nuestro host en hotelería (St. Regis y W)– sobre un elefante.

  • Los coloridos Tuk Tuk, sistema de transporte en Bangkok.

  • El mercado flotante de Bangkok.

  • Camino a Doha a bordo de Qatar Airways, un lujo.

  • La mayor cantidad de tiendas de lujo se concentran en The Pearl, una isla artificial construida el 2012 en Doha.

  • La vista nocturna de la capital de Qatar.

  • Interior del vip en el aeropuerto internacional Hamad, en Doha.

  • La arquitectura del Museo de Arte Islámico fue proyectada por el famoso Ieoh Ming Pei, quien diseñó la pirámide del Museo Louvre en París.

  • El desayuno en el St. Regis Doha.

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