Alta Joyería

Una es periodista y la otra es artista y profesora, pero las dos se maravillaron con la joyería apenas la descubrieron. Hoy día hacen los anillos de compromiso mas lindos y son realmente expertas en el tema. Acá, un vistazo a las dos joyeras jóvenes que no hay que dejar pasar.

 

Sophia Schneider

Ya lo decía Marilyn Monroe hace más de 60 años: Diamonds are a girl’s best friend, mientras seducía al público en la gran producción de Hollywood Los caballeros las prefieren rubias. Y hoy, los diamantes siguen siendo los favoritos de casi todas alrededor del mundo. Bien lo sabe la periodista Sophia Schneider, quien volvió a Chile después de estudiar poco más de dos años en el Gemological Institute of America de Chicago para convertirse en gemóloga. Cientos de horas, libros y guías de estudios y mucho trabajo práctico fueron necesarios para convertirse en una de las pocas expertas en diamantes, piedras preciosas y perlas que hay en Chile.

Pero la pasión de Sophia viene desde mucho antes. Hija de geólogo, para ella las piedras eran cosa de cada día, y un universo fascinante en el que le encantaba meterse. “Siempre me gustaron las piedras. Cuando era chica, de repente mi papá llegaba con un cuarzo gigante y yo juraba que era un diamante… ¡Era impresionante!”, cuenta.

Y aunque desde que tiene memoria las joyas le llamaron la atención, cuando salió del colegio decidió estudiar periodismo. Pero el tema de la joyería siguió ahí, dando vueltas. Mientras estudiaba, y después cuando entró a trabajar, tomó varios cursos de orfebrería de forma paralela. “Empecé a interiorizarme más en el tema, a leer sobre la historia de las joyas, sus inicios, su significado para las diferentes culturas… Me compraba libros de minerales, me hacía listas con los nombres de todas las piedras, sus composiciones y cómo reconocerlas”, cuenta. La pasión de Sofía empezó por las piedras, y eso es lo que la diferencia. “Lo mío es una necesidad de que la piedra se vea linda. Para mí la joya es un accesorio de la piedra y no al revés”, dice.

La idea de estudiar en Estados Unidos la tenía hace mucho rato, porque en Chile no existe formación para convertirse en gemóloga. Así es que apenas surgió la oportunidad de partir, Sophia dijo: “esta es la mía”. En el GIA (Gemological Institute of America) era la única chilena, y una de las pocas latinas. Ahí aprendió de todo: a distinguir diamantes reales, imitaciones y sintéticos; todas las familias de las piedras de colores (el zafiro y el rubí son de la misma familia, por ejemplo); las tendencias; la historia; lo técnico y lo estético; incluso le enseñaron cómo vender. Matea como es, sus libros están enteros marcados, con anotaciones y papelitos que destacan lo más importante. Ahora Sophia es experta.

Además de diseñar joyas –los anillos de compromiso que hace a pedido son un lujo–, Sophia puede emitir certificados de autenticidad no sólo para las joyas que hace ella. “Hay muchas personas que han comprado joyas, pero no están seguras de las características y valor de sus piedras. Poder entregar un certificado profesional, respaldado por mis estudios en el GIA, es una tremenda tranquilidad para quienes lo necesitan”, cuenta.

Y aunque por ahora está feliz trabajando en su oficina, quiere seguir creciendo y ser conocida por la joyería fina: oro blanco y amarillo, platino, diamantes y piedras preciosas son sus aliados, y la paciencia y buen gusto, sus mejores atributos.
En Instagram, @sophiaschneiderb. sophischneider@gmail.com

 

Francisca Vega

En el último piso de la casa de Francisca Vega se esconde su taller, un espacio tranquilo, lleno de cosas lindas. Ahí está la vitrina donde tiene toda su colección de joyas; el escritorio de orfebre donde trabaja, soplete en mano, dando vida a sus creaciones; y el espacio donde recibe a sus clientes, muchos de ellos pololos a punto de convertirse en novios que se acercan por primera vez a este mundo, sin saber mucho qué es lo que quieren.

Mientras estudiaba Arte, y después Pedagogía, Francisca siempre sintió que algo le faltaba. Trabajó en colegios de alto riesgo social y cuando se dio cuenta que estaba dejando de lado la vida de taller, de crear, empezó a tomar cursos de todo lo que se le ocurrió, hasta que aterrizó en uno de orfebrería. “En ese momento no estaba tan de moda y yo no tenía mucha noción de la joyería, pero apenas lo descubrí se me abrió el mundo, como que me hizo un click y fue como si siempre hubiera estado en mí… Quedé loca”, cuenta.

Después del descubrimiento, empezó a comprarse herramientas, a investigar, a tomar cursos y workshops con artistas internacionales, aprendiendo técnicas antiguas y modernas. “Fue un camino largo, pero demasiado satisfactorio”. Y desde hace 7 años que se dedica por completo a la joyería, su pasión.

La historia del arte juega, por supuesto, un papel muy importante en su acercamiento a esta profesión. Ese es su punto de partida. Si ve un retrato clásico, lo primero que le llama la atención son las pequeñas hojas en la corona; lo mismo cuando se enfrenta a cualquier obra. De ellas ha ido rescatando distintas técnicas ancestrales, como la filigrana, e incluso los detalles de la joyería eduardiana. “Con todos esos elementos trato de construir una joya muy personal y única. Es un trabajo muy delicado, con mucho de artesanía”.

Para Francisca, el proceso de diseñar cada joya es lo más interesante, y un trabajo que se preocupa de hacer de la forma más personalizada posible. Ahí, con los novios que llegan en busca del anillo perfecto, saca a relucir todo su lado pedagógico: les enseña los distintos tipos de metales, las piedras, las formas, los estilos… “Quiero que sepan qué es lo que van a comprar y lo entiendan, para que sea más fácil explicarme qué es lo que quieren. Ahí me lleno de ideas y puedo llegar al anillo. Ese proceso creativo es lo más entretenido”. En ese tiempo, mientras hace miles de dibujos, Francisca se transforma en la testigo de un momento crucial en la vida de los novios, y se genera una relación muy de confidente, que es lo que hace que la joya que está creando sea tan especial. Después que el dibujo está aprobado, empieza la elección de las piedras precisas, y recién ahí llega el momento de la construcción del anillo. “Me encanta hacer anillos por eso, por la carga que tiene. Es súper emotivo y eso me gusta mucho. Yo creo que el novio que viene a mí está buscando hacer una joya dedicada, pensada; una pieza que transmita un mensaje muy especial. Es fascinante”, dice.
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