Cuando se cuenta con un lugar excepcional para emplazar una casa, corresponde que aquella casa le haga justicia al entorno que la recibe.
Bajo esa premisa es que el arquitecto Guillermo Acuña diseñó este proyecto, el que fue encargado por una diseñadora que le dio rienda suelta a su creatividad y visión. El lienzo: la ribera norte del río San Pedro, que corre hacia el poniente con un imponente verdor, un poco más abajo del desagüe del lago Riñihue.
«La casa se emplazó sobre el lecho de piedra caliza, y lo más cerca del acantilado que forma el codo del río, en donde las aguas se arremolinan y las truchas nadan corriente arriba», detalla el arquitecto.


La inspiración para este proyecto, que fue construido enteramente en madera y usando la menor superficie posible, vino de los antiguos lodges de pesca, con sus techos en dos aguas y amplios aleros. «Una estructura en arboladura se abre hacia un lucernario en la cumbrera – el que garantiza el sol y la radiación en los meses de invierno – y un cerramiento acristalado a manera de una galería forman el espacio central», explica.
Sin decoración ni artificios, el mobiliario es parte de la obra, apenas mínimo para rendirle honor al entorno. «En un paisaje como este, cualquier objeto se considero un estorbo. Los coigües y hualles, la caliza y el verdor del río son su decoración,» concluye Acuña.










