Desde hace más de ocho años, Claudia Aldea Bascuñán, licenciada en Bellas Artes, encontró en la cerámica el medio perfecto para unir dos pasiones: la pintura y la creación con las manos. Lo que comenzó como un descubrimiento autodidacta, entre pruebas, errores y aprendizajes, se transformó en Aldea Independiente, un proyecto al que se dedica en un 100%, creando piezas que, más allá de su forma, transmiten una emoción.
El proceso creativo de Claudia nace desde la intuición, y como ella misma dice, “mi trabajo nace desde mi imaginario… intento que no solo sea crear algo, sino que esta pieza transmita algo también”. No utiliza bocetos previos, simplemente se sienta a trabajar y deja que las ideas fluyan y cambien en el proceso.
Su propuesta se mueve entre lo funcional y lo poético: mantequilleras con paisajes y animales que acompañan la mesa diaria, floreros con figuras femeninas que sostienen pajaritos como metáfora de la unión con la naturaleza, o piezas negras y blancas con toques dorados que evocan brillo y sutileza.
El proceso también tiene su propia belleza: desde la creación y el secado de la pieza, que puede tardar días o semanas, hasta las horneadas sucesivas, que llegan a ser tres cuando incluyen el lustre de oro. “Trabajo la cerámica de baja temperatura y también gres, pero me gusta que sea delicado, no tan rústico”, explica.
Aunque su principal vitrina ha sido Instagram, donde vende y comparte sus piezas, su sello está en el vínculo que genera con cada creación. “Necesito trabajar creando cosas que me hagan sentido para poder hacerlas. Y creo que eso se transmite, porque me llegan mensajes de personas que conectan con mis trabajos y les hacen sentir algo”, dice.
En un mundo de objetos en serie, Aldea Independiente rescata lo único y lo personal: pequeñas obras de arte que, al mismo tiempo, forman parte de la vida cotidiana.
