En el punto más alto de un terreno en Pichilemu, con vistas abiertas al mar y rodeada por dunas, se levanta la Casa en el Viento, un proyecto que toma como punto de partida la fuerza natural del “surazo”, ese viento característico del litoral central de Chile. Ubicada a 15 minutos de Punta de Lobos, fue concebida por Pablo Larroulet LARROU + Blaq Arquitectos como una respuesta sensible al entorno costero, buscando equilibrio entre protección y apertura.
La orientación norte —una ventaja en el hemisferio sur— permitió privilegiar la entrada de luz natural durante todo el año. Sin embargo, el desafío fue convivir con los vientos del sur sin perder la conexión con el paisaje. Así nació una arquitectura que no enfrenta al viento, sino que lo acompaña: formas orgánicas, suaves y sinuosas que atenúan su paso y parecen moverse con él.
Desde el aire, la casa se lee como dos alas extendidas que se entrelazan en un centro protegido, donde se desarrolla el programa principal. Desde el horizonte, las alas parecen surgir suavemente del terreno, fundiéndose con la pendiente y creando un refugio que se abre al mar.
El acceso se realiza desde el sur, protegido de los vientos, y el recorrido interior se organiza en torno a un eje oriente-poniente. En el ala este se ubican las áreas comunes —cocina, estar y talleres—, mientras que en el ala oeste se concentran los espacios privados: dos dormitorios para los hijos, una habitación de invitados y el dormitorio principal, articulados por una sala de estar central.
Ambas alas se conectan a través de un patio abierto hacia el norte, que funciona como articulador de la casa, bañado por luz natural y con vistas directas al océano. Este espacio elimina los pasillos tradicionales, reemplazándolos por un recorrido continuo donde interior y exterior se funden visualmente.
El revestimiento, de madera de pino obtenida de los árboles que rodean el sitio, envuelve la casa con una textura cálida y semipermeable. La disposición vertical y espaciada de las tablas permite el paso filtrado del aire y la luz, proyectando sombras cambiantes que dialogan con la vegetación costera. Su tono natural se mimetiza con las gramíneas y la arena, integrando la construcción al paisaje sin estridencias.
La estructura combina hormigón armado y madera, con un muro de contención que ancla la casa a la pendiente y amplios paños de vidrio que abren las vistas al entorno. Así, cada material cumple un rol funcional y poético: resistir el viento, captar la luz y prolongar la calma del horizonte.
Diseñada como vivienda principal para una familia joven, la Casa en el Viento busca promover espacios abiertos y versátiles, donde la vida cotidiana fluya entre el interior y las terrazas exteriores. Los límites se desdibujan, y la naturaleza entra a la casa y el viento —antes un obstáculo— se convierte en parte de su identidad.
Más que resistir al entorno, esta casa lo celebra. Se posa sobre la pendiente como una extensión del paisaje, un gesto arquitectónico que transforma la fuerza del viento en una experiencia habitable.










