En Punta Hueso, al borde de los roqueríos que caracterizan la costa de Los Vilos, se levanta Casa CG, un proyecto de Lote Studio que nace de una condición poco habitual: construir sin tocar la vegetación endémica del lugar. En este terreno crece el Palo Colorado, un matorral costero en categoría de conservación por Conaf, cuya presencia determina de manera estricta la implantación de nuevas obras. Nada puede extraerse, nada puede intervenirse.
Ese punto de partida modeló toda la propuesta arquitectónica. El encargo buscaba levantar una vivienda de solo 18 m², que fue lo autorizado por Conaf, pero con la mejor vista posible al Pacífico. La solución fue concebir la casa como una estructura mínima, elevada y respetuosa del suelo, capaz de ofrecer una experiencia de 360 grados sobre el paisaje, despejada y continua.
Lote Studio trazó una grilla de nueve cuadrantes: ocho perimetrales de madera y un módulo central circular de hormigón, que se eleva para convertir el acceso en una pieza protagonista. Al elevar la vivienda, la flora local permanece intacta y, al mismo tiempo, las vistas se amplifican sin obstrucciones hacia todos los puntos del entorno.
A través de esa apertura vertical se despliega una escalera helicoidal que recibe la luz natural y conduce al interior suspendido. No es primera vez que vemos que, desde importantes limitantes, nacen grandes soluciones. Y en este caso, la geometría rígida de la estructura se suaviza con esta escalera de líneas curvas que es, en sí misma, un hito importantísimo en la casa


Construir algo tan liviano y a la vez tan preciso implicó complejidades técnicas importantes. Una de las mayores fue montar las vigas de madera laminada que vuelan hacia todos los bordes del volumen sin permitir deformaciones. Para lograrlo, el equipo recurrió a un sistema de gatas de camión que levantara la estructura y permitiera trabajar con una contraflecha exacta, de modo que, al retirar los soportes, las vigas no cedieran ni se flexionaran.


En cuanto al interior, esta segunda vivienda fue decorada por su dueña junto a su hermana. Fibras, maderas y tonos neutros logran que lo que verdaderamente destaqué aquí sea el entorno dominado por palos colorados y puyas. Los espacios revelan simplicidad y calidez: objetos precisos, nada excesivo, un interior que acompaña el paisaje sin competir con él.


Casa CG es un refugio que se eleva apenas lo necesario para mirar el mar sin comprometer el ecosistema que la sostiene.






