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La Espiga: los portachupetes bordados que nacieron en una sala de espera

A veces, los proyectos más bonitos aparecen donde menos se esperan. Así nació La Espiga, la marca de portachupetes bordados a mano creada por María Jesús Fracchia, profesora básica de profesión, mamá de tres y amante de las manualidades desde siempre.

La idea surgió durante su último embarazo, en uno de esos tiempos muertos tan típicos de las salas de espera médicas. “Como vivo en Buin, tomaba los controles con mi doctor siempre temprano para poder irme a Santiago después de dejar a los niños en el colegio. Ahí tenía ratos libres en los que quería hacer algo”, cuenta. Fue en la semana 38 cuando se dio cuenta de que no tenía ningún portachupetes para su hija por nacer. Así que esa mañana metió en su cartera un par de hilos, una cinta olvidada en un cajón y, entre búsquedas de tipografías y dibujos, empezó a bordar.

“Como era mi primera niñita después de dos hombres, quería hacer algo muy femenino: flores, rosas, letra cursiva, rosados… todo junto”, cuenta. Entre puntada y puntada, su doctor salió corriendo de la consulta para avisarle que ya volvía, y en esa espera terminó su primer portachupetes.

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Lo que vino después fue una cadena natural: el colegio, las salidas, la guagua en brazos y las preguntas constantes de otras mamás. “Me lo piropeaban muchísimo. Mis amigas me decían ‘deberías vender’, y yo cero vendedora, me reía no más”, recuerda. Hasta que una de ellas la encaró en serio y le encargó dos. Coincidieron en el precio, compró materiales y empezó a bordar.

De ahí vinieron un par para regalar, algunas fotos para Instagram, encargos entre mamás del colegio… y finalmente el impulso definitivo: regalarle uno a una influencer que lo mostró en redes. Desde entonces, La Espiga no ha parado de crecer.

Hoy María Jesús sigue bordando cada pieza a mano, con procesos lentos y completamente personalizados. Le preguntan seguido si planea ampliar su catálogo, pero el tiempo —entre bordado y bordado, y tres niños— no siempre alcanza. Igual sueña con más: “Me encantaría toparme alguna vez con una guagua desconocida usando uno de mis portachupetes. Y me gustaría personalizar mochilas, estuches o cosas así. Estoy armando una encuesta para ver qué sugieren mis clientas”.

Mientras tanto, La Espiga sigue creciendo puntada a puntada, manteniendo ese espíritu del inicio: delicado, femenino y hecho con calma, en las pausas de la vida real. Una de esas pequeñas historias que merecen ser recomendadas.

En Instagram, la cuentas como @laespiga.baby.

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