La nueva vivienda del famoso anticuario Christian Sapet está ubicada en el barrio de Saint-Ouen, en las puertas de París, una de las zonas que más ha conservado su identidad histórica. En sus calles impera un estilo de vida comparable al de un pueblo, sobre todo por el ánimo que imprimen las tiendas, artesanos y el más conocido mercado de pulgas de la capital, que es el de Paul-Bert de Saint-Ouen.
En ese barrio, un antiguo edificio que servía de garaje ha cobrado una nueva vida gracias al trabajo de restauración de un rigor casi escultórico, que lo convirtió en una vivienda ideal. Líneas puras y verticales, economía de elementos y la idea cierta de que “menos es más” describen someramente la estética de este loft, en el que los interiores se llenan de una modernidad respetuosa al origen del edificio.
A pesar de no tener ventanas hacia la calle, el lugar es sumamente luminoso por el hecho de poseer un techo vidriado que, indudablemente, proporciona una gran fuente de luz. Pero lo que más caracteriza este espacio de dos niveles y de aproximadamente 500 metros cuadrados, son sus grandes volúmenes, sin puertas –sólo la habitación y el baño son cerrados–, que están unidos por una escalera y que se comunican entre sí por una pasarela.
A grandes rasgos, el proyecto de rehabilitación buscó rescatar el gran potencial que tienen los viejos talleres y garajes de barrio. Pensando en ello, se llevó a cabo una reforma profunda, cuidando que el edificio no perdiera un ápice de su esencia. Se conservaron las paredes, tanto las de hormigón bruto, como las de chapa ondulada o ladrillo a la vista, materiales rústicos que se trataron de manera atemporal, como una base discreta para recibir todo un universo poblado de muebles y objetos de referencia.
En este loft se reunieron piezas y mobiliario de diferentes épocas que Sapet considera indispensables, y que él ha ido coleccionando desde que tenía unos 15 años, recorriendo todo tipo de mercadillos y desembalajes.
Los distintos ambientes reflejan su temperamento refinado y relajado, y también cómo, con su buen ojo estético, logra transformar en un concepto toda asociación de estilos. Desde el salón, con variados y numerosos divanes y sillones, hasta el comedor, todos los muebles, lejos de ser uniformes, fueron mezclados y combinados perfectamente según las diferentes épocas a las que pertenecen.
Un lustre de cristal del siglo XIX, mesas y sillas de los años 70, un biombo japonés de los años 20, objetos y diseños africanos, coloniales, primitivos y sofisticados, herencias de los años 20, 30, 40, 50, 60 y 70, todo está siempre en constante movimiento: pasa del salón a la cocina, de la habitación al comedor. Nada es fijo, y a menudo no dura mucho tiempo en manos de su propietario, ya que nunca falta algún cliente que satisfacer.
A su rol de anticuario, en el que ocupa uno de los primeros lugares en París, Christian Sapet suma sus talentos de decorador, tanto para clientes privados como para producciones efímeras, como es el caso de la mansión que todos los años le confía la famosa productora de cine francesa UGC durante el Festival de Cannes.
