En lo alto de una colina de Tunquén, donde el mar aparece como una línea interminable y el viento marca el carácter del paisaje, se despliega esta casa que nació como refugio costero, pero pensada para convertirse, con los años, en una residencia permanente. Su arquitectura, proyectada por Estudio Sie7e y Benjamín Goñi Arquitectos invita a habitar el entorno sin filtros: la luz cambia a lo largo del día, el viento cobra presencia y cada espacio abre una mirada distinta del territorio.
El proyecto se organiza en torno a una figura en “Y”, una configuración poco usual que permite mirar el paisaje desde múltiples frentes. Dos de las alas contienen el programa principal – dormitorios, biblioteca, parrilla y gimnasio – y forman entre sí un ángulo cercano a los 120 grados, generando una terraza central protegida del viento y conectada visualmente con el océano.


En el punto donde se unen estas dos alas se ubica el salón, que funciona como corazón social de la casa. La tercera ala, orientada hacia los cerros y la entrada, reúne los espacios de servicio, completando una distribución que privilegia tanto la apertura como la privacidad.
El proyecto se moduló en 1,2 metros para optimizar la estructura y el uso de la madera. En el exterior se utilizó madera termo-tratada oscura, resistente a las condiciones del ambiente marino y pensada para minimizar su mantenimiento. En el interior, el pino claro genera un ambiente cálido y luminoso, reforzando la sensación de resguardo frente a la rudeza del clima exterior.
El acceso coincide con la cota más alta del terreno, convirtiendo la llegada en una primera experiencia del paisaje. Desde allí, los volúmenes que miran al mar se escalonan mediante medios niveles que suben y bajan suavemente, adaptándose al relieve. En el centro geométrico, un lucernario circular permite la entrada de luz vertical y resuelve la unión de las cubiertas, actuando como una pieza que organiza la circulación y acompaña el paso del día.


En este sector de Tunquén no existe red eléctrica, agua potable ni alcantarillado, por lo que la casa se diseñó para operar de manera independiente. Paneles solares entregan la energía necesaria y un sistema propio gestiona las aguas, permitiendo que la vivienda funcione con autonomía durante todo el año.
Desde el comienzo, el cliente pidió evitar la idea de una “casa convencional”. Buscaba una forma de relacionarse en 360 grados con el paisaje, capturar distintas vistas del territorio y adaptarse a un sitio marcado por el viento. El resultado es una casa que se abre hacia todas las direcciones, que se apoya en lo alto de la colina sin imponerse y que permite experimentar la fuerza y la calma de Tunquén en cada rincón.








