En la ribera del lago Rupanco, uno de los más extensos de Chile, un matrimonio buscó dar forma a un anhelo: construir una casa luminosa, capaz de acoger a toda su familia durante largas temporadas sin perder la conexión con el entorno que los inspiró desde el inicio. Así nació este proyecto, trazado con absoluto respeto por el terreno y pensado para convivir en armonía con el bosque de arrayanes que lo rodea.
El sitio escogido, ubicado en la comuna de Puerto Octay, en plena Región de Los Lagos, desciende suavemente hacia el lago. A espaldas de la vivienda, una ladera boscosa protege del viento y garantiza privacidad, mientras al frente se abre un horizonte majestuoso hacia los volcanes Osorno y Puntiagudo. En este paisaje lluvioso y verde durante todo el año, la arquitectura se semientierra sutilmente en el terreno para disminuir su impacto visual y permitir que desde cada espacio se contemple la transición entre el bosque, el agua y los cerros.
El proyecto, desarrollado por Winteri Arquitectos, contemplaba una casa donde sus dueños pudieran compartir el día a día y también recibir a hijos e invitados sin renunciar a la comodidad. Por eso, la distribución privilegia la vida familiar y cotidiana: la suite principal se ubica en el primer nivel, con acceso directo a las zonas comunes y al paisaje lacustre, mientras que en el segundo piso se encuentran los dormitorios destinados a las visitas, entregando independencia para estancias prolongadas.
En la planta baja, el estar y comedor se extienden hacia una terraza perimetral que abraza la fachada orientada al lago, borrando los límites entre el interior y el exterior. La cocina, diseñada para adaptarse tanto a la rutina diaria como a las grandes reuniones, puede cerrarse o abrirse mediante puertas correderas, dependiendo de la ocasión. Esta flexibilidad permite disfrutar de los espacios según el ritmo de cada temporada.
El bosque de arrayanes fue la principal fuente de inspiración. Sus troncos rojizos, que filtran la luz y resguardan del viento, determinaron no solo el emplazamiento, sino también el lenguaje material de la casa. La estructura principal se compone de vigas y pilares de roble, y en los interiores, el machihembrado de pino refuerza la calidez buscada. El porcelanato tipo madera en pisos aporta resistencia sin perder el carácter acogedor, mientras que una gran chimenea de piedra —homenaje visual a los cerros del sur— organiza la vida social en torno a su calor.
Para lograr una integración real con el entorno, la volumetría se fragmentó cuidadosamente, respetando los árboles existentes. La casa se encaja entre los arrayanes como si siempre hubiera estado allí. Aleros amplios, recorridos cubiertos y ventanales protegidos permiten habitar el lugar sin importar la lluvia, extendiendo la vida hacia el exterior durante los días templados o resguardándose junto al fuego cuando llega la niebla.
Cada detalle fue resuelto en conjunto con los propietarios, quienes también decoraron la casa utilizando materiales y colores propios de la zona. Guiados por los renders del equipo de Winteri, acompañaron cada etapa del diseño e interiorismo, aportando historia y sentido personal a cada espacio.
El mayor desafío fue encontrar el equilibrio perfecto entre presencia arquitectónica e integración paisajística. Para ello, se trabajó con lucarnas estratégicamente ubicadas que aseguran iluminación natural, complementada por un piso de tonalidad más oscura que potencia la claridad del techo. El resultado es una vivienda que respira el sur de Chile en cada rincón: íntima, funcional y profundamente conectada con el lugar que la rodea.








