En el Fundo San Francisco de los Andes, en la comuna de San Esteban, se esconde una obra que parece flotar sobre el terreno rocoso que la sostiene. Se trata de Casa Pacman, un proyecto de Gonzalo Iturriaga Arquitectos que nace desde una geografía desafiante y magnética a la vez: un gigantesco afloramiento de roca que ocupa casi la totalidad del área disponible para construir.
Los mandantes de este proyecto – una pareja que trabaja intensamente en retail y que buscaba un refugio simple, sin pretensiones, donde el descanso fuera la prioridad – buscaban un lugar acotado para escaparse los fines de semana, un espacio que los hiciera sentir protegidos sin perder las vistas espectaculares que caracterizan la zona.
En paralelo, la primera visita al terreno reveló que una gran roca sería el punto de partida. “Fue lo primero que vi, disponible para ser intervenida”, recuerda Gonzalo Iturriaga, quien lideró el proyecto junto a la arquitecta Paz Martínez. Ese descubrimiento condicionó todo. No se trataba de evitarla ni de domesticarla, sino de entender cómo relacionarse con ella. «Desde un principio, la pregunta fue ¿cómo estar en la roca? ¿Sobre ella? ¿Alrededor de ella? ¿Envolverla?»
Con la combinación de un deseo de refugio y un sitio radical y con gran potencial, comenzó a tomar forma Casa Pacman.
Una idea guió los inicios del proyecto: la vivienda debía dejar a la vista tanto la roca como las montañas. Por eso, la volumetría se trazó como una figura curva, casi un círculo, que se ajusta a la geometría descubierta en la inspección del terreno. Ese perímetro definió dónde apoyar la estructura, a qué altura situarla y cómo abrir el interior hacia los cerros.
El resultado es un volumen liviano que descansa parcialmente sobre la roca y que la deja aparecer dentro del proyecto. La escalera de acceso, que se inserta entre las grietas de la piedra, refuerza esta sensación de convivir con la topografía tal cual es.
Casa Pacman funciona como un refugio compacto, con un solo recinto principal que se abre por completo hacia las vistas. La forma semicircular amplifica la relación entre el espacio interior y el exterior, dejando la roca como telón de fondo y recordando constantemente el carácter del lugar.
El proyecto implicó desafíos técnicos importantes. Solo un 30% de las fundaciones pudo apoyarse en terreno natural; el resto hubo que anclarlo directamente en la roca. Para estos ajustes en obra, Iturriaga volvió a trabajar con Rodrigo Ramírez, su constructor de confianza, con quien ha tenido experiencia en otros proyectos que enfrentan terrenos de difícil acceso. La estructura metálica fue otra de las claves para levantar la casa. Permitió trabajar con ligereza, fundar sobre la roca y resolver con precisión los trazados curvos que definieron la estructura. A esto se suman revestimientos de madera que aportan calidez y sencillez, manteniendo una paleta que se ajustó a los recursos disponibles.
Al proyecto se sumó la colaboración de la paisajista Catalina Gómez Beck, centrándose en decisiones puntuales debido a la complejidad del sustrato. La elección más significativa fue la ubicación de un quillay en el acceso, una especie que prospera en la zona y que aporta identidad sin intervenir de más. En cuanto a la decoración, quedó en manos de los dueños de casa, quienes eligieron muebles puntuales y austeros que acompañan la atmósfera tranquila del lugar.
Casa Pacman crece desde la piedra, abraza sus curvas y utiliza la ligereza estructural para convertirse en un pequeño refugio suspendido sobre un soporte milenario. Una casa que se descubre en capas, en la medida en que uno asciende por la roca para entrar en ella.
