Hay proyectos en los que la ubicación de una casa se determina por la orientación, la vista, los vientos, y cualquier factor que sea importante considerar para sus dueños y los arquitectos a cargo. Pero cuando se cuenta con un sitio privilegiado y un entorno majestuoso, se hace necesario pensar más allá de las necesidades tradicionales.
Justamente, eso es lo que hizo el arquitecto Gonzalo Rufin con este proyecto en Las Águilas, entre Matanzas y Pupuya. Aprovechando las vistas de un valle rodeado de quebradas en el que confluyen dos líneas de montañas, y entendiendo el valor de la flora que generosamente abunda en el sector, diseñó la casa RWO: un lugar que no solo se pensó para ser habitado, sino para que vivir ahí sea una experiencia más profunda.
El encargo, realizado por un grupo inmobiliario joven, fue proyectar una vivienda que saldría a la venta en el mercado, pero siempre con un tipo de cliente en mente: una familia pequeña que disfruta vivir conectada a la naturaleza y al deporte. «La forma en cómo el usuario se relaciona con su entorno, dentro y fuera de la casa, fue algo que quisimos manejar en la obra misma«, explica Gonzalo Rufin. «Definimos la ubicación del proyecto en un sector del sitio que se posa sobre el término de una grieta y mira a lo largo de la apertura del valle, convirtiéndose en un mirador en altura.»
La idea se incorporó al con un concepto que le entrega un sello único a esta casa. «En el terreno hay una lengua de tierra que se monta sobre un acantilado para mirar la fuga del valle. Para llegar a ese sector desde la entrada, se nos ocurrió que sería buena idea hacer del proyecto “un puente” que debe cruzarse para llegar a este punto de vigilancia. De esa manera, la casa se arma como una secuencia de costillas que, al ser atravesadas, nos permiten llegar a ese mirador en altura con vista a todo el sector», explica el arquitecto.
Este puente es, precisamente, lo que permite que esta casa no solo sea un espacio para vivir, sino para cohabitar con todo lo que la rodea. «Transitar por el puente acompañado de la flora nativa del terreno es parte de la experiencia inmersiva que queríamos construir, lo que nos llevó a sensibilizar al máximo con el lugar, tanto al momento de diseñar, como al de construir – lo que estuvo a cargo de la Constructora Guay Guay – este proyecto. Buscamos que todos los ingredientes del terreno estuviesen expuestos para esta experiencia. Tanto al interior como al exterior los espacios de la casa contemplan el entorno, generando un momento reflexivo entre lo domesticado y lo natural», describe Gonzalo.
Para armar las costillas estructurales que acompañan el puente, en los pilares y vigas se utilizó madera de pino en bruto. «Mediante un sistema de ensamble tipo «caja-espiga» desarrollamos todas las uniones de la estructura, reforzadas por pernos de anclaje. Para construir la cortina que nos acompaña a lo largo de la casa, introdujimos un marco de acero que se sienta sobre las vigas principales de madera amarrando todo el frente del proyecto. Cada cortina o persiana movible que descansa sobre el marco, se diseñó en madera cepillada, que mediante tacos en distancias cortas, impide su deformación frente al aire marino que penetra en el valle.» Estas persianas, además, permiten al usuario manejar su exposición hacia el público y controlar también el ingreso de la luz norte.
La terraza de entrada, junto al puente, cuenta con un espacio para dejar los equipos y trajes de agua después de un día de deportes en el mar. Y pensando en la comodidad, el acceso cuenta con una pasarela que conecta con los espacios comunes para invitados, sin interrumpir el uso interior familiar.