Hace más de dos décadas, Ángela Restrepo llegó a Chile desde Colombia buscando un lugar más tranquilo donde criar a sus hijos. Lo que nunca imaginó es que aquí levantaría una marca que se ha transformado en sinónimo de confianza, diseño y calidad.
“En Colombia vivíamos en un ambiente muy complejo, lleno de escoltas y guardias armados en los colegios. Yo no quería que mis hijos crecieran pensando que eso era normal”, recuerda. En 1999, junto a su marido, tomó la decisión de migrar. “Sabíamos que siempre íbamos a ser extranjeros donde fuéramos, pero queríamos que ellos tuvieran libertad y seguridad. Chile nos pareció el lugar más estable y conservador para criar familia, y aquí nos quedamos”.
Desde entonces, su historia está marcada por la resiliencia y la capacidad de reinventarse. Formada en un negocio familiar de géneros en Medellín, Ángela se instaló en Chile con un pequeño taller y una primera tienda en Kennedy. Pronto se atrevió a abrir en Nueva Costanera y Parque Arauco, con la marca Sofa Gallery. “Siempre me encantó atender al público. Escuchar a las personas y ayudarlas a decidir no es fácil, porque un sofá no se compra muchas veces en la vida. Es una gran responsabilidad”, dice.
La visibilidad llegó temprano: en 2004 participó en la primera versión del Bazar ED, un hito que recuerda con entusiasmo. “Fue duro, porque mi marca era muy nueva y no tenía tantos recursos. Pero el stand quedó precioso y nos ganamos el premio al mejor stand. Ahí me abrí mucho mercado”.
Sin embargo, el crecimiento también trajo dificultades. Llegó a tener hasta 60 empleados, cuatro tiendas y una fábrica que la ahogaba financieramente. “Siempre estábamos al borde, pedaleando para pagar los costos. Era agotador”, confiesa. Una sociedad fallida terminó por desgastarla aún más. “Me di cuenta de que no podía seguir así. Bajé la cortina y pensé: nunca más sofás”.
Pero fueron sus propios clientes y maestros quienes la convencieron de continuar. “Me llamaban y me decían: ‘Ángela, organízate, te esperamos’. Y mis maestros me pedían volver a trabajar conmigo. Me ofrecieron incluso hacerlo gratis hasta que me afirmara. Ese voto de confianza me salvó”.


En 2013 tomó una decisión clave: dejar atrás Sofa Gallery y trabajar bajo su propio nombre. “Solté un peso muy grande de doce años. Fue difícil, pero liberador. Decidí que sería Ángela Restrepo y nada más”, afirma. Su nuevo showroom, instalado en una casa, refleja esa filosofía: un lugar íntimo y cálido donde recibe personalmente a sus clientes con un café, para conversar y diseñar piezas únicas.


Ese sello cercano y perfeccionista la ha convertido en favorita de interioristas y hoteles. “Para mí lo más importante es la confianza. El cliente me entrega mucho más que dinero: me entrega su intimidad, su casa. Eso lo respeto profundamente”, asegura. Viaja al menos una vez al año a Europa o Estados Unidos, importa telas de Bélgica, Francia o Inglaterra, y mantiene un catálogo vivo con cinco o seis sofás nuevos cada temporada, más colecciones de sillas. “Me encanta estar siempre desarrollando cosas nuevas. Yo creo que uno nunca puede desconectarse de lo que está pasando, pero tampoco seguir ciegamente las modas. Trato de hacer piezas que duren, que tengan un sello distinto”.
Hoy, con 57 años, habla desde un lugar distinto: con estabilidad, un equipo de confianza y la tranquilidad de haber convertido su nombre en marca. “Yo tengo mucha facilidad para empatizar con la gente y ponerme en sus zapatos. Ese es mi aporte, y hoy lo tengo muy claro”.
Mira hacia el futuro con entusiasmo y equilibrio: prepara una nueva línea de camas y sueña con un showroom más grande, aunque sabe que pronto querrá tener tiempo para disfrutar de sus futuros nietos. “Me apasiona lo que hago, y mientras pueda, voy a seguir trabajando. Pero también quiero balance. Al final, lo más lindo de todo esto es que mis hijos crecieron viendo que las cosas se logran con esfuerzo y perseverancia. Ese es el mejor regalo que les puedo dejar”.









