Refugio excepcional

A dos kilómetros de la Bahía de San Antonio, en Ibiza, se encuentra este verdadero paraíso lleno de historia. Aquí, frente a las puestas de sol de las islas Baleares, la reconocida arquitecta y diseñadora Patricia Urquiola armo su propia casa de veraneo.

 

Patricia Urquiola tenía 10 años cuando durante un viaje familiar, entre el verde de las colinas y el azul del Mediterráneo de la bahía de San Antonio, descubrió este lugar. “Fuimos por la isla a bordo del descapotable de mi papá, junto a mi mamá y hermanos. Entre pequeñas pensiones, tabernas con mesas al aire libre, los colores brillantes y la luz que se apoderaba de todo a su alrededor, encontramos esta finca sobre una aislada colina a dos kilómetros del mar”, cuenta.

Fue amor a primera vista. La casa había sido construida hace casi 400 años y cuando fue suya, Patricia no quiso nunca modificarla. Era simple y sofisticada y quería que así se mantuviera. Así que sólo fue reestructurada en los años ‘70 por su primo y su marido, también arquitectos. Hoy, convertida en su casa de veraneo, Patricia siente que desde aquí es posible vivir una Ibiza distinta, lejos del ruido y el agitado ritmo que caracterizan la zona.

La arquitecta y diseñadora logró una decoración única, un balance perfecto entre antigüedades y diseño moderno, mucho blanco, estampados étnicos, artesanía del mundo y otras piezas hechas por amigos y vecinos del sector. Pese a su trayectoria y ser pionera en el diseño de interiores, aquí apenas hay rastro de su propio trabajo: Patricia dice que no estuvo dispuesta a imponer su estética a una casa que ella asociaba a su infancia y que, todavía hoy, la transporta a veranos pasados junto a su abuelo.

La construcción anula los límites convencionales de las casas contemporáneas con una estructura cuadrada y espaciosa, emplazada verticalmente para integrar los elementos naturales y la vista directa hacia los atardeceres de la Bahía de San Antonio. “Es una isla protectora donde me refugio cuando se alza el viento y el sol desaparece detrás de las nubes”, dice.

Es que aquí la diseñadora forjó su amor por el diseño, y tempranamente estimuló su curiosidad por conocer personas de distintas culturas y aumentar su creatividad. “Durante las vacaciones, aprendí a trabajar la arcilla en un horno en San Rafael. Caminando por los mercados de pulgas descubrí parcelas de materiales naturales, y también el macramé, el ganchillo y cómo hacer mezclas de colores. Desde entonces, siempre he intentado tejer enlaces entre el mundo industrial y el artesanal».

Este es su refugio y su lugar de encuentro con la familia, los amigos que han crecido, los niños y los nietos que están dispersos por todo el mundo. “Aquí vivimos como siempre, felices de disfrutar de un lugar donde el tiempo no pasa».

Más de ED

Inspírate en tienda BazarED.cl