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Los contrastes de Japón

Los avances tecnológicos y las costumbres occidentales van desapareciendo a medida que uno se interna en los pueblos más antiguos de Japón. En la isla conviven tradición y modernidad de un modo fascinante.

Siempre sentí curiosidad por conocer Japón, ver la historia de ese país lejano que por siglos se mantuvo aislado del resto del mundo, hasta que en el siglo XIX comenzó a abrirse a la influencia del mundo occidental. Esto permitió que la isla conservase sus tradiciones ancestrales y pueda hoy convivir armónicamente con la modernidad que tanto la representa. Al recorrerlo descubres un mundo de diversidad, belleza, delicadeza, sofisticación, sabores, contrastes y misticismo.

Este lindo viaje, que realicé con mi hermana, comenzó en Tokio, destino infaltable al momento de querer aproximarse al Japón de hoy. La capital es una ciudad moderna, tecnológica y excéntrica, que contrasta con su tradición religiosa y la belleza de los jardines del Palacio Imperial. El primer día caminamos por el barrio de Shibuya, cuyo principal atractivo turístico es el famoso cruce peatonal que llama la atención por la cantidad de gente que circula en él. También es el mejor lugar para hospedarse por su cercanía al metro y la excelente oferta de restoranes y bares. Un par de cuadras más allá está el barrio de Harajuku, donde se encuentra el magnífico parque de Meiji- jingü-gyoen y su santuario. El mejor panorama es tomarse una taza de té en el sector de Takeshita-döri, pasear por las tiendas vintage y observar a las goth-loli girls con sus excéntricos aspectos que representan la nueva cultura urbana de las jóvenes adolescentes en Japón: una mezcla victoriana y gótica.

Para adentrarse en el Tokio más tradicional visitamos el templo budista más antiguo de la ciudad, el Senso-ji en el barrio de Asakusa. Ahí uno encuentra a los más devotos practicando sus rituales: lavándose las manos y boca en las fuentes de agua fresca para luego “bañarse” en el humo del incienso como símbolo de purificación del alma; todo esto frente a la imagen sagrada de Kannon, buda de misericordia, ante la cual los religiosos echan monedas y dan palmadas; si hay una campana delante, finalizan sus súplicas haciéndola sonar una vez. Este complejo de templos budistas y sintoístas contrastan con la moderna Sky Tree que asoma a lo lejos, la torre más alta del mundo, inaugurada en mayo de 2012… tiene 634 metros de altura. Hay que subirla.

Pasear por el Palacio Imperial es una maravilla. En cada estación del año, los jardines se tornan distintos: en verano son verdes y floreados; en primavera blancos y rosados por los cerezos en flor; en otoño, los colores ocres y rojos predominan en el paisaje; y en invierno, la nieve le da otro aspecto especial.

Por eso, visitar este país en cualquier época del año siempre será una experiencia distinta.  Mientras planeábamos nuestro itinerario por los barrios de la capital, averiguábamos dónde comer el mejor sushi y los platos típicos japoneses, que varían de una ciudad a otra. Japón tiene una gastronomía deliciosa y diversa que se ha ganado un importante reconocimiento a nivel mundial por su variedad, prolijidad y elegancia. Tokio es conocida por los mejores sushis de Japón, sobre todo en los restoranes alrededor de Tsukiji Fish Market. Nosotros comimos en el Uogashi-yokocho o Daiwa Sushi, donde probamos exquisitos cortes de atún fresco.

Para terminar nuestra visita en la ciudad, recorrimos el Museo Nacional de Tokio en el Parque Ueno. Aquí se explican claramente los diferentes elementos de la historia y cultura japonesa. Si se quiere ver vestimentas y armamentos de los samuraí, los diseños de los kimonos o tan sólo conocer más sobre el arte de la corte imperial, el museo lo muestra de manera didáctica.

Gracias al tren bala, en pocas horas ya estábamos en Kyoto, un lugar para retroceder en el tiempo y conocer la vida de las geishas, observar la tradicional ceremonia del té, imaginar la vida imperial de antaño, conocer algunos de los antiguos templos budistas y coloridos santuarios, caminar por los más lindos jardines zen y degustar los distintos platos que conforman un kaiseki. Parte de la experiencia de visitar Kyoto es alojarse en un ryokan, tradicional hospedaje japonés que se creó a mediados del siglo XVIII para los viajeros que transitaban por la isla. Hoy siguen existiendo para los turistas, quienes pueden disfrutar de las comodidades y el ambiente propio de la vida japonesa. Nosotras nos quedamos en el Ryokan Isuyazu, atendido por la misma familia desde hace 150 años. Recientemente fue remodelado, conservando su comodidad y arquitectura con baños termales onsen, piso de tatami, jardines y una cocina para degustar algún tipo de kaiseki preparado por el mismo dueño. Ahí probamos los diez platos que incluye este tipo de comida propia de Kyoto.

Es importante organizar los recorridos por distrito y seleccionar los templos y santuarios sintoístas que se quiere visitar, puesto que Kyoto alberga más de 1.500. Nosotras recorrimos los más importantes, como el famoso templo dorado de Kinkaku-ji y el Fushimi-Inari Taisha, principal santuario sintoísta dedicado al espíritu Inari. Cada uno de ellos es singular en su decoración y emplazamiento. Por lo general se ubican en un lugar especial entre jardines zen, y decorados según la tradicional arquitectura nipona influenciada por el sintoísmo y budismo.

Otro lugar que nos fascinó por su belleza natural fue Arashiyama, en las afueras de Kyoto. Comenzamos el recorrido por Okochi Senso, la villa del actor Okochi Denjiro, conocido por sus películas de samurai, y quien abrió su casa y jardín al público. La recorrimos y luego descansamos con una linda vista hacia el bosque con un delicioso té verde acompañado de un mochi, tradicional dulce realizado a base de arroz glutinoso, que servían una vez finalizada la visita. Continuamos nuestro recorrido por un bosque de bambú hasta llegar a los distintos templos zen escondidos a los pies de las montañas. Pasar el día en Arashiyama fue una de las grandes experiencias en Kyoto. El lugar es mágico, la perfecta mezcla de lo natural con lo sagrado.

Un poco más alejado del tour de los templos está el barrio de Gion, donde seguro el viajero se encuentra en la noche con una geisha saliendo o entrando a un restorán. Las calles son encantadoras, hay casas del siglo XVII que aún conservan su arquitectura tradicional; hoy están ocupadas como restoranes, casas de té y centros de entretención para las geishas. Fuimos a los bailes que diariamente se presentan en el teatro de Gion Corner y a una tradicional ceremonia del té.

Decidimos extender nuestro viaje hacia las ciudades de Nara y Koya-san, ambas en la región de Kansai, al sur de Kyoto. Nara fue la primera capital permanente de Japón, por lo tanto, el legado de templos e historia es inmenso. Los sitios de mayor interés se encuentran en el área de Nara-koen, un parque que ocupa la parte este de la ciudad y donde habitan más de 1.500 venados, considerados mensajeros de los dioses desde el periodo del pre budismo. La mejor forma de recorrer Nara es a pie y pasear tranquilamente entre los templos y sus elegantes jardines, especialmente el de Isui-en, uno de los más famosos. Un lugar al que le dedicamos especial atención fue el grandioso templo de Todai-ji, lugar donde se encuentra Daibatsu, el buda de bronce más grande del mundo construido en el siglo VIII para consolidar la región como foco espiritual. Hoy en día es un lugar sagrado y de gran devoción para los japoneses que viajan especialmente para rezarle. Para terminar el día, fuimos a un bar cerca del mercado, donde pedimos un sake artesanal, es aquí donde se degustan los mejores del país.

El trayecto a Koya-san toma varias horas, puesto que se debe hacer transbordo en varias estaciones, e incluso tomar un funicular para llegar a las montañas donde se ubica el centro del budismo shingon. Allí el monje Kobo Daishi Kukai, en el año 819, decidió establecer el centro religioso que hoy forman los templos budistas de Koya-san, a 900 metros de altitud, lugar ideal para que los monjes pudieran dedicarse a la oración.

Fuimos a una de las ceremonias de meditación de los monjes shingones en el templo Oku-no-in; también visitamos los principales templos, muchos de los cuales están habilitados como hotel y son atendidos por los monjes para guiar al visitante en el conocimiento de las costumbres de la religión. Incluso se sirve solo comida budista: vegetariana a base de soya, como el famoso shojin-ryori.

Así terminamos nuestro viaje, una experiencia de contemplación y tranquilidad que contrasta con el ritmo agitado de la vida moderna y que se lleva a sólo kilómetros de ahí.

 

  • Una mirada nocturna al barrio de Shinyuku.

  • Barrio de Shinyuku.

  • Muchos turistas aprovechan de pasear a la manera de los japoneses en el período imperial.

  • Monjes budistas en Koya-San.

  • Al frente de la estación de Shibuya está el cruce peatonal más transitado del mundo.

  • Nuevas modas que muestran la cultura urbana de los jóvenes japoneses.

  • El bosque de Bambú en Arashiyama, en las cercanías de Kyoto.

  • Fushimi - Inari Taisha, es Kyoto, es el complejo de santuarios sintoístas más grande de esta religión en Japón.

  • Los venados, mensajeros de los dioses, pasean entre los templos budistas de Nara.

  • El Palacio Imperial de Tokio es símbolo del poder de Japón y actual residencia del Emperador.

  • El Jardín de Issui - Enara es una fiel representación del arte que los japoneses realizan para integrar los elementos de la naturaleza en un espacio armónico.

  • El templo Kinkaku - Ji, o Golden Pavilion.

  • El templo Tõda-Ji, donde está el buda de bronce más grande del mundo.

  • Los devotos compran ofrendas para llevarlas a los distintos santuarios y templos de la religión budista y sintoísta.

  • Templo en Koya- San, centro del budismo Shingon.

  • Es común ver a jóvenes vestidas con el tradicional kimono.

  • Templo budista de Kõdai-Ji, en el barrio de Hagashiyama, Kyoto.

  • En Kyoto las geishas representan un elemento importante en el desarrollo de las artes.

  • La preparación del Kaiseki, comida típica de Kyoto.

  • Alojar en un Ryokan permite un acercamiento a la cultura japonesa al poder interactuar con gente local.

  • Templo de Sensõ-Ji en Tokio, lugar de intensa devoción a la imagen sagrada de Kannon, buda de la misericordia.

  • El mercado Nishiki.

  • El cementerio de Kõya-San, uno de los lugares más mágicos de Japón.

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