Herman y su mujer

Retro: El patriarca

Herman Chadwick Piñera tiene mucho de Chadwick y también mucho de Piñera. Del lado paterno heredó las leyes y las conversaciones largas. Del lado materno sacó el goce por la vida, el afán por el servicio público y una visión desprejuiciada. La suma: un hombre que ha ejercido el derecho, los negocios, la política y la vida en familia de una manera auténtica y jugada, con un ojo puesto en el pasado y sus enseñanzas, y el otro, en el futuro y sus oportunidades. Un hombre que lidera un clan que ha sonado fuerte en la historia reciente de nuestro país.

Herman Chadwick Piñera (1945) creció blindado por un clan familiar potente. Su padre, Herman Chadwick Valdés –un destacado abogado de gustos austeros, tradicional, ponderado, cariñoso, muy exigente y durante años Conservador de Bienes Raíces de Santiago– y su madre, Paulette Piñera Carvallo –una mujer moderna, alegre, rompedora de estilos y más audaz que su marido en lo político y lo religioso– formaron una familia grande, unida y abierta al mundo y las personas. El mismo Herman reconoce que en esta tarea influyeron mucho sus tíos Piñera, sobre todo los dos solteros: Bernardino, sacerdote, arzobispo y “verdadero capellán de la familia”, y Marie Louise, quien asumió a sus sobrinos como propios. “Mi lado Chadwick era más bien tradicional, apatotado y querendón. Los Piñera eran distintos. Los cuatro nacieron y se criaron en Francia y llegaron a Santiago con ideas nuevas, desprejuiciadas y libres. Eran todos habilosos, cultos, con intereses múltiples y transversales”, recuerda. Con sus primos Piñera Echenique, únicos por el lado materno, crecieron juntos como hermanos. Vivían a dos cuadras, todos alrededor del Villa María y el Verbo Divino donde estudiaron y fueron compañeros en esos eternos veranos en La Serena, donde la cocina a leña estaba siempre encendida y en cuyos almuerzos no había nunca menos de 30 comensales.

El ex presidente Ricardo Lagos, a quien Herman considera el político más destacado de nuestro país y a quien conoció cuando compartieron micrófono en el programa Improvisando de radio Chilena en 1985, lo describe así: “Herman fue criado sin anteojeras, como decía mi madre. Es una gran persona, un hombre de mente abierta y con un profundo respeto y comprensión por la opinión, los valores y los sueños de los demás. Tiene un horizonte amplio, una mirada larga y en 360 grados”.

 

Haciendo camino

Entró al Colegio del Verbo Divino directo a tercera preparatoria, “no por mérito sino porque simplemente mi papá consideró que estaba capacitado”, se apura en aclarar. Como sea, egresó a los 16 años “lleno de recuerdos maravillosos y amigos entrañables para toda la vida”. Y aunque dudó entre Medicina y Derecho, ganaron los genes y las leyes. Víctor Vial del Río, amigo por más de 60 años, compañero del CVD y luego de Derecho en la Universidad Católica, lo describe como un hombre humilde, simpático, alegre y de sagaz inteligencia. Asegura que, como alumno, Herman adquirió rápidamente el tan necesario instinto jurídico. “Pero lo primordial en él es su sentido de lo humano, que le permite empatizar y comprender a la contraparte de aquella que le ha encomendado la defensa de sus intereses, siempre impulsado por la justicia”.

Terminó la carrera rápido. Se tituló en 1967 y ese mismo año asumió como abogado de la Compañía Minera Disputada de Las Condes. “Era un muy buen trabajo y me pagaban bien, aunque entonces la vida era bastante más sobria, era a bordo de un Fiat 600”, recuerda. Ese año se casó con María Irene Larraín. A la Manene la conoció en el aeropuerto de Cerrillos, justo antes de que ella partiera de viaje a Buenos Aires. Fue un flechazo, que con chocolates y una carta logró concretar. Pololearon sus buenos años y cuando se casaron se fueron a vivir a un departamento en Presidente Errázuriz, siguiendo la tradición Piñera. María Irene, la segunda de los cuatro hijos del matrimonio, asegura que sus padres son muy amigos y que viven el uno para el otro. “Se han acompañado harto en la vida. Mi papá vive pendiente de mi mamá las 24 horas del día y ella, mimándolo a tal punto, que le prepara el café con leche todas las mañanas, le elige su ropa y le deja los remedios en el velador”.

Así como crecía la familia, aumentaban las responsabilidades. Herman recuerda que le tocó trabajar con grandes profesionales de la época, como Arturo Alessandri Rodríguez, Víctor García y Raúl Devés Jullian, entre otros “viejos choros”, como los llama. Y agrega: “Gracias a la ayuda de don Enrique Morandé aprendí rápido, él me enseñó a ser abogado. ¡Me corregía con lápiz rojo! Hoy cualquiera me renuncia si se me ocurre hacer algo parecido”.

Hasta 1981 Herman se mantuvo estrictamente en lo privado y con mucho éxito como socio de la oficina Aldunate y Compañía, presidente del Banco Constitución y director de una serie de importantes compañías nacionales. Y en eso estaba cuando recibió el llamado que le cambió la vida, lo sacó de lo privado y lanzó a la política y al servicio público.

 

Arena política

Si bien Herman Chadwick está ligado a la UDI, reconoce que durante su juventud fue más cercano a la Democracia Cristiana: “Mi hermano Andrés ha sido el más UDI, pero últimamente como que le ha caído la chaucha Piñera”, comenta al margen y entre risas. Pero la vida tiene vueltas y en una de ellas se encontró al teléfono con el general Carol Urzúa, entonces intendente de Santiago, quien le propuso hacerse cargo de la comuna de Providencia. “Nunca supe por qué me llamaron, pero acepté y en 1981 fui nombrado alcalde por dos años. Fue un desafío nuevo y un trabajo potente. Debo admitir que ahí nació mi inquietud por la política y la vida pública”.

Entre 1983 y 1989 formó parte de la Cuarta Comisión Legislativa, cuya misión era darle una estructura política a la Constitución de la época. A esto hay que sumarle su rol en la Comisión Política de la UDI, donde fue llamado a participar por el propio Jaime Guzmán. Según su hija María Irene, el corazón de su padre está en lo público, sobre todo porque adora su país. “Siempre ha tratado de aportar con lo suyo al bien común. Y ha tenido grandes desilusiones y penas, pero las olvida rápido”.

Una de esas penas fue la derrota como candidato a senador por la IV Región en 1989. Para esas elecciones la UDI llevaba tres candidatos y uno de ellos era Herman. Sin embargo, el apoyo general de la derecha –como él mismo recuerda– era a Alberto Cooper, entonces intendente de la zona. “Prácticamente empaté en 14 comunas y perdí en La Serena. Fue una experiencia bonita, aunque me dejaron muy solo políticamente hablando”.

En 1992, a petición nuevamente de la UDI, se presentó como candidato a alcalde por Santiago, sabiendo que poco o nada podía hacer contra Jaime Ravinet, pero consciente de que si obtenía la primera mayoría, sería nombrado concejal. Y así fue.

Su última gran aventura política –y quizá la más dolorosa– fue en las elecciones parlamentarias de 2001. En esa oportunidad se vio obligado a deponer su candidatura como senador de la UDI por la Tercera Región, tras un acuerdo de su partido en favor del General (r) Jorge Arancibia. “Me acuerdo que cuando me llamó Longueira para bajarme, yo le pregunté: ¿Qué pasa si no acepto? Y él me contestó: ‘El Mercurio pondrá mañana que falló el acuerdo de la Alianza por culpa de Chadwick. Tú verás’”.

 

Lado B

Hace casi dos meses, Herman dejó el Consejo Nacional de Televisión después de 13 años, primero como parte del consejo, luego como vicepresidente por nueve años y finalmente como presidente, nombrado por su primo Sebastián durante su mandato como Presidente de la República. Así que hoy está tratando de llenar el vacío que le dejó esta labor, por lejos, según él, la más satisfactoria que ha tenido en el ámbito público. Pero como su propia hija asegura, su papá no es muy dado a estar tranquilo. “Cuando le viene el desasosiego (una palabra muy de los Chadwick Piñera) no hay quien lo pare. Tanto que si me preguntan por un regalo útil, yo diría una cuota de paz y un dosificador de energía”.

Y la misma potencia que le pone a su oficina y a su vida pública la pone en sus casas, las que considera como su principal hobby. Aquí la jefa es su mujer y él, su fiel asistente. Y es que ella tiene un reconocido buen gusto, es una productora innata y una estupenda anfitriona. La casa en Alcántara, ícono del barrio El Golf y lugar donde criaron a sus cuatro hijos, es el centro de reunión, tanto así que Herman le puso “La garita”, porque siempre hay algún nieto asaltando la despensa después del colegio. En Zapallar pasan los veranos. Aquí Herman aprovecha de caminar dos horas diarias, conversar con sus “amigos del mar” y gozar de la familia. En Tierras Blancas se permite ponerse más nostálgico, y en la parcela de Las Condes se desconecta los fines de semana. “Cada lugar tiene lo suyo y con mi mujer hemos aprendido a sacarle el mayor provecho”.

Su amigo de la vida Jorge del Río, compañero de veranos, aventuras y estudios, lo describe como una persona de mucho humor, capaz de reírse de sí mismo, mientras otros, como Ricardo Lagos,  como un poco pretencioso, ya que le gusta andar muy bien vestido.

Pero lo que definitivamente lo hace vibrar es la familia: su mujer, sus cuatro hijos –Herman, María Irene, Juan Francisco y Marcelita– y sus trece nietos. “Siempre ha sido como el patriarca, es un hombre que congrega, que resuelve, que da soluciones, que acompaña, que acoge y que da muchísimo cariño”, aseguran.

Siempre inquieto, hoy tiene mucho en que aliviar su “desasosiego”. Sólo por nombrar algunas, es presidente del Comité Empresarial Chile-España; consejero del Centro de Arbitraje y Mediación de la Cámara de Comercio de Santiago; director de una serie de rutas concesionadas (conocido como “el señor de los caminos”, presidió Copsa por diez años, en pro de las concesiones de obras públicas) y también socio principal del estudio de abogados Chadwick y Cía. Además, se acaba de sumar al emprendimiento de su hija mayor, una oficina de comunicaciones.

 

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