Editorial
Septiembre llega de improviso, estamos en pleno invierno y de repente aparece este mes maravilloso, que le cambia la cara a los jardines y a nosotros también. Y que nos hace pensar en Chile… Hablar de un país siempre genera diferencias, sobre todo cuando se trata de su imagen, de planificar sus obras públicas, o determinar gastos para un proyecto y no para otro. En el camino se logran grandes cosas y también varios desaciertos, los que tienen un impacto directo en la calidad de vida y nos van transformando como sociedad.
En Santiago tenemos barrios muy lindos y que se han sabido cuidar, que nos siguen recordando parte de nuestra historia y que nos enorgullecen. Uno de los objetivos de Art Stgo, la feria que organizamos por tercer año consecutivo en el GAM, es motivar a que aún más personas vayan a Lastarria, y se empapen no sólo del arte de los artistas emergentes que durante ese fin de semana venden sus obras, sino también de lo mucho que pasa en el lugar: museos, hoteles boutique, restoranes, edificios patrimoniales, y ese ambiente cosmopolita, mezcla de turistas, bohemia y los jóvenes que se han hecho famosos con sus coreografías afuera del GAM. En esta última versión nos visitaron 16 mil personas.
Pero por supuesto hay que mejorar muchos otros barrios famosos, pero no por lo bueno. Me tocó acompañar a mi niñita a la Parroquia San Cayetano, en La Legua, donde todos los martes alguna familia del colegio deja las verduras que llevan las alumnas para que las encargadas del comedor puedan seguir dándole almuerzo a más de 50 personas. Me acordé de Germán del Sol, ganador del Premio Nacional de Arquitectura y gran conocedor de Chile, que a través de cartas a El Mercurio o de su blog, siempre está tratando de influir con su experiencia a mejorar nuestra ciudad, “aunque con resultado cero”, dice él. En una oportunidad comentaba que una solución para lugares como La Legua es tomar el ejemplo de otros países que en vez de invertir en zonas que ya tienen un atractivo en sí mismo, lo hacen construyendo grandes obras en ciudades o barrios más pobres. “Un ejemplo conocido es Bilbao, era la ciudad más fea de España, sucia y donde sólo se iba a comer, porque tenía buenos restoranes. En los 80 vino una gran inundación y decidieron construir el Guggenheim del arquitecto Frank O. Gehry. Eso bastó para atraer turistas y lograr que todo tirara para arriba. Hay casos similares en Bogotá, París, Londres… En nuestro país se podría hacer lo mismo, bien pensado obviamente, con buena comunicación a las autopistas, etc. El Centro Cultural del Palacio a Moneda quedó muy bien hecho, pero en vez de estar en el subterráneo, de una zona que ya tiene suficientes atractivos, se podría haber construido en otra que haya que levantar. Es imposible llegar a un lugar e intervenir todo, pero basta con hacer una obra importante para que lo que lo rodea se suba al carro”. Me pareció un muy buen punto de vista.
En lo que sí se ha generado una gran conciencia es en recuperar y mantener todo lo relacionado al patrimonio chileno, y muchos dueños de casas de campos antiguos han logrado mantener su historia incluso después de fuertes terremotos. En esta edición fotografiamos dos casonas que conservan el esplendor de sus tiempos. La de nuestra portada es de 1856, completamente de adobe, y una de las pocas de la época de dos pisos. Sus dueños se han empeñado en mantenerla tal como la tenían sus antepasados.
El ex canciller Alfredo Moreno también nos abrió las puertas de su espectacular casa del 1900, la que tuvo que restaurar por completo luego del terremoto de 2010.
Aquí descubrió su pasión por los caballos, y se transformó en un embajador de nuestras tradiciones.
En el otro lado de la arquitectura chilena, le mostramos una casa contemporánea y muy minimalista en Panguipulli, diseñada por el arquitecto Sebastián Browne; y una parcela en El Monte, con un look industrial y una distribución amplia, sencilla, para vivir tan tranquilos como el paisaje que los rodea.
Magdalena Bock, Directora.
magdalenabock@ed.cl