Editorial
“Me he dado cuenta que la gente le tiene miedo al color”, dice India Mahdavi, la famosa arquitecta y diseñadora iraní, que se ha hecho famosa por su gusto policromático. “¿Por qué? Porque elegir el correcto es difícil. Lo comparo con el clóset: es mucho más fácil vestirse de negro que usar cinco colores distintos y verse bien. A mí me gusta mezclar y dejar que se insulten entre ellos, tener un argumento. Cuando todo es muy perfecto, es aburrido”. Es fácil para alguien como India Mahdavi, que es capaz de convertir el rosado chicle en un tono masculino, que creció en una familia nómade, que divide sus recuerdos según los colores con que identifica cada ciudad en la que vivió y que toda su infancia se refugió en salas de cine, viendo al menos tres películas al día. Para ella es innato, pero no es lo normal. El tema del color es casi un sexto sentido, aunque como todo, también se puede aprender. Y nunca es tarde.
Hoy, además está de moda, en las pasarelas todo es color, y mientras más rara la combinación o la mezcla de estampados, mejor. Hay permiso para equivocarse. Gucci siempre ha sido un buen ejemplo de esta audacia, y su director creativo, Alessandro Michele, ha logrado ir evolucionando este sello tan definido que tiene la marca, con un éxito impresionante. Sus ventas han aumentado casi un 50 por ciento, no sólo vende más, sino que además vende más caro, y cada vez con más color, incluso en las colecciones de hombres.
No hay combinaciones prohibidas (lo que no significa que todas sean un acierto), pero en decoración el tema es más complicado. Creo que cuando se trata de la casa es mucho más difícil usar el color sin perder la elegancia, y esa sensación de calma y agrado que ojalá tuvieran los espacios. Siempre recuerdo la impresión que me dio conocer, hace unos 15 años, un departamento de Ignacio Pérez-Cotapos, fundador de ED, que en un living chico tenía muros naranja, cortinas verdes, piso de parqué negro, alfombra azul y tapices de leopardo, lo más sofisticado, masculino y distinto que me ha tocado ver trabajando en esta revista. El conjunto era perfecto. Había que concentrarse en cada color, para darse cuenta que no era una combinación obvia, porque se sentía tan natural y poco forzado. A él siempre le ha gustado el color y le sale fácil. No es raro que en este número publiquemos su nuevo departamento, donde también todo es color.
Pero a veces algunos acentos bastan para salir del blanco, gris y beige. Y la casa decorada por Catalina Fernández en Cachagua es un buen ejemplo de ello. Las paredes son neutras, pero cada espacio tiene un accesorio o punto de color que lo levanta y le da personalidad.
Cada una de las cuatro casas que publicamos en esta edición nos da una lección diferente del uso del color, y de cómo éste puede estar presente en cocinas (como la roja de un espectacular departamento frente al Parque Forestal), libreros, muros o accesorios. El resultado siempre es atractivo.
No podíamos dejar fuera de este número a Miles Redd, el decorador americano que ha sido denominado como “the King of Color”, por su capacidad para darle tres dimensiones hasta a las puertas, tapizándolas con distintos tonos de seda y tachas doradas. Hace poco inauguró su nueva oficina en Chelsea, Nueva York, un gran espacio pensado justamente para persuadir a sus clientes sobre la alegría de vivir con color. Su trabajo es en sí una inspiración y una carta de invitación a atreverse, y ¡esperamos que esta edición lo sea para ustedes!
Magdalena Bock, Directora.
magdalenabock@ed.cl