Editorial
Hasta hace pocos años teniamos una sola edición que circulaba durante enero y febrero. Recuerdo que nos costaba un mundo encontrar casas que publicar en ese número, la mayoría se ocupaban sólo en los meses de verano, por lo que no se les destinaba mucha energía, estaban pensadas como algo transitorio, prácticas, pero ni tan cómodas. Hoy las distancias se han acortado, y estos lugares se viven todo el año, tienen la identidad de sus dueños, lo que nos ha permitido recorrer el país a través de ellas y mostrar buenos ejemplos en nuestras páginas. Me encantó la edición de Chiloé que hicimos a comienzos del año pasado; este verano también estuvimos en Los Vilos, y cerca de Panguipulli; ahora nos fuimos a Vichuquén, a un campo a orillas del río y a Zapallar. Cada lugar que hemos fotografiado tiene algo diferente e individual, que tiene que ver con la naturaleza en que está inserta y con el estilo de vida de quienes las habitan, son casas que no tienen nada que ver con las que esas mismas personas tienen en Santiago, hasta su energía es otra, porque son otros sus momentos y recuerdos, y eso es lo que nos gusta rescatar de ellas.
¿Cómo debe ser una segunda casa? Partamos de la base de que las buenas vacaciones siempre se hacen cortas, “aquellos que quieren descansar… cuánto trabajan para conseguirlo”, dicen por ahí, por lo que ojalá el cambio de switch no sea sólo salir de la ciudad y la rutina, sino que también cambiar de contexto, dar un giro. Aquí lo que cuenta es el feeling, lo que sintamos y experimentemos al estar ahí; que sea una casa abierta, relajada, informal, sin reglas fijas, y donde no haya tantas estructuras, no tiene para qué haber living, puede ser sólo un gran estar, los espacios pueden estar integrados y hacerse a la medida. Muchos recuerdos de verano los viví en el departamento de una amiga en Reñaca. No debe haber tenido más de 50 metros, pero eso nunca fue impedimento para que ella invitara al grupo completo y sus papás vivieran haciendo comidas, celebrando cumpleaños… Era casi mágico todo lo que ahí se lograba. Con un par de movimientos el living se transformaba en una pieza para cuatro personas, y una escalera de bombero llevaba a un altillo con muchas camas, como de cuento. Todo estaba muy bien pensado, justamente para luego no pensar mucho en nada, y dejarse llevar por el mood del momento. Ahora que tengo hijos, además me impacta la buena onda, el relajo y la paciencia de los papás de mi amiga.
Pero el tema no va por los metros –a veces justamente queremos ampliarnos cuando salimos de nuestras casas–, sino en que ojalá siempre exista esa sensación de libertad y donde todos se sientan cómodos y bienvenidos. Como dice Mies van der Rohe, “menos es más”. Muchas veces al planear un espacio pensamos en cómo se verá, pero si de descansar se trata, el punto de partida debe estar dado por lo intangible, por lo que no vemos, pero sí sentimos al abrir la puerta de una casa.
Magdalena Bock, Directora.
magdalenabock@ed.cl