Arte

Norton Maza, representante de Chile en la Bienal de arte de Venecia: “No sabía nada, estaba en otra… y de pronto me vi postulando”

Así, casi sin planearlo, el artista emprendió el camino que lo llevará a representar a Chile en la muestra de arte contemporáneo más relevante del mundo. Lo que empezó como una sugerencia casual de un coleccionista argentino se convirtió en una carrera contra el tiempo y, finalmente, en la validación de un talento que, algunas veces, dudó de si mismo.

Todo partió con un mensaje inesperado: un coleccionista argentino le sugirió postular a la Bienal de Venecia sin que él siquiera supiera que el proceso estaba abierto. En cuestión de días, y casi por intuición, Norton Maza decidió hacerlo. Lo que parecía una posibilidad remota se transformó en un desafío artístico y humano que hoy lo tiene preparando Inter Reality, la obra con la que representará a Chile en la 61ª Bienal de Arte de Venecia en 2026. Desde sus orígenes en Lautaro hasta este nuevo hito en Venecia, su historia es la de un creador que ha hecho del arte una forma de vida, reflexión y resistencia.

¿Qué significa para ti este nombramiento y cómo estás viviendo el proceso?

Todavía no puedo creerlo. Es algo que uno tiene que ir asimilando. Primero viene la felicidad, claro, pero después llega el momento de concentrarse completamente en el trabajo y en el desarrollo de la obra.

Para mí es algo muy fuerte. Lo vivo desde muchos lugares, no solo desde el arte, sino también desde la vida. El arte ha sido una herramienta que he podido desarrollar con mucho esfuerzo, es un vínculo que nació casi de forma inconsciente. Hay muchos artistas excepcionales, y este es un mundo muy difícil. Por eso siempre ha sido un desafío para mí.

No sé si tengo talento, pero la vida me entregó este camino. Y que ahora me toque representar a Chile en Venecia, algo que uno siempre ve tan lejano, es realmente mágico.

Parte de Inter Reality, la obra que representará a Chile en la 61ª Bienal de Arte de Venecia.

Hay también un contraste potente: pasaste por el exilio y hoy representas a Chile. ¿Cómo lo asimilas?

Nunca pensé que se me daría esta posibilidad. Nací en Lautaro, imagínate, vengo del río Cautín. Luego vino Francia, Cuba, otra vez Francia, después Chile… y ahora Venecia, con sus canales. Siempre el agua cerca. Pero esto trasciende el arte, es algo profundamente emocional.

Es una oportunidad de la vida, una oportunidad para dialogar, reflexionar, mirar el mundo de otro modo. No lo veo como algo que me beneficia a mí, sino como una posibilidad de generar pensamiento, historia y encuentro a través de la obra.

Cuéntame del equipo detrás de este proyecto. Hay vínculos y experiencias de trabajo previas con Mathias Klotz, Dermis León, Marisa Caichiolo, Beatriz DiGirolamo y Claudia Pertuzé, pero me imagino que también has trabajado con más personas. ¿Por qué decidiste reunir a este equipo para tu propuesta para la bienal?Siempre digo que los grandes proyectos son la suma de muchas pequeñas cosas. En este caso, hay una curadora argentina, Marisa y otra cubana, Dermis León, que vive en Chile hace muchos años. También está Beatriz Di Girolamo, artista que me asesora en la visualidad de la obra, Claudia a cargo de la gestión y Mathías Klotz, arquitecto, que apoya con la parte técnica y constructiva.

Armar el equipo fue una carrera contra el tiempo: cuando empecé a reunir gente la convocatoria llevaba tres semanas abierta. Por suerte todos dijeron que sí. Las curadoras ya habían trabajado juntas, así que propuse una curatoría compartida, colaborativa. Y así se fue dando todo.

Para mí lo más importante es que el equipo sea de diálogo, donde todos escuchen y propongan. Por eso siempre nombro a cada persona que participa: cada uno pone un clavo, una idea, un cimiento. Si tuviera que postular otra vez, armaría el mismo equipo sin dudarlo. Ya somos como los Avengers (ríe).

El rapto, 2016

Tu obra explora las tensiones socioculturales y políticas que genera la globalización, las migraciones, el poder, lo simbólico. ¿Cómo se relaciona Inter Reality con estas temáticas?

Sí, muchas de mis obras tienen esas tensiones, incluso cuando están más soterradas. En este caso, estoy trabajando sobre el cambio climático y la ecología. Todo eso se vincula con el comportamiento humano. Inter Reality es una obra global, universal. Estamos en un contexto en que ya no tan solo preocupa lo de la esquina. Antiguamente, nos preocupaba el vecino, lo que pasaba en la esquina. Pasan los años y nos preocupamos de la cuadra, después de la ciudad, el país. Y ahora estamos preocupados porque, a través de la tecnología, están todos en nuestra casa.

Dentro de ese contexto llega esta pieza sensorial: tiene sonido, vibración, olor, música. No se trata solo de observarla, sino de vivirla. Es una experiencia inmersiva que busca provocar reflexión a partir de las percepciones. La obra tiene vida propia: los elementos se mueven, respiran, parecen reales. Y eso dialoga con la idea de los “tonos menores” de la Bienal: una narrativa más poética que espectacular.

¿Qué esperas que viva el espectador frente a tu obra?

Quiero que la obra provoque reflexión, un cuestionamiento sutil. Que invite a pensar, a sentir. Es una pieza que lleva hacia adentro, hacia lo íntimo.
El espectador termina siendo parte del núcleo de la obra, ese universo del que te hablaba y que remite a lo que tenemos dentro. Si logro que la gente se sensibilice, aunque sea un 2%, ya estará cumplido el objetivo.

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