A su manera

Por fuera no dice tanto pero por dentro es bonita, luminosa y funcional. Es decir, el fiel reflejo de su dueña, la decoradora María José Duch. Una casa donde se siente el ambiente relajado y donde los espacios están pensados para ser súper vivibles.

 

La decoradora María José Duch y su marido, el arquitecto René Castro, llevaban varios años buscando una casa. Ella quería una antigua para echar abajo y quedarse con un gran jardín y buenos árboles que le dieran sombra. Pero él encontró un sitio con una vista espectacular en Lo Barnechea. Juntos decidieron construir ahí su casa. Ahora llevan tres años viviéndola y les encanta. El paisajismo se integró a la arquitectura, la arquitectura a la decoración y todo el conjunto se integró a la vista. “Es un espacio muy abierto, pero nadie te mira”, explica la “Negra”, como le dicen sus amigos.

Se ve grande, pero no es tan grande. Es una casa de espacios amplios y abiertos, lo que la hace una casa muy suelta y absolutamente funcional, todos los recintos se usan. Cuando le pregunto cuál es su rincón favorito, ella me dice: “el living, porque es como la segunda salita… llego, tiro mi cartera y está todo cerca: la cocina, el quincho y los niños también entran y salen. Es un espacio muy rico para instalarse y ver televisión o leer el diario”.

Otro lugar favorito es el quincho, espacio que en conjunto con el living y comedor forman lo que es el pabellón, todos estos unidos por shutters en la fachada, elemento que gracias a su condición, da la cualidad de espacios intermedios, informales y con sensación de libertad. En las tardes más cálidas, después de llegar de su oficina, la Negra se instala ahí. Los niños se echan en las reposeras y cada uno hace lo suyo. Tiene uno de 10, Gerónimo, y Mateo, de 17. “Si uno tiene que estudiar, se va al escritorio, si otro quiere jugar puede bajar al subterráneo donde hay un espacio especialmente pensado para ellos”.

La casa es bien lineal y los espacios son abiertos. Se desarrolla en un nivel, salvo el dormitorio principal que se pensó en el segundo piso, como un departamento aparte.

En el living comedor tiene un mueble largo de doce metros que atraviesa todo el espacio. Detrás de unas puertas de madera está el televisor y el bar, y termina en el quincho con un espacio de lava copas integrado, que funciona con el comedor de afuera. “Puedo invitar a 32 personas cómodas entre el comedor y el quincho, más todos los otros que quepan en los espacios que hay entre ellos”, explica la decoradora. Es que con sus hijos, papá, hermanos y sobrinos son 46 y se juntan harto en esta casa. Por fuera, la casa es de arquitectura de líneas modernas y simples, pero ya de entrada se nota el sello de María José. “No quise tener el hall tradicional”, dice, y por eso, en la entrada, armó un muro con una gran colección de arte precolombino. Esculturas y textiles que viene recolectando con mucha dedicación desde hace diez años. “Tienen historia de gente sencilla, son objetos que han pasado por hartas manos”, dice. En el living tiene cuadros de Benjamín Lira, dibujos de Tere Cruz, Echazarreta y Cienfuegos, junto a antigüedades, como cajas de caoba que heredó de su mamá.

María José trabaja con un equipo de seis profesionales en su oficina: todas mujeres expertas en arquitectura, interiorismo y decoración. Escuchan y aprenden a diario de ella, pero sobre todo lo pasan muy bien trabajando juntas. La Negra piensa que sin ellas no podría llegar a los mismos resultados.

De su mamá, Aída Márquez, heredó el gusto por recibir gente en su casa, tener siempre flores, rica comida y sobre todo, el gusto por la decoración. La Negra es sencilla, generosa y dedicada. La impresión general en su casa es de integración total. A la paleta de grises que pensó para sus hijos incorporó leves toques de colores, como el verde que se puede ver en la alfombra del comedor y que dialoga con el jardín. Desde el ventanal se ve el paisajismo diseñado por las Passalacqua que hacen de este, un lugar íntegro y de mucha paz.

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