Decoración

En Vitacura: un departamento rediseñado con memoria, identidad y cariño

Diseño, afecto y nuevos comienzos se cruzan en este departamento de Vitacura, donde una hija interpretó a su padre para crear el interiorismo de su nuevo hogar.

A veces, los nuevos comienzos no empiezan con una decisión, sino con una necesidad más profunda. Así fue el caso de este proyecto personal y emocional: el rediseño del departamento de un padre, a través de los ojos —y las manos— de su hija, la interiorista Daniela Quinzio de Estudio Quinzio.

“El trabajo con su departamento comenzó mucho antes de proyectar el interiorismo”, cuenta Daniela. Previo a esbozar planos, colores o muebles, su padre necesitaba un lugar en donde empezar su nueva historia. Juntos visitaron varias opciones, buscando ese espacio que pudiera contener una vida nueva. La combinación de su cercanía y profundidad permitió que ella supiera reconocer el elemento decisivo para poder encontrar el lugar ideal. “No importaba si el lugar era bonito o feo. Lo importante es que tuviera lo indispensable para comenzar algo nuevo, que entregara posibilidades”.

El departamento elegido —aunque no convencía del todo a su dueño— tenía lo necesario: techos altos, amplitud y luz. “Era como una página en blanco donde escribir esa nueva vida que mi padre, ya grande, quería comenzar”.

 

 

Las posibilidades que la interiorista vio comenzaron a tomar forma. El piso flotante se cambió por madera original, buscando continuidad en todo el espacio. Una terraza, antes cerrada, fue recuperada y conectada nuevamente con el dormitorio principal: “Las terrazas son importantes. Permiten que circule el aire, que se genere contacto con el exterior y todo lo que entrega. Viendo, frío, lluvia. Es clave poder sentir estos elementos”. Luego vinieron las mamparas de vidrio y metal – una actualización moderna y necesaria para este departamento de los años 70 -, permitiendo el acceso de aún más luz y aire. Además, se intervinieron los baños, siempre con la premisa de facilitar, limpiar e iluminar los espacios.

Solo entonces, una vez despejado el lugar, comenzó realmente el trabajo de interiorismo. La relación cercana —intensamente cercana— con el cliente, su propio padre, fue el mayor desafío. “Conozco todo lo que él quiere ser y cómo quiere verse a sí mismo, lo que hizo que la visión inicial se complejizara”. Para mantener la objetividad de la relación interiorista-cliente y salir de esa paradoja, se centró en los ejes más claros de su identidad cotidiana: los libros, el arte y los objetos que atesora. Y el tiempo. “Mi padre es un gran acumulador de tiempo”, define ella.

Su biblioteca, elemento central de la casa, fue diseñada como una versión ampliada de la que había tenido siempre. “En gris carbón, de muro a muro, de suelo a cielo. Ese es su centro de operaciones, su universo laboral. Mi padre ama leer, es un lector compulsivo. Además es abogado, entonces vive de las historias de los otros y de darle solución a esas historias”, cuenta la interiorista.

Las obras de arte fueron tratadas con igual respeto: se mantuvo la disposición que él había definido en su antigua casa, y se diseñó un sistema de iluminación que las realzara sin distraer. El resto del departamento giró en torno a estos tres elementos: biblioteca, arte, objetos.

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Padre e hija trabajaron juntos en la elección de colores, muebles y luminarias. Siempre pensando en sus colecciones, en su historia, en quién es y en quién quiere seguir siendo. “Cada espacio tiene su propio color, cuidadosamente elegido. El azul es de sus favoritos, porque es fanático de la Universidad de Chile. Lo usamos en dos tonos: un azul profundo en el dormitorio —parecido al mar, porque es un lugar donde siempre vamos juntos—, y lámparas de otro tono distinto en el comedor. Verde oscuro en el mueble principal del living, para transmitir tranquilidad. Y recientemente aplicamos un terracota en el muro del recibidor.»

 

Como elemento central del comedor se eligió una gran mesa para dieciséis personas, pensada para los encuentros familiares, diseñando un espacio limpio, íntimo, donde lo importante sea verse y escucharse.

Más que un trabajo de interiorismo, este fue un ejercicio de amor y lectura íntima. Un acto de comprensión a través del diseño. Una oportunidad para comunicarse, desde un lenguaje compartido, habitando así un espacio desde cero, pero con toda la calidez que se necesita.

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