La perspectiva de género en el espacio público ha emergido como un tema fundamental en la planificación urbana contemporánea, y la realidad chilena no ha quedado fuera. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de perspectiva de género urbana?
Nuestras ciudades se han caracterizado por tener graves brechas de planificación y con ello diversos grupos han quedado fuera de ésta, entre ellas las mujeres, con implicaciones significativas para la equidad y la inclusión en nuestras ciudades.
La “integración de género” es la práctica de garantizar que mujeres y hombres tengan la misma participación en las políticas, la legislación y la asignación de recursos. En este sentido, el caso de Viena se destaca como un ejemplo pionero de cómo abordar esta cuestión de manera efectiva y transformadora, ya que ha llevado a cabo unos 60 proyectos piloto con perspectiva de género y ha evaluado otros 1.000, ofreciendo lecciones valiosas para nuestras ciudades en la búsqueda por mejorar la calidad de vida de todos sus habitantes.
Los primeros pasos hacia la consideración del género en la planificación y acción urbana en Viena pueden rastrearse hasta la exposición pionera sobre la vida cotidiana de las mujeres en la ciudad de Viena en 1991: ¿A quién pertenecen los espacios públicos? La vida cotidiana de las mujeres en la ciudad.
Esta acción –impulsada por las urbanistas Eva Kail y Jutta Kleedorfer, quienes trabajaban en el departamento de planeamiento urbano de la ciudad– atrajo a 4.000 visitantes y generó un debate público sobre las áreas donde las mujeres se sentían inseguras, cómo se desplazaban y, en términos más generales, para quién era la ciudad.
A través de métodos innovadores, como focus groups y análisis detallado de la movilidad cotidiana de mujeres y niñas, identificación de espacios de ansiedad y bienestar, a través de la pregunta “¿quién utiliza el espacio público a las 15:30?”, se logró salir de la mirada únicamente productiva y ver a las personas fuera de los patrones considerados universales, logrando poner en discusión lo que antes había sido pasado por alto en la planificación urbana convencional.
La creación en 1992 de la Oficina de las mujeres, dirigida por la misma Eva Kail, representó un hito significativo en la institucionalización de este enfoque en Viena. Esta entidad se convirtió en un motor clave de cambio, liderando una serie de proyectos que abordaron diversas dimensiones de la vida urbana desde una perspectiva de género. Desde la mejora de las condiciones de reproducción y el fomento del ocio y el deporte, hasta la optimización de la movilidad peatonal y la seguridad en el espacio público, la Oficina de las Mujeres desempeñó un papel crucial en la promoción de la equidad de género en la ciudad.
Ejemplos concretos, como el proyecto de vivienda Frauen-Werk-Stadt de 1997, ilustran cómo la incorporación de la perspectiva de género puede traducirse en diseños urbanos más inclusivos y funcionales, se caracterizó por su enfoque centrado en las necesidades de las mujeres, desde la disposición de espacios comunes hasta la distribución de servicios y la seguridad del entorno. La creación de áreas de juegos seguras para niños, el establecimiento de rutas peatonales accesibles y la implementación de medidas de seguridad específicas para mujeres fueron solo algunas de las intervenciones que contribuyeron a hacerlo un ejemplo de diseño urbano sensible al género.
Otro ejemplo, Mariahilf, un barrio central densamente poblado con unos 28.000 habitantes fue designado distrito piloto. Entre 2002 y 2006 se mejoró el alumbrado público en 26 zonas identificadas en las encuestas como generadoras de ansiedad, se modificaron los semáforos para dar prioridad a los peatones y se instalaron asientos en nueve nuevas ubicaciones. Se amplió más de un kilómetro de vereda y se dejaron cinco zonas completamente libres de barreras para dar mejor cabida a los coches de niños, a los usuarios de sillas de ruedas y a las personas mayores. El vínculo entre veredas más amplias, bancos y género puede ser difuso, es una cuestión de garantizar la igualdad de oportunidades y acceso. Por ejemplo, para una persona mayor, una banca bien colocada puede marcar la diferencia entre participar en la ciudad o quedarse en casa.
Para las ciudades chilenas, este caso ofrece lecciones valiosas sobre la importancia de considerar las dimensiones de género en el desarrollo urbano. Al adoptar un enfoque inclusivo y sensible al género en la planificación urbana, las ciudades pueden crear entornos más equitativos y accesibles para todos sus habitantes, marcando la diferencia en la vida diaria de las personas y contribuyendo a la construcción de sociedades más justas y equitativas.