El déficit habitacional en Chile es una realidad innegable que afecta a cientos de miles de familias en nuestro país. Ante esta crisis, la respuesta en una primera etapa desde el Estado fue privilegiar la cantidad de unidades construidas como solución inmediata. Sin embargo, en los últimos años ha habido un vuelco en esta lógica: hoy se busca no solo construir más viviendas, sino también generar barrios con infraestructura, servicios y espacios públicos que permitan valorizar estas propiedades en el tiempo y mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
La arquitectura tiene un profundo impacto en la vida de las personas. No se trata solo de diseñar edificaciones funcionales, sino de crear entornos que favorezcan la interacción, la pertenencia y el desarrollo humano. Espacios públicos de calidad, áreas verdes accesibles y entornos seguros son elementos clave para transformar positivamente la vida de quienes los habitan.
Si bien aumentar la oferta de viviendas es urgente, la calidad de los espacios públicos asociados no puede ser una prioridad secundaria. Son lugares de encuentro, esparcimiento y desarrollo, esenciales para construir tejido social y fomentar un sentido de pertenencia. Sin estos espacios, las ciudades se convierten en entornos poco amables, donde el aislamiento y la falta de seguridad se agudizan.
Una nueva estrategia urbana
La política habitacional en Chile está transitando hacia un modelo que considera la ciudad como un sistema vivo, donde los espacios públicos son el alma de las comunidades. Iniciativas como el programa Ciudades Justas, impulsado por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu), reflejan este cambio de enfoque al priorizar la construcción de equipamiento comunitario y servicios urbanos en barrios estratégicos a lo largo del país. El programa busca acelerar la entrega de infraestructura clave en sectores con déficit urbano, asegurando que las familias cuenten con servicios esenciales en sus barrios. Esta estrategia incorpora la construcción de parques, plazas, veredas iluminadas, centros de salud, escuelas, jardines infantiles y centros comunitarios, además de mejorar la conectividad con el transporte público y los servicios del Estado.
Algunos de los barrios que han sido seleccionados para este modelo de gestión urbana incluyen Altos La Chimba en Antofagasta, Ciudad Mapocho en Quinta Normal y Ciudad de los Vientos en Punta Arenas. En estos casos, no solo se busca construir viviendas, sino transformar completamente el entorno urbano para hacerlo más habitable y funcional.
El impacto en la plusvalía
Un aspecto clave de este nuevo modelo es su impacto en la valorización de los terrenos y propiedades. La lógica es clara: cuando el Estado interviene con infraestructura, equipamiento y conectividad, las viviendas y su entorno adquieren un mayor valor. Esto no solo beneficia a las familias que habitarán estos espacios, sino que también genera un círculo virtuoso de inversión pública y privada. En proyectos como Ciudad Mapocho, el Minvu ha señalado que el valor del suelo aumentará significativamente debido al desarrollo de equipamiento y acceso a espacios públicos de calidad. Este modelo se ha implementado con éxito en países como Inglaterra, Estados Unidos y España, donde la planificación urbana ha permitido que los recursos públicos destinados a la vivienda no solo cubran la necesidad habitacional, sino que también generen ciudades más integradas y sostenibles.
Desde la USS celebramos que se esté dejando atrás el paradigma de la vivienda como un número en las estadísticas y comenzar a pensar en la ciudad como un espacio de oportunidades, bienestar y desarrollo. Solo así podremos construir ciudades más habitables, equitativas y con un impacto positivo a largo plazo.