Colores, texturas, aromas y sabores. Así se define Mola un Montón, el proyecto de catering creado por Martina Lesch que nació de su pasión por la gastronomía y las mesas bien puestas. Más que platos, ofrece experiencias: momentos que comienzan con el asombro visual y terminan con la satisfacción de haber probado un banquete tan variado como inesperado.
El nombre también tiene su historia: en un intercambio en Sevilla, Martina se enamoró de la expresión “mola un montón”, una manera española de decir que algo encanta. Esa chispa lúdica y cercana refleja a la perfección el espíritu de su marca: mesas coloridas, dinámicas y llenas de vida, donde cada plato invita a mirar, probar y compartir.


Para ella, lo más importante de la comida son las situaciones que genera a su alrededor. Por eso, cada catering o evento está pensado para provocar asombro: desde la estética de las presentaciones hasta la explosión de sabores. “Primero entra por los ojos, luego viene el momento de querer probar absolutamente todo”, cuenta. Y el resultado final suele ser el mismo: mesas vacías y clientes felices.
La evolución de Mola un Montón es un reflejo de la creatividad de su fundadora. En solo dos años, ha pasado de ofrecer tablas de picoteo más simples a un catering de autor donde cada encargo es una pieza única. Aunque el menú tiene sus clásicos más queridos, como las empanadas argentinas o el aceite de chile y ajo, Martina busca siempre innovar. Y si hay un producto que se ha vuelto insignia de la marca es la focaccia de cinnamon roll, una receta que se transformó en un verdadero “vicio” para sus clientes.


Además del catering, Martina vende y cuenta con un catálogo online de artículos de cocina y mesa seleccionados que escoge personalmente, una idea que nació de los comentarios de clientes que querían replicar la estética de sus mesas. Para ella, la vajilla es el inicio de todo, lo que le da forma, color y determina cómo se va a presentar la comida, cumpliendo un rol clave en el universo de Mola.


Emprender en gastronomía no ha estado exento de desafíos: la inversión, la formalización y la búsqueda de los mejores insumos han sido parte del camino. Sin embargo, lo más gratificante es el feedback que recibe: ver las sonrisas y las caras de asombro de sus clientes al disfrutar de sus creaciones.
Su meta a futuro es abrir un espacio que fusione catering, quesos, focaccias y pinchos con una tienda dedicada a los artículos de mesa, un lugar donde convivir la comida y el diseño, y donde la experiencia se viva con todos los sentidos.


