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Vitralia Studio: el arte que rescata la tradición del vitral con un sello contemporáneo

Hace menos de un año, Catalina Rondanelli decidió dar un giro en su camino creativo. Licenciada en Artes Plásticas, había trabajado en otros proyectos, pero la inquietud por encontrar un oficio que la conectara con lo manual y lo artístico la llevó a descubrir —casi por destino— el universo de los vitrales. Fue un flechazo inmediato: entre vidrios, plomo y soldaduras, encontró una técnica exigente que, sin embargo, se sintió natural desde el primer día.

Su proyecto, Vitralia Studio, combina dos vertientes: la creación de nuevas piezas y la restauración de vitrales antiguos. “Rescatar este oficio es como abrir una ventana entre pasado y presente”, explica. Para Catalina, en Chile todavía no existe gran difusión de esta práctica, y eso la motiva a expandirla, a que deje de ser vista como algo exclusivo de iglesias o países europeos, y se reconozca también en espacios domésticos y contemporáneos.

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La exploración autodidacta fue el punto de partida: libros, videos, búsquedas en internet y mucha prueba y error en su pequeño taller. Con el tiempo, esa curiosidad se fue complementando con estudios más técnicos, como el seminario del Centro Latinoamericano del Vitral, donde participó en la restauración de una pieza patrimonial en la Basílica de Nuestra Señora de Lourdes en Quinta Normal. “El hacer es una gran forma de aprender. Descubres cómo se comportan los materiales, los cuidados que requieren, y también aprendes de los errores”, cuenta.

La naturaleza es su principal inspiración: colores imposibles, formas orgánicas y combinaciones que parecen inexplicables. Esa sensibilidad se mezcla con las técnicas que hoy domina: emplomado, que une vidrios a través de perfiles de plomo; Tiffany, que utiliza cinta de cobre y soldadura; y espejos intervenidos con esta última, creando piezas que iluminan y transforman los espacios.

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Para Catalina, trabajar con vitral en el presente es también un gesto de resistencia frente a la homogeneización de lo industrial. “Un vitral hecho a mano aporta singularidad y simbolismo. Cuando entra en contacto con la luz, los colores se proyectan y generan toda una atmósfera, una experiencia que va más allá de lo funcional”.

Aunque Vitralia Studio está dando sus primeros pasos, su proyección es clara: seguir perfeccionándose en la restauración, abrir talleres para compartir el oficio y desarrollar una línea propia de piezas reconocibles, capaces de habitar tanto un hogar como un espacio patrimonial. “Ha sido un proceso ascendente y me encantaría seguir profundizando. Mi sueño es que este trabajo sea confiable y que se reconozca como un aporte real a la cultura local”, asegura.

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En un contexto dominado por objetos en serie, Vitralia Studio rescata la paciencia del trabajo manual y demuestra que el vidrio, con su fragilidad y su luz, puede convertirse en una obra viva, capaz de transformar lo cotidiano en algo poético.

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