Fue a finales de la década de los años 20′ cuando la irlandesa Eileen Gray, diseñadora de muebles y de interiores, además de arquitecta, terminó a sus 51 años su nueva residencia de verano en la Costa Azul de Francia, que buscaba compartir con su amante, el crítico Jean Badovici.
El nombre de la casa fue E1027. Si bien no suena de lo más amigable, tenía un significado romántico para Gray: es un código numérico que combina las iniciales de ella y su pareja (E» para Eileen, «10» de la «J» de Jean, «2» de la «B» de Badovici y «7» de la «G» de Gray).
La casa era pequeña, pero Eileen supo cómo aprovechar los espacios de manera sencilla, donde todo fuera eficaz. Así fue como la E1027 se convirtió en un hito de la arquitectura moderna. Se podían ver por las habitaciones novedosos armarios empotrados que aprovechaban espacios; su living también funcionaba como dormitorio si fuera necesario… Era un espacio donde los muebles eran los protagonistas de la arquitectura de la casa.
Su amigo arquitecto y teórico Le Corbusier pasaba a menudo por la E1027, tratando de convencer a su dueña para hacer algunos de sus dibujos murales, a lo que ella se resistió continuamente.
La casa finalmente fue abandonada por Gray. Fue entonces cuando Le Corbusier aprovechó el momento para pintar sus murales. Eileen sintió que destrozaron el carácter de la vivienda y lo calificó de vandalismo. Nunca más volvió.
El año 2000 –24 años después de la muerte de Eileen-, se consiguió en Francia el primer permiso para restaurar la casa. La reparación fue casi integral, pero duró poco y volvió a caer en mal estado. Así es como comenzó su segunda restauración.
A comienzos de mayo de 2015, finalmente la E1027 volvió a abrir sus puertas, esta vez para todo público. Quienes conocen la historia de Gray señalan que su esencia original ha sido modificada y que los murales de Le Corbusier no debieran ser parte de la casa. Hoy esas pinturas están protegidas.