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Alessimanía

La gran fábrica italiana tuvo la gracia de integrar diseño de calidad a productos de uso diario. En exclusiva para ED, Alberto Alessi cuenta su historia.

Nos recibe con esa sonrisa sencilla y amable de siempre. Alberto Alessi, el heredero y mandamás de la mítica marca italiana, está inaugurando una nueva tienda en Milán. Está orgulloso, se le nota, y cómo no: Alessi es una de las fábricas reconocidas por su calidad y diseño, marcando tendencia a nivel mundial desde hace casi un siglo. Ha sido, además, su filosofía la que ha permitido que el diseño de grandes autores pueda ser adquirido por más personas. Desde una mantequillera de Giovannoni con forma de barco, donde el cuchillo es el humo de la chimenea, hasta un exprimidor de Starck que nadie quiere usar como tal sino mantenerlo como un objeto de colección… Los maestros del diseño italiano Ettore Sottsass, Achile Castiglioni, Enzo Mari, Alessandro Mendini, Richard Sapper, Aldo Rossi, Andrea Branzi y arquitectos de todo el mundo, como Michael Graves, Norman Foster, Robert Venturi, Ron Arad, Frank Gehry y Marc Newson forman parte de una extensa variedad de autores que han ayudado a crear esta historia llena de magia y poesía. Una historia que incluso tendrá un capítulo en Chile, cuando en septiembre inaugure su primera tienda Monomarca en el Parque Arauco. Alberto Alessi no sólo es el personaje más visible de esta empresa familiar, sino también un genio de la industria del diseño italiano.

 

La fábrica Alessi comenzó a funcionar en 1921, ¿cómo fueron esos primeros años?

La familia Alessi está radicada desde tiempos remotos al sur del bellísimo lago de Orta, provenientes de Luzzogno en el valle Strona, al norte de Milán. Pero yo estoy convencido de que mis antepasados se encontraban entre los hombres que, a partir del siglo XVIII, se aventuraron hasta Alemania para aprender el oficio de peltreros. Algunos de ellos se quedaron y se enriquecieron, otros volvieron a casa y abrieron sus primeros talleres artesanales. Allí comienza la historia. Mi abuelo Giovanni Alessi era un artesano-empresario, un hábil tornero de planchas que en 1921 compró un terreno en Omegna y fundó esta fábrica de artículos para el hogar. Era un obsesionado por la calidad y el trabajo bien hecho.

 

Con su padre, Carlo, comenzó a entregársele a los objetos un valor agregado, el del diseño, tal como se le reconoce a Alessi en todo el mundo. ¿Cuál fue su enseñanza?
El diseño, con el significado que le damos hoy a esta palabra, nace con mi padre. Se formó como diseñador industrial en Novara y comenzó muy joven a trabajar en los talleres de la fábrica, ocupándose de la elaboración de proyectos. Entre 1935 y 1945 el catálogo cambió: es de esa época la conocida serie de té y café Bombé, un icono del diseño italiano. En los 50 tomó el puesto de mi abuelo como director general. Con mi tío Ettore se reforzó la identidad creativa de la oficina técnica y nacieron algunos productos que tuvieron gran éxito, como la serie de fruteros y cestos en hilos. Cambió los materiales, como el latón y la alpaca, por el acero inoxidable, experimentado por mi padre a fines de los 30.

 

¿En qué momento asumió usted el liderazgo de esta compañía y cuáles fueron sus ideas para esa nueva etapa?

Mi carrera comenzó a fines de los 70, el día después de licenciarme en Derecho. Mi padre me permitió ocuparme de los nuevos proyectos y comencé con mucho entusiasmo. Con una visión utópica del “arte multiplicado”, dejé listo un manifiesto técnico-cultural que proponía una nueva civilización comercial que ofrecía a los consumidores objetos artísticos a precios moderados. Ahí fueron convocados los escultores Gio Pomodoro, Carmelo Capello, Pietro Consagra, Andrea Cascella y Dusan Dzamonja. Una locura que inmovilizó por tres meses nuestro taller metalúrgico. Cuando se presentó el prototipo de Salvador Dalí, mi padre decidió que había que terminar con esta aventura. Pero después comencé a traer a los primeros proyectistas, como Franco Sargiani y Eija Helander, con los que hicimos los primeros stands y parte de nuestras oficinas. El nuevo logotipo de Alessi comenzó a utilizarse en 1971. Al año siguiente Sargiani aceptó mi encargo para ponerme en contacto con algunos diseñadores para iniciar el Programa 7. El emblema de esa serie fue la bandeja Tiffany, que se convirtió en un éxito de ventas y demostró que el buen diseño se vendía bien.

 

He sido admirador y tuve el honor de ser amigo de tres viejos maravillosos: Achille Castiglioni, Ettore Sottsass y Alessandro Mendini. ¿Qué aportó cada uno a Alessi?

Ettore Sottsass vino a Crusinallo en 1972, invitado por Sargiani. En ese primer encuentro me produjo una gran impresión, era el primer personaje de envergadura internacional con el que colaboraba, llegaba con la fama que lo precedía por su trabajo con la Olivetti y por su reputación de gurú del diseño radical. Era una especie de filósofo lleno de encanto, que hablaba de cualquier tema de manera interesante. Se convirtió en un verdadero maestro para mí.

En cuanto a Achille Castiglioni, era un mito del diseño italiano con quien me encontré por primera vez en su estudio de Plaza Castello en Milán. Comenzamos de inmediato a idear la cubertería Dry. Ha sido otro de mis maestros, curioso de todo, dotado de ironía y extraordinaria modestia, capaz de proyectar obras maestras.

Mi relación con Alessandro Mendini, por otra parte, es muy estrecha. Puedo decir que para mí representa un maestro vagamente socrático, que me fue introduciendo en los misterios de nuestra profesión. Sandro es un asesor tan sui generis y vital para la Alessi. Los primeros contactos se remontan a 1977, cuando fundó la revista de diseño y arquitectura, Modo. A Mendini le debo el proyecto de una vivienda que tuve por muchos años, la Casa de la Felicidad. Una característica de su trabajo son sus famosos mapas, en los cuales personajes, objetos, cosas y ambientes se colocan en una concatenación de relaciones, como una secuencia topográfica donde cada paso da a entender mejor el sentido del camino. El está al tanto de nuestros problemas y deseos, de una manera completamente radical. No necesitamos vernos tan a menudo, tenemos una comunicación telepática…

 

¿Y el Museo Alessi de Crusinallo?

Proyectado por Mendini y bajo la responsabilidad de la curadora Francesca Appiani en su primera fase, el Museo Alesssi está abierto a investigadores, estudiosos, periodistas y estudiantes. La institución de un museo es la evolución natural de un proceso de profundización de temas y soluciones desarrollado en el curso de los últimos veinte años. En muchas de las publicaciones de este período se podía intuir este desenlace, tanto a raíz de la intrínseca riqueza poética y artística de tantos proyectos como por la densidad del debate intelectual de donde proceden. Sin embargo, esta decisión llegó en un momento especial en el que se planteó de nuevo la reflexión sobre la función misma de los museos. Además, respondió a un fenómeno espontáneo y curioso. Todo Alessi en su conjunto está revistiendo la imagen, la naturaleza y la identidad de un museo, algo completamente nuevo. Allí se archivan todos los objetos, diseños, imágenes y documentos de lo que ha sido la historia de Alessi.

 

Ha difundido la vida y obra de los maestros que han trabajado con Alessi, como Mendini, Castiglioni, Sottsass, Sapper y Branzi, a través de la colección de documentales editados por Alessi. ¿Seguirá la serie? 

Si, la idea es sacar uno por año. Ahora tenemos circulando el documental sobre Stefano Giovannoni.

Podríamos haber seguido conversando sobre la fábrica de sueños, los nuevos diseñadores, las tiendas por todos los continentes y la Alessimanía que existe entre los jóvenes de tantos países, pero ya se nos ha hecho tarde. Alberto Alessi, fumando un regio habano tiene que atender a sus invitados a la inauguración de la tienda como el excelente anfitrión que es, afable y de una quieta personalidad que contiene a uno de los grandes genios de la industria del diseño italiano. Arrivederci.

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