En uno de los salones de Casa Cavia cuelgan libros desde el techo, como si estuvieran flotando. La puerta de entrada de esta antigua casona de la década del 20 (la única que queda en su cuadra) en Palermo Chico se abre a un pasillo con baldosas en blanco y negro, que a su vez da paso a un patio interior con sillas que rodean una fuente de agua. Adentro, los sofás y sillas verdes aterciopeladas hacen juego perfecto con paredes grises y toques dorados, mucho dorado. Es elegante y moderno a la vez. Más que un restorán, Casa Cavia es una experiencia surrealista. Todo en este lugar parece sacado de un sueño, del mundo de Alicia en el País de las Maravillas.
El proyecto nació como un regalo del argentino Juan García a su señora Ana Mosqueda. Ella, una fanática de los libros, quería tener una oficina editorial y juntos encontraron esta casona de una antigua familia aristócrata del sector, los Bolini Roca. Contrataron a la oficina de arquitectos y diseño internacional, con base en Londres y San Francisco, Kallos Turin, para rescatar el lugar. Como es Patrimonio Arquitectónico de la ciudad, no pudieron hacer cambios estructurales. Así, la casa se conserva tal cual como se construyó. En su afán de aprovechar el espacio y valor arquitectónico del edificio y darlo a conocer al resto de las personas, los dueños del proyecto pensaron en instalar una casa de té. Pero pronto el proyecto “se nos fue de control”, dice Martín Salvi, gerente de la unidad gastronómica del lugar. Casa Cavia daba para mucho más. Así, llamaron a la experta en coctelería Inés de los Santos para hacerse cargo de la barra, a Próspero Velazco, con los mejores postres de Argentina, y al chef Pablo Massey para la cocina. Y el resultado fue espectacular.
Reciben entre 150 y 170 personas al día. Es un restorán más bien chico, pero la calidad es excepcional. Pablo Massey corre para un lado y otro, está en la cocina, atiende a las personas, recibe a la prensa, hace de todo. Y así es su vida también, es surfista, le gusta el campo, es común verlo en la televisión, escribió el libro Cocina sin Excusas, y tiene otro restorán más, La Panadería de Pablo, en San Telmo. En Casa Cavia, él y su equipo hacen maravillas: la cocina no alcanza a medir tres metros por tres. Para adaptarse al espacio, el chef cuenta que debe pensar platos de fácil ensamble. Influenciado por la cocina italiana (Massey trabajó tres temporadas en ese país) y también fanático de las preparaciones mediterráneas, el chef presenta una cocina argentina con los mejores ingredientes y vinos. Así, de este rincón salen preparaciones como una entrada de sopa fría de tomates con mousse de salmón ahumado y aceite de trufas blancas, o un clásico bife de chorizo con ratatouille y chimichurri de hierbas frescas, o una ensalada de quínoa y langostinos babaganoush con hinojo fresco y hojas verdes. ¿La sugerencia del chef? Todos los platos o ninguno en específico: “Tienes que venir a comer a Casa Cavia, esa es la especialidad de la casa, que vengas, que entres, que disfrutes de la informalidad elegante del lugar”.
En los postres, Próspero Velazco se luce. Coronar una comida con el ganesha de chocolate (algo así como un volcán de chocolate) con flores de borrajas es inigualable. Los tragos tampoco se quedan atrás. Vanguardista, la alquimia que se produce en la barra de Casa Cavia es fruto del trabajo de una de las bartenders locales más reconocidas, Inés de los Santos, que presenta preparaciones clásicas pero con toques propios.
Para seguir con el estímulo a los sentidos, afuera en el patio, al fondo, está la perfumería Fueguia a cargo de otro de los anfitriones, el pintor, escultor, músico y luthier Julián Bedel. La propuesta se inspira en las tierras de la Patagonia y sus historias más ancestrales: como la de Fuegia Basket, la nativa que motivó las teorías de Darwin acerca del origen de las especies. Al lado, además, está la florería Pasión. En ella Silvana Grosso, vestuarista y directora de arte, hace los más lindos y frescos arreglos, que también adornan los diferentes sectores de la casa.
Y como la idea es compartir el lugar con la gente, organizan diferentes eventos. Hacen ciclos de cine, encuentros de análisis de libros en español y francés, y jornadas de música con diferentes dj’s y por supuesto, los mejores tragos de la casa.
Recién este 11 de diciembre cumplen un año desde su apertura. Pablo Massey cuenta que la aceptación que han tenido ha sido increíble. Dentro de los próximos pasos está agrandar la cocina para poder recibir más gente, pero como el edificio está protegido, lograr el permiso es un proceso lento. Eso sí esperan de aquí a un año tener más capacidad. Por ahora, Casa Cavia está abierto para comer los martes, jueves y viernes, desde las 21.00 horas hasta la medianoche. Los lunes y sábados abren hasta las 21.30 horas, bajo el concepto de “early dinner”, donde ofrecen cosas más para picar para acompañar los tragos. Aun así, con cocina chica y todo, Casa Cavia es uno de los imperdibles de la capital trasandina. Si va a Buenos Aires, no puede dejar de comer acá. En Chile no hay nada, de verdad nada, como este lugar.
Cavia 2985, Palermo Chico, Buenos Aires, Argentina.