Islas Cook - Itinerario ED

Cook, dos islas por descubrir

Rarotonga y Aitutaki son las dos islas más conocidas de este archipiélago, ubicado a tres horas de vuelo desde Auckland, Nueva Zelandia. De vegetación exuberante y playas idílicas, en ellas el tiempo aún transcurre lento, pero el turismo está muy bien desarrollado.

Tras haber viajado por las principales islas del mundo, puedo afirmar con certeza que las más lindas, mejor conservadas y menos contaminadas se encuentran en la Polinesia, dentro del triángulo que se forma al unir Hawaii, Nueva Zelandia y la Isla de Pascua. En el archipiélago de las islas Cook, las dos más conocidas son Rarotonga y Aitutaki, distantes a tres horas de vuelo desde Auckland. La mejor época para visitarlas es entre abril y octubre, cuando su clima es seco.

Rarotonga es una pequeña isla rodeada por una barrera de coral y una laguna adecuada para la práctica de todo tipo de deportes acuáticos. Cuenta con exuberante vegetación, algunas montañas, aguas cristalinas y playas de arena blanca y suave como polvo. Los visitantes son bienvenidos con un perfumado collar de flores de frangipani, gardenias y tiare, un lujo que no se da en otros lugares del mundo, y que es una costumbre extendida en las islas de la Polinesia.

Escribo sentado en la terraza de un acogedor café en Avarua, el pueblo principal de la isla, donde habitan no más de catorce mil personas. El ambiente y la temperatura son plácidos y agradables. El cielo y el mar se funden en un azul intenso. La gente viste coloridos estampados con dibujos de flores típicos polinésicos y las mujeres, en su mayoría, llevan sombrero. Caminan pausadamente, se saludan y conversan. Da la impresión de que todos se conocen entre sí. Hay escolares saliendo de los colegios vistiendo pulcros uniformes en tonos grises y blancos que se dispersan conversando en diferentes direcciones. Junto a los peatones, se desplazan por la izquierda autos, motos y bicicletas, a una velocidad máxima de veinte kilómetros por hora. Todo funciona como en cámara lenta. Miro a mi alrededor y veo árboles y flores entre las casas y edificios de no más de dos pisos, perfectamente bien pintados y mantenidos. Claramente se percibe una sensibilidad especial por los jardines, producto de la influencia colonial británica.

Me llamó la atención al llegar a Rarotonga que las casas tienen las tumbas familiares integradas en un espacio preponderante de su antejardín, con sus respectivas lápidas y flores frescas adornándolas.

Sucede que en estas islas la tierra no se vende ni se traspasa a otros propietarios, sino que se mantiene por generaciones y, en consecuencia, los seres queridos se entierran en el jardín y no en un cementerio, pues permanecen para siempre junto a su familia. A los ancestros no se les olvida, sino que se les mantiene presentes y son siempre homenajeados. ¡Emocionante! Sobre todo si lo comparamos con nuestra cultura.

Dan ganas de no irse más de esta isla donde la naturaleza es la reina. Aun siendo tropical, curiosamente no hay reptiles ni animales peligrosos. Abundan por todos lados gallinas con pollos y de repente se ven algunos gatos. La tierra es generosa en la producción de deliciosas frutas, verduras y hortalizas que, junto con el pescado fresco y los mariscos, forman parte de la dieta básica. Desde Nueva Zelandia llegan vinos, quesos y otros productos que no se producen en las islas.

A los isleños nada los apura. Son personas gozadoras, tranquilas y relajadas. Tanto, que la obesidad es un problema, pues hacen poco ejercicio. El deporte nacional es el canotaje, disciplina extendida también por toda la Polinesia. Rarotonga es de esos escasos lugares del mundo en que uno pone un pie y queda atrapado pues la vida se vive con una filosofía simple y lógica: jamás se pierde de vista que cada persona es sólo un eslabón de una cadena que ha habitado el lugar por miles de años y que lo seguirá habitando en el futuro. Por lo tanto, tienen incorporada a su ADN la obligación de respetar y cuidar la tierra que les dio la vida, y en la que nacerán las generaciones que vienen. Además, tienen la misión de mantener su cultura y conocimientos ancestrales, y transmitirlos de generación en generación. Así, con esta perspectiva de vulnerabilidad y paso fugaz por la vida, los isleños logran convivir felices, respetándose mutuamente, protegiendo su entorno natural y honrando a sus mayores y ancestros.

Asistir a la iglesia los domingos es un panorama imperdible en las islas Cook. El servicio religioso es una mezcla ritual entre protestante y maorí que se desarrolla en esa lengua y en inglés. Las mujeres se visten elegantísimas para la ocasión, con sus mejores tenidas y luciendo sombreros, algunos clásicos y otros elaborados artesanalmente con varillas de hojas de palmera y adornados con flores. En este despliegue de color y fe ellas cantan en tonos agudos, mientras ellos responden con unos particulares sonidos guturales. Curiosamente, cuando ambos están cantando, se complementan en una melodía agradable e inspiradora.

A cuarenta y cinco minutos de vuelo en un moderno avión turbohélice se encuentra la isla de Aitutaki. Maravillosa y mucho más pequeña que Rarotonga, bien merece el manido calificativo de paraíso. Y lo es, en especial entre mayo y agosto, cuando los vientos atraen a deportistas de todo el mundo a practicar kitesurf en la inmensa laguna que forma la barrera de coral que la rodea. Esta barrera tiene islotes deshabitados a los que se puede ir por el día para hacer picnic. Hay lugares para bucear, hacer snorkel, canotaje, windsurf o simplemente quedarse sentado tomándose una cerveza y no pudiendo creer el espectáculo del que se es protagonista. En muchas playas se puede estar solo, sin nadie alrededor. No hay masas de turistas, no hay ruidos molestos ni motos de agua dando vueltas alrededor, ni altoparlantes convocando a una clase de gimnasia aeróbica en el agua. Aitutaki es el “anti eso”. Quizás a algunos ese entorno les puede parecer fome. A mí me parece fabuloso.

Rarotonga y Aitutaki son lugares perfectos para pasar unas vacaciones familiares inolvidables. Tienen precios razonables, aunque dada la distancia en que se encuentran, pueden resultar más elevados comparados con otros destinos más cercanos a Chile. Se complementan perfectamente con un viaje a Nueva Zelandia. Todas las edades tienen para entretenerse, haciendo deportes acuáticos, caminatas y paseos en bicicleta por el campo atravesando arroyos, cascadas y plantaciones de piñas, noni y cocoteros.

Hay cafés, bares, restoranes y mercados que, aparte de ropas y artesanías, venden comida rica, sana y barata. Para quienes les gusta salir de shopping, después de la playa hay una interesante variedad de tiendas y joyerías donde se encuentran las famosas perlas negras, que se producen ahí. Para la juventud hay lugares donde bailar y divertirse durante la noche, que empieza y termina temprano. Para alojar existe una amplia oferta hotelera que va desde exquisitos hoteles cinco estrellas de lujo, hasta casas de huéspedes y Bed & Breakfast. Las islas Cook son un tesoro aún por descubrir para los viajeros chilenos, e insisto, lugares como estos, tan poco contaminados y puros, van quedando muy pocos en nuestro planeta.

Especiales agradecimientos a:

• Expan Tours / www.expan.cl • LAN / www.lan.com • Pacific Resorts Cook Islands / www.pacificresort.com • Cook Islands Tourism / www.cookislands.travel

Inspírate en tienda BazarED.cl