Rodeado de objetos de culturas originarias, de cuadros y de clásicos del diseño, Germán del Sol debe haber tenido mucho trabajo decidiéndose por cuál de todas las cosas preciosas que tiene mostrar en esta sección. Nos cuenta que encontró genial esta idea: “La belleza se expresa a través de los objetos cuando éstos trascienden su pura función. Me gusta vivir y trabajar rodeado de cosas que me inspiran”. Este arquitecto basa su obra en las culturas precolombinas, en la naturaleza, en la poesía y, valiéndose de la libertad que da el lápiz y el papel, crea espacios donde el énfasis está puesto en la experiencia de quien los habita. Dentro de sus mejores obras están el Explora de San Pedro de Atacama, las Termas Geométricas y el Hotel Remota que le valieron, entre muchos otros reconocimientos, el Premio Nacional de Arquitectura. Hoy confiesa que está trabajando en proyectos bien interesantes, pero dice ser un poco supersticioso como para contarlos todavía. Con humor y una gran cuota de reflexión, estos son sus objetos favoritos.
Mi abuela me regaló sus herramientas para tallar cuando yo era chico. Son un recordatorio de lo importante que es hacer cosas con las manos, de cómo ennoblece. Yo hago mucho trabajo manual: esculturas, lámparas…
Esta es mi oficina: un portaminas, una goma y hojas transparentes. No ocupo computador y con esto puedo trabajar en cualquier parte.
Escucho música siempre y me parece que Bach es lo máximo. Cuando no tengas nada, siempre vas a tener a Bach. Es lo mas cercano a Dios que se puede estar por su belleza.
Esta regla de cálculo de mi padre era la antigua calculadora. La gracia es que daba una magnitud, no un número de precisión militar lleno de ceros. Creo que eran importantes esos márgenes más artísticos. Hoy tanta información nos confunde.
Desde niño me impresionó este cuadro que era de mi abuela. Es el ejemplo máximo del Wabi Sabi, la manera que tienen los japoneses de apreciar la belleza de la imperfección. Este pintor pone en valor una casa llena de defectos.
Me encanta el olor de este aserrín de ciprés de las guaitecas . La arquitectura no es lo que uno ve, sino lo bien que te sientes en el lugar. Esto se logra con la luz, el espacio, el silencio y el olor. Y este último aspecto es fundamental.
De mi padre heredé una caja de habanos y dentro estaba esta lapicera de oro de mi bisabuelo, quien era abogado y hacía mucho trabajo gratis. Se la regaló un cliente y venía con una carta de agradecimiento. Me recuerda lo importante de la gratuidad y de no esperar recompensas.
Cuando buscaba terrenos para el explora de San Pedro, un lugareño me mostró un sitio y le pregunté si tenía una huincha de medir. Él me dijo “para qué quiere eso, el metro es muy impreciso. Mire los árboles, la huerta, las acequias, los muros con historia”. Tenía toda la razón y esta visión me sirvió muchísimo para proyectar el hotel después.
Esta garra de puma me la regaló uno de mis hijos. Me recuerda los muchos paseos que hice junto a ellos, recorríamos a caballo, estábamos muy en contacto con la naturaleza…
Los libros son los mejores amigos. Uno puede conversar con Sándor marai, Octavio Paz, Borges... El que no lee se ha perdido la mitad del mundo.
El vino lo elijo porque es bueno, porque convoca y crea ocasión. Sirve tanto para celebrar momentos buenos como para acompañar los no tan buenos.
Este poncho es de 1850 y se lo regaló un lonco a mi tatarabuelo Antonio Varas. El fue ministro y tuvo que ver en la rendición de Orelie Antoine, el rey de la Patagonia. Es muy importante para mí porque refleja todo en lo que me inspiro, en las capacidades de abstracción y síntesis de las culturas precolombinas.
El jardín es mi deporte actualmente. El principal mal de esta época es estar encerrados, el antídoto es el jardín. Y podar es la mejor terapia que he visto jamás.
Mi papá me regaló el primer frasco de esta colonia francesa cuando tenía 12 años. Nunca he dejado de usarla, ya no la fabrican y me cuesta mucho encontrarla. Me trae recuerdos de toda la vida.
Este cuadro es de Juan Echeñique, son piedras de las Torres del Paine. Lo elegí porque es bonito no más.
Cuando chico se me rompió el calcetín y la nana de mi abuelo me lo zurció y al verme afligido me dijo “no se amargue, cualquiera puede comprarse un calcetín nuevo, pero para tener uno zurcido tiene que tener a alguien que lo quiera y que se preocupe por usted”. Hasta hoy hago que me los zurzan.
Estas son las maquetas de las esculturas que hizo la Paula Montero en la casona de la Sofia Jottar. Están inspiradas en los Chemamull de las ceremonias mapuches. Su rol era darle un ambiente más de ritual a la terraza.
Anterior Siguiente