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La ruta de la seda

Un viaje a lo más profundo de Vietnam para conocer cada parte del proceso de fabricación de la seda.

Tengo una fascinación especial por la seda y, como además trabajo con ella, quise ir a conocer su proceso de fabricación, llegar al lugar donde todo comienza, donde los gusanos de seda crecen, verlos y tocarlos. Partí a Vietnam con unos datos de un pueblo al norte de Hanoi, donde la tradición de criarlos se mantiene en familia. Arrendé un auto con chofer que hablaba inglés. Era indispensable, ya que el pueblo quedaba dentro de otro pueblo, era difícil de ubicar. Recorrimos calles preguntando, y cada vez nos adentrábamos más al interior… las callecitas preciosas, pequeñas, con gente en bicicleta, viejecitas caminando con su sombrero. De repente llovía y luego el Sol llenaba de luz las hojas de los árboles.

Finalmente llegamos ¡y lo que vimos fue tan emocionante!

En la primera parte del terreno estaba la casa de uno de los hijos de la familia, luego la de la hija y al fondo una construcción que era sólo una gran pieza. Allí vivían los padres y la abuela de 90 años. En el suelo, quince bandejas redondas, grandes, llenas de gusanos blancos. Las bandejas tenían hojas de morera y estaban cubiertas con género para que no se secaran. En el suelo también, la cama donde ellos dormían. Nos sentamos afuera a tomar té verde y a conversar.

Me contaron que ellos llevan veinte años criando gusanos. Compran 15 dólares en huevos y los ubican en estas bandejas. Tienen que alimentarlos cada cuatro horas, día y noche. Para eso tienen además que recoger a diario las hojas del árbol de la morera, lo que les toma tres horas.

Los árboles están cerca del río porque necesitan un lugar fangoso. Mientras estábamos conversando llegó otra vez el momento de alimentar a los gusanos. Es impresionante lo rápido que comen. Se escucha  claramente cuando están masticando. Comen sólo la parte verde de la hoja, el resto queda. En la noche esta familia limpia las bandejas y le da los restos a los animales y a la tierra para abonarla. No se pierde nada.

A los veintiocho días los gusanos están listos, ya han alcanzado el tamaño necesario para comenzar a tejer sus capullos. Durante este tiempo van cambiando la piel. El proceso de tejer el capullo les toma tres días cuando hace calor; en invierno pueden demorar hasta siete días. Cuando el capullo está listo, viene otra persona a recogerlos y separar a los gusanos de ellos. La inversión de 15 dólares sube en ese tiempo a 400.

Ya tenía la primera parte de la historia, ahora teníamos que encontrar a las hiladoras de la seda. Yo había estado dos años antes en Mai Chau, un lugar donde hilaban. Partí con el señor Ming, mi chofer y traductor, por un camino de montaña con una gran vista. Arrozales, pequeñas casas con sus huertas. Paramos a tomar un café, a mirar el paisaje, a disfrutar.

En la parte más alta del camino hay unos puestos muy básicos donde venden choclos cocidos y arroz cocinado dentro del tallo del bambú. Debajo de los techos de palos había orquídeas colgando, cuchillos hechos a mano, bebidas, chancho, vegetales cultivados por la misma gente.

Mai Chau es un pueblo bastante turístico ahora, pero que aún mantiene su encanto. Nos fue difícil encontrar a las hiladoras porque era la época de la cosecha del arroz y todos el pueblo estaba ocupado en eso. Finalmente dimos con Hái Trang, una mujer preciosa de 50 años. Hablaba un poco de inglés y fue muy amable con nosotros, nos dedicó mucho tiempo. Nos mostró su casa, una casa tradicional de la zona, montada sobre pilotes. Un gran espacio con piso de madera brillante y una luz tenue lo hacía muy acogedor. Mientras hilaba la seda nos contó que para obtener el color más café de la seda la mezcla con la corteza de diferentes árboles y agua. La seda que se obtiene es dura y para suavizarla la sumergen durante tres días en agua con hierbas. Sentir la seda dura, tan distinta a la que nosotros conocemos, es maravilloso. Su color amarillento le da un brillo muy especial. Ya estábamos a mitad de camino en la confección de la seda.

Partimos a buscar las tejedoras en telar de madera, más al norte.

Uno escucha desde lejos el ruido de los telares. Encontré a una mujer que se ha dedicado toda su vida, igual que sus antepasados, al tejido de la seda. Trabajan diez personas con ella. Se demoran tres días en tejer 60 metros de seda de 90 centímetros de ancho. Nos explicaron que antiguamente los telares los manejaban con los pies.

Afuera estaba el lugar para teñir la seda, lo que les toma una hora. Lo hacen todo en la forma más tradicional, sumergiéndola en una gran olla. Luego la cuelgan para secarla, estirándola de lado a lado con palos de bambú. La belleza de ver la seda colgando al viento, liviana, unas con franjas de distintos colores, otras de un solo color, me dejó sin aliento.  Era una maravilla. Regresamos a Hanoi al atardecer, cansados pero contentos de haber conocido y aprendido tanto.

 

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