María Teresa Chadwick Larraín es una mujer joven pero con muchos años, de hecho, tiene más de 90. Distinguida, alta y delgada, con unos profundos ojos celestes, voz firme y memoria implacable, sorprende sobre todo por su extraordinaria vitalidad, vigencia y energía. Destacada paisajista nacional, en esta quinta versión del Ranking ED fue la ganadora indiscutida de su categoría, premio que no es sólo un reconocimiento a la obra que ha ejecutado en los últimos 40 años, sino que también a la que sigue realizando día a día y sin descanso. La señora Tere no se detiene y este premio renueva –según ella– sus ganas de seguir avanzando.
Conversamos con amigos, clientes, familiares, colegas y gente que trabaja y ha trabajado con ella y todos, sin excepción, destacaron su profesionalismo y rigurosidad; la generosidad con que comparte sus conocimientos; el profundo amor por la naturaleza y su perfeccionismo, fineza y perseverancia. Ella es más simple y atribuye este premio al gran equipo de colaboradores y de jardineros que la ha ayudado a lo largo de todos estos años. Y también a la felicidad que le produce estar en contacto con la tierra, el placer que siente al ver crecer un árbol y la alegría que le provoca ser testigo del nacimiento de una nueva flor. Amante de nuestro país y su flora nativa, suma más de 500 proyectos realizados, de las más diversas características y tamaños, desde pequeños jardines hasta grandiosos parques, pero todos con una traza muy personal, una estampa que sugiere sensibilidad, aromas, colores, rincones, soltura y reverencial respeto por el entorno. Desde el árido norte hasta el sur, pasando por la costa y los faldeos cordilleranos, esta tierra chilena le agradece la insondable huella que ha dejado en sus entrañas.
Sus bases
Tere Chadwick fue criada en una conservadora y tradicional familia criolla y no le faltaron tías, primas ni hermanos para crecer acompañada. Sus vacaciones transcurrían entre la hacienda La Esmeralda y la hacienda Illapel, y en Santiago, el mejor panorama era explorar con su padre el cerro San Cristóbal. Esta debilidad por la naturaleza la tuvo desde siempre y admite que de niña clasificaba las casas por sus especies. Así, la casa del doctor para ella era la de los magnolios y la de la esquina, la de los naranjos.
Se casó joven con Aníbal Valdés y se trasladó a vivir a Linderos, a la hacienda Las Araucarias, según su hija Consuelo, una preciosa construcción que para muchos era el Tara criollo, aquel lugar entrañable en el que la célebre Vivien Leigh se hizo famosa como Scarlett O’Hara. Ahí nacieron sus cinco hijos, dos mujeres –Rosario y Consuelo– y tres hombres: Aníbal, Raimundo y José Francisco.
Volvió a Santiago luego de su separación. Joven, con cinco hijos y sin profesión, se las ingenió para salir adelante en una época en la que estar sola era poco usual. Primero exploró en la escultura a través de cursos dictados por Luisa de la Fuente y luego, se abocó en cuerpo y alma a la Cruz Roja, institución a la que le dedicó 20 años de su vida. Fundó y dirigió el policlínico de Lo Barnechea y luego un jardín infantil colindante. “Fue guardadora de un pequeño de la población que se fue a vivir a la casa con nosotros por un año. Llegó prácticamente desnutrido y volvió con su familia gordito y feliz”, recuerda Consuelo.
La también paisajista Margarita Álamos cuenta que la Tere –como todos le dicen– es de esas personas que cuando se mete en algo, lo hace hasta el final y, según ella, la obra que realizó en el policlínico de Lo Barnechea es prueba de ello. “Es una mujer con un profundo sentido del deber y gran responsabilidad. Eso mismo la ha hecho brillar como paisajista”.
Un nuevo comienzo
Lo del paisajismo vino después. Mucho después. Es más, Teresa Chadwick comenzó su carrera proyectando jardines con más de 50 años. Josefina Prieto Domínguez, quien fue su colaboradora por un largo período, reflexiona: “Hoy la gente vive tan apurada y cree que si no hizo carrera antes de los 40 ya es tarde. La trayectoria de la señora Tere da cuenta justamente de lo contrario, eso sí, es necesaria su entrega y profesionalismo”.
La dolorosa muerte de un hijo, un nuevo matrimonio y cinco años fuera de Chile fueron impulso suficiente para hacer un giro y comenzar de nuevo. Mientras vivía en España se inscribió en la Escuela de Paisajismo Castillo de Batres, recientemente estrenada en Madrid (1972) y única que apostaba por esta profesión en el país. La carrera la terminó en Chile, en el Incacea. “Recuerdo haber ido a su graduación en el Teatro Oriente. Charlie Eastman, su marido, le llevó un gran ramo de flores y luego celebramos con champaña en la casa”, cuenta Consuelo, su hija.
Su primer trabajo fueron los jardines de las oficinas del diario El Mercurio, y fue el arquitecto Christian De Groote quien la contactó. Desde entonces se transformaron en una gran dupla de trabajo; según la propia paisajista, mucho de lo que sabe lo aprendió de él. “Era un profesional excepcional y muy generoso con sus conocimientos, hicimos más de 60 jardines juntos. Él me enseñó, entre otras cosas, que antes de hacer un plano hay que visitar muchas veces el lugar y a diferentes horas del día; de él aprendí también la importancia de la luz y la iluminación”.
Estudiosa, en sus casas de Santiago y Catapilco hay cientos y cientos de revistas y libros sobre el tema. Los encarga por Amazon, se suscribe a revistas y cada vez que viaja, vuelve con un cargamento de lectura. Su favorito es The Education of a Gardener, del británico Russell Page (1906-1985). “En este libro, Page le da mucha importancia a la relación con los dueños de casa y a la psicología humana, temas que para mí son fundamentales a la hora de proyectar un jardín”.
Y Patricia Aspillaga, paisajista que actualmente trabaja con ella, coincide: “La señora Tere tiene un talento muy especial para vincularse con los clientes e interpretar lo que ellos quieren. Dependiendo de sus requerimientos, en sus jardines ella diseña un espacio para los niños, para un quincho, un rincón tranquilo para leer o senderos para recorrerlo. No se le va detalle, ¡si hasta deja el espacio para limpiar los vidrios en una jardinera! Ella proyecta sus jardines para ser vividos y disfrutados”.
El alemán Oscar Prager (1876-1960), su profesor en Madrid Leandro Silva Delgado (1930-2000), el ingeniero agrónomo Raúl Silva Vargas y la eminencia en flora nativa chilena Paulina Riedermann, son otros de los referentes de Teresa, quien ha logrado mantenerse vigente y con mucho trabajo hasta el día de hoy. Según Margarita Álamos, es probablemente su férrea disciplina y su inalterable juventud para vivir y trabajar lo que la mantiene tan demandada profesionalmente. “Contemporánea, moderna, desenvuelta, ella maneja el espacio y el paisaje con soltura, se arriesga con especies distintas y no le teme a las nuevas tendencias”.
Su colega, el paisajista Nicolás Sánchez –quien precisamente votó por ella para este premio–, destaca su generosidad: “Suele pasar que en los viveros la persona que te atiende repite todo lo que la señora Tere comentó. Ella comparte sus experiencias y todos nosotros se lo agradecemos muchísimo”.
Jardines con vida y magia, donde los pájaros llegan a tomar agua y refugiarse, donde los aromas, sonidos y colores despiertan los sentidos. Jardines en los que las especies nativas se lucen y que el paso de los años no hace más que engrandecerlos. Así es la obra de esta paisajista, y Pamela Zalaquett lo sabe. Cliente fiel hace muchos años, se ha embarcado en muchos proyectos con ella y destaca su manejo y la habilidad que tiene para dirigir a quienes trabajan con ella. “Todos la quieren y respetan mucho, tiene muy buenos equipos de trabajo y sabe manejarlos muy bien. Además, expone su punto de vista y defiende sus argumentos ante arquitectos y constructores sin temor”.
Con una inagotable energía, Teresa sigue trabajando de sol a sol. No sabe de vacaciones ni de fines de semana y en una misma semana es capaz de visitar un proyecto en Panguipulli, entregar otro en Santiago y supervisar una obra en Zapallar. “La verdad es que no sé a qué atribuirle tanta energía. Yo creo que además de una muy buena salud, la vida misma la obligó a no doblegarse y a enfrentar todos los desafíos sin miedo”, reflexiona su hija Consuelo.
Más que jardines
Su refugio está en Catapilco. Ahí se construyó hace varios años una “choza”, como ella llama a su encantadora casa en Tierras Blancas. Seis hectáreas llenas de olivos, gallinas, gallos, perros y hasta una yegua con su potrillo. Todos los jueves, en la medida de lo posible, pesca el auto y maneja hasta su parcela. Aquí aprovecha de hacer lo que más le gusta: jardinear, hacer arreglos de flores, leer, cocinar y regalonear a sus perros, cinco fox terrier que le robaron el corazón. “Realmente los adoro, son un amor. Me levanto a las siete de la mañana a prepararles el desayuno: cazuela, tallarines y carbonada”. Pero no sólo le cocina a ellos, tiene una reconocida buena mano y disfruta probando nuevas recetas, aunque ella come como pajarito. Y como energía no le falta, acaba de comenzar a remodelar precisamente la cocina la que, según ella, le quedó chica.
La lectura es otra de sus grandes pasiones y su amiga Eugenia Garrido, ex alcaldesa de Viña del Mar y actual concejal de esa comuna, asegura que es una verdadera come libros. “Lee de todo y eso la ha convertido en una mujer muy culta. Cada vez que podemos nos arrancamos a la feria del libro en Buenos Aires y volvemos con un cargamento a cuestas”.
La señora Tere no le teme a la soledad, la disfruta y recursos tiene de sobra para entretenerse. Eso sí, siempre la acompaña su mariposa de la suerte, un precioso prendedor que invariablemente lleva puesto con mucha coquetería. Probablemente a quien más extraña es a su única nieta Andrea Stagno, quien vive en Estados Unidos. Pero se las ingenia para estar en contacto permanente con ella, ya sea por teléfono, mail o Skype. Por su parte, su nieta no duda en afirmar que su abuela es ejemplar y una de las mejores paisajistas de nuestro país. “Sus obras son verdaderas obras de arte, son un homenaje a la naturaleza y la paciencia. Estoy orgullosa de ella y este premio es un merecido reconocimiento a su linda trayectoria”.