A propósito de la última monografía de la revista TRACE editada por CONSTRUCTO, que estuvo dedicada al trabajo del joven arquitecto chileno Max Núñez (1976), el entonces Director en jefe de Arquitectura y Diseño del MoMA, Barry Bergdoll, se refirió al trabajo de Núñez como una obra con una enorme proyección y capacidad reflexiva.
El arquitecto forma parte de una segunda generación de arquitectos chilenos en el siglo XXI, una que está aportando a la renovación del panorama arquitectónico luego de décadas “perdidas” (1970-1980), caracterizadas por un letargo en clave postmoderna.
Esta segunda generación ya no está focalizada –como la primera que oxigenó el panorama nacional activamente a inicios de siglo– sino que buscan una manera de retomar el imaginario de la arquitectura moderna de los 60 en Chile, sin duda la década más destacada y madura de nuestra arquitectura en el siglo XX. Estos nuevos profesionales consideran el camino de la investigación, exploración e innovación como parte de un sistema de trabajo que finalmente decanta en la obra construida.
Artefactos arquitectónicos
Entre las última obras proyectadas por Núñez destacan tres trabajos: el edificio MAD (Music Art and Drama Building, 2014), la Casa Ghat (2015) y la Casa La Baronía (2009), obras que se insertan en contextos diametralmente opuestos. El primero es una nueva pieza del conjunto de edificios que conforman The Grange School en Santiago, y las otras dos casas se encuentran inmersas en la costa de la zona central.
La Baronía, realizada junto al arquitecto Nicolás del Río, se ubica en Quintero, como una segunda vivienda aislada, en medio de un paisaje de bordemar rocoso. La casa Ghat, emplazada en Cachagua, tiene la expresión de una obra de infraestructura, que se relaciona fuertemente con la topografía del lugar al estar posada sobre la silueta inclinada del terreno.
En estas tres obras destaca la idea de “artefacto” arquitectónico, con construcciones que tienen la capacidad de alterar las condiciones del lugar. En el caso del MAD se activan las relaciones entre vacíos y circulaciones otorgando una nueva ley de orden al conjunto, que genera, por medio de la liberación del piso principal, un espacio exterior cubierto. En el caso de La Baronía, se transfigura la lectura del lugar por contraste: acá el volumen actúa como un objeto introducido en el paisaje generando un efecto de extrañamiento con su entorno; una obra que contrasta como un elemento extremadamente artificial en la naturaleza.
En el edificio del Grange interesan dos temas en particular: el hecho de que se inserta estratégicamente en el suelo, liberándolo, y también en el corte, generando una obra de tres niveles. Ahí el espacio central es libre a nivel de patios, y el subsuelo y el segundo piso son los que contienen la mayor parte del programa.
En las tres obras la respuesta a la habitabilidad interior está resuelta desde distintos medios formales. En el MAD está presente siempre la incorporación de dimensiones como el color y la materialidad como tema exploratorio y en las casas se puede ver la inclusión de muebles en obra como parte de una solución integral.
Universo de modelos
Modelos de modelos, título del texto con que Max Núñez comienza su artículo sobre el rol de las maquetas en su pensamiento proyectual, abre un espacio hacia el trabajo reflexivo de su oficina, destacando el uso de maquetas como medio de comunicación empática no sólo con el cliente, sino también con él mismo y su proceso creativo. Como reconoce Núñez, este trabajo pertenece a un cuerpo de investigación que se aleja de la generalidad para enfocarse en problemas específicos, bajo situaciones y contextos particulares. Así, gracias al uso de maquetas –que lejos de ser objetos terminados son más bien medios de prueba y cambio– pueden ser estudiados y revisitados una y otra vez.
Son estos modelos a escala los que obligan a intensificar las problemáticas. En las maquetas desarrolladas por Max Núñez, la relación de cada proyecto con el suelo es significativa. En ese sentido, las características topográficas y su relación con cada propuesta permiten comprender, desde los modelos, tensiones entre la continuidad volumétrica con respecto al suelo y la alteración de éste como maneras de fijar las propuestas, no excluyendo ninguna de las dos vías como posibles.
La idea es poder ocupar siempre estos modelos con un doble sentido: como mecanismo de análisis particular y comparativo, y como objeto de trabajo para que los clientes puedan visualizar sus proyectos. En ambos casos constituyen un universo de trabajo proyectual al mantener un mismo método y una misma materialidad (madera de balsa), y así se restringen las variables de expresión para concentrar los esfuerzos en dar con los problemas espaciales y las variaciones formales. Este universo de modelos es la expresión de una lógica rigurosa de trabajo, establecida en torno a la variación y repetición, que sin duda le han dado un sello único a la obra de Núñez.
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