La primera vez que entrevistamos a Guillermo Lorca tenía 23 años y estaba instalado en Noruega gracias al contacto de la galería Forum Gallery de Nueva York. A pesar de su corta edad, ya era un realista hecho y derecho que había montado su primera muestra individual y que incluso había arrasado el día de la inauguración vendiendo hasta el último cuadro. El éxito sumado a su indiscutible talento hicieron que el noruego Odd Nerdrum lo invitara a vivir en su taller de Oslo por seis meses, siendo el primer latinoamericano en aprender de uno de los más grandes exponentes vivos del realismo.
Tres años después le volvimos a hacer otro reportaje. Esta vez la entrevista fue en su taller en la calle Monjitas. Un espacio justo arriba del bar de The Clinic y que estaba repleto de inmensos cuadros listos para ser presentados. Además de contarnos sobre su segunda muestra individual, también nos habló de un mural que estaba haciendo en la estación del Metro Baquedano y que lo había llevado a ser el artista chileno más joven en trabajar en un proyecto de este tipo para esta empresa.
Ahora, con 30 años ya cumplidos, nos volvimos a juntar, esta vez en el Museo de Bellas Artes, donde montó su cuarta muestra individual que estará abierta al púbico hasta el 25 de este mes.
Así es Guillermo Lorca, rápido como el aire. No sólo es rápido al hablar, sino también es increíblemente ágil a la hora de aprender y de captar la esencia de las cosas que retrata y, además, ha conseguido sus muchos logros artísticos a pasos agigantados. Pese a ello está tranquilo: después de exponer en la galería Hilario Galguera en Ciudad de México en 2012 –la misma que representa a artistas como Damien Hirst– llegó a un punto interno en que se soltó. Confiesa que hace tiempo sentía una represión interna, un freno, pero que llegó un momento en su carrera en que se envalentonó y se atrevió a pintar lo que realmente quería. Antes no lograba transmitir tal cual sus ideas en las telas, pero gracias a la muestra en México comenzó a resolver sus pinturas de mejor manera, sin prejuicios, siendo capaz de inventar mucho más y de no copiar al pie de la letra el modelo. Pasó del realismo extremo a la fantasía. “Este cambio se lo debo a seis años de sicoanálisis”, dice entre risas, “tuve un aprendizaje y una administración interna de mis sentimientos. Tengo claro que la personalidad no cambia, la esencia no se va, sino que se aceptan ciertas cosas, entra la voluntad y hay una posibilidad de llevar a cabo de manera buena lo que uno piensa”.
Y así llegó a La vida eterna, la muestra expuesta en el Bellas Artes. Son 24 óleos sobre tela de diferentes formatos –la mayoría extra grandes– creados entre 2011 y 2013 con técnicas como impasto con espátula –muy usado en el Barroco– y veladura, que es la aplicación de varias capas delgadas de pintura. Obras clásicas pero modernas a la vez, tan expresivas que casi hablan y plagadas de simbolismos.
La inspiración para estos trabajos comenzó en las historias infantiles de los hermanos Grimm y Charles Perrault. A partir de esos cuentos dio vida a diferentes series en las que predominan los niños y los animales. Relatos de sueños que buscan impactar más allá de la destreza estética y que invitan a una segunda lectura. “El título tiene que ver con lo religioso, con esa relación con el período Barroco, tiempos en que la iglesia tenía mucha pompa. También tiene que ver con lo divino y con la eternidad”.
Más allá que su trabajo sea completamente comprendido, el objetivo de este pintor es que el público saque sus propias interpretaciones. “No me gusta dejar un mensaje muy claro porque eso implicaría que el trabajo no está bien hecho. Esto no es una publicidad, un comercial. Mi meta es que se generen sensaciones, no un discurso tan armado”.
Sus sueños son muchos, pero claramente el más importante es seguir haciendo lo que más le gusta: pintar. “Espero estar vivo cuando cumpla 40. No me quiero morir joven. Creo que puedo hacer las cosas mejor todavía, crecer lo más posible. La ambición es grande, estar lo más arriba y, obviamente, proyectarme internacionalmente”.
La vida eterna estará abierta hasta el 25 de mayo en el Museo Nacional de Bellas Artes.