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Bodas icónicas: Novias para no olvidar

Son nuestro referente. Se han incorporado al inconsciente colectivo en esta fantasía de amor para toda la vida. Reinas, princesas, primeras damas, actrices, pop stars, modelos, socialités y personajes de ficción. Todas blancas y radiantes, todas inolvidables.

Corría el 21 de septiembre de 1996 en una isla del estado de Georgia, accesible sólo por barco, en una pequeña capilla. Los novios habían conseguido escabullirse de la prensa y sólo estaban los familiares más cercanos. Eran la pareja más cool del momento. Algunos pensaron que estaban ante la boda del futuro Presidente de los Estados Unidos. Ante un humilde altar de madera, John John Kennedy le prometía amor eterno a la publicista Carolyn Bessette. Ella vestida por Narciso Rodríguez, con una pieza de escote redondo, satinado de seda color perla, muy simple, muy elegante. Un enlace que disparó, si se podía, aún más la fama que tenía la pareja hasta ese entonces y también una boda que marcó el inicio del fin.

Comenzamos este gran recorrido por los vestidos de novia más icónicos de la historia con una pareja que tuvo un final trágico. Sí, para dejar atrás las malas noticias rápidamente. Aunque lo cierto es que muchas de las novias acá reseñadas no tendrán un final feliz, sus vestidos en el día más importante de sus vidas quedaron para la posteridad.

Siguiendo con personajes ligados a la política estadounidense, tenemos un vestido que poco importa, pero los novios fueron fundamentales: el 3 de octubre de 1992, Michelle Robinson se casó en Chicago con Barack Obama, su novio desde hace tres años. Ella, vestida muy a la usanza de las novias durante los 90, llevaba un clásico vestido escote en V, con hombros descubiertos, un velo enorme, aunque sus aros de perla lo eran aún más. Quién diría que 16 años después de esa anodina boda, la pareja sería la más importante de Estados Unidos e íconos hasta el día de hoy.

Pero volvamos un poco atrás, porque este viaje tendrá de pasado lejano y reciente. El referente cinematográfico más sonado en cuanto a estilo ha sido, fue y será Audrey Hepburn. Para su primera boda, celebrada en 1954, el diseñador Pierre Balmain consiguió una pieza que no podríamos olvidar nunca más. Su vestido corto y blanco se convirtió en el ejemplo perfecto de lo que llevaba una novia el día de su boda durante los años 50. Cuello alto, faja de satín y corona de flores. Audrey daba razones para ser considerada el ícono que es hoy con un look clásico, elegante e inolvidable. 

Y está ella, Wallis Simpson, la que le arrebató el monarca a todo el Reino Unido. Porque él renunció a la corona por amor. El tío de la Reina Isabel II, después de abdicar al reinado, se casó con esta norteamericana divorciada por quien perdió la cabeza. El matrimonio fue a comienzos de julio de 1937 en el Chateau de Candé y ella usó un vestido de Mainbocher en un tono que fue denominado el “azul Wallis”, porque era el mismo tono de sus ojos. Y si hablamos de realeza, tanto del cine como de la vida real, no hubo otra que Grace Kelly. Un vestido confeccionado por Helen Rose, la diseñadora de la Metro Goldwyn Mayer, marcó pauta en lo que veríamos a futuro en vestidos de novia: encaje en el pecho, un voluminoso faldón, botones al centro y una gran faja en la cintura marcaron el hito que la convirtió en Princesa de Mónaco.

Como hemos visto en la serie de Netflix The Crown, Margarita, la hermana pequeña de la Reina Isabel II, dejó la grande al enamorarse de un militar divorciado, el capitán Pete Townsend, con el que no la dejaron casarse. Al día siguiente de enterarse de que Townsend se había casado con otra, Margarita aceptó la propuesta de compromiso con el fotógrafo Antony Armstrong-Jones y en 1960 lució un vestido de Norman Hartnett de ruedo amplio y una tiara con diamantes. 

Varias décadas después, a fines de los 90 y con las Spice Girls en su máximo apogeo, llegó el momento de otro matrimonio espectacular. Victoria, más conocida como Posh Spice, se uniría con el futbolista más mediático y deseado en mucho tiempo: David Beckham. Un vestido diseñado por Vera Wang color champagne, hecho de satín italiano, sin tirantes y con un corpiño, fue el elegido; tuvo tanto éxito que rápidamente se convirtió en uno de los diseños más demandados por las novias de la época. Victoria, que ahora es una reconocida diseñadora de modas e ícono del estilo, usó una corona en lugar del famoso velo y con eso supo quedar en la memoria de todos.

Años más tarde, el 2014, una dupla controvertida apareció en la portada más comentada de la Vogue norteamericana de los últimos años: Kanye West y Kim Kardashian –Kimye, como fueron denominados– anunciaban su enlace. Para el día del compromiso la reina de los reality shows y dueña de una prominente genética usó un diseño de Riccardo Tisci para Givenchy, un traje con corte de sirena y lleno de encajes que todo el mundo comentó. Pero vamos, necesitamos clásicos.

Priscilla Beaulieu era 11 años menor que Elvis. Ya sabe de quién le hablo. La pareja contrajo matrimonio en 1967; se habían conocido en Alemania años antes y el flechazo fue automático, aunque tuvieron que sortear la oposición de los padres de Priscilla, porque era menor de edad. El vestido lo diseñó ella misma y fue muy influyente para toda una generación. Dos años después, John Lennon y Yoko Ono se casarían en Gibraltar. Amantes de lo blanco, la cantante y artista incomprendida usó un sombrero de ala ancha, calcetines hasta la rodilla, minifalda y zapatillas Superga –tan de moda hoy– y unos anteojos de sol que le cubrían medio rostro y que no se sacó nunca. Tiempo después y entrando en los 70, en Saint Tropez, Mick Jagger y Bianca harían historia: ella con un traje que comprendía una falda y smoking blanco, todo de Yves Saint Laurent, además de un tocado de flores y tul. En años más recientes, rockeros que dieron el sí y dejaron una huella fueron Gwen Stefani con el vocalista del reunido grupo Bush, Gavin Rossdale. Ella, vestida por John Galliano, con un diseño mitad blanco mitad rosado en degradé, que Gwen donó al museo Victoria & Albert de Londres.

Nadie más ícono que Kate Moss, y el modelito que usó para su boda no estaría exento de pormenores. Entre lo hippie chic y la nostalgia por los años 20, la top model le pidió a su amigo John Galliano el vestido y a su amiga Stella McCartney, el velo. Sensual por las transparencias y elegante en sus bordados de plata y oro, el vestido fue en apoyo a Galliano, que meses antes había sido expulsado de la casa Dior. Kate, en un gesto de elegancia y amistad, quiso devolverle la mano por el apoyo que recibió de Galliano años antes, cuando se filtraron fotos suyas muy comprometedoras.

Imposible evitarla a ella. Quizás el mayor ícono del estilo mundial durante el siglo XX: Jacqueline Kennedy y luego Jackie O. Y es que en ambas bodas dio para comentar. Primero con el Presidente de los Estados Unidos: drapeado en el pecho, cuello bote, falda bordada al estilo sur de norteamérica, de seda color marfil. Y luego, la viuda de América, comprometida con el magnate Aristóteles Onassis, cinco años después del asesinato de JFK, se casó en la isla de Skorpios, propiedad de Onassis, con un vestido beige de Valentino.

Otro vestido ineludible es el de Diana Spencer en esa mítica boda de 1981 con Carlos de Inglaterra, donde todo fue exceso y barroquismo. Un vestido estilo romántico de seda color marfil y una cola de nada más y nada menos que 25 metros. Todo obra de David y Elizabeth Emanuel. Imposible olvidar tanto merengue. Muchas décadas antes, nadie sabía que la suegra de Diana, la Reina Isabel, era una experta en telas, cortes y costuras. Su boda se realizó en 1947 y ella misma le dio unas cuantas instrucciones a Norman Hartnell, quien le confeccionó un vestido color marfil con hilo de plata y 10 mil perlas importadas desde América. Algo sencillo.

Dejemos un poco las coronas y vámonos a Hollywood. El cine nos ha regalado matrimonios memorables y de las últimas no olvidaremos la de Carrie Bradshaw, la protagonista de Sex and the City, entrando a la Biblioteca Pública de Nueva York con ese diseño de Vivienne Westwood que consistía en un faldón con capas blancas y color champaña y un tocado verde. O Vivien Leigh, como Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó, con un diseño de Walter Plunkett. A Marilyn Monroe junto a Jane Russell con el mismo vestido diseñado por Travilla en Los caballeros las prefieren rubias; o Claire Danes casándose con DiCaprio como esa Julieta de blanco, pero con brazos descubiertos, en la versión hawaiiana del clásico de Shakespeare. Inolvidable fue Julie Andrews dejando los hábitos y convirtiéndose en Maria Von Trapp con un vestido diseñado por Dorothy Jacobs para La novicia rebelde, y finalmente Amanda Seyfried secundada por Meryl Streep con ese vestido de tules, con toque hippie muy griego, en la primera parte de Mamma Mia!

Varias se nos quedarán en el camino, pero hay algunas que no podemos dejar atrás: como Carolina de Monaco prometiéndole amor en la salud y en la enfermedad al playboy Philippe Junot a fines de los 70, con un diseño de Christian Dior, con trasparencias, cintura marcada, encaje bordado y adornos florales en la cabeza. O Marilyn Monroe casándose con un traje de chaqueta y falda negro entallado con un cuello de piel blanca con el jugador de baseball Joe Di Maggio. O el vestido correcto, pero a la vez majestuoso, de Manuel Pertegaz para Letizia Ortiz. Y en el ítem realeza no podemos dejar pasar a Kate Middleton apostando por un traje clásico, en colores marfil y blanco con escote corazón, falda con mucho volúmen, flores de seda y una cola de tres metros, diseñado por Sarah Burton de la casa McQueen. Pero cerraremos esta fiesta de tules, broderíes y satin con los que nos han deslumbrado durante el último tiempo.

Charlene Wittstock se casó con Alberto de Mónaco con un diseño de Armani Privé. Diez metros de cola, escote tipo bote y algunos detalles como los 40 mil cristales Swarovski, 20 mil lágrimas de madreperla y 30 mil piedras doradas. Nada menos. Por otro lado, la it girl neoyorquina Olivia Palermo rompió la tradición y eligió un tres piezas de Carolina Herrera que incluía un jersey crema de cachemira, pantalones cortos blancos y una falda de tul. Finalmente Amal Alamuddin, la mujer que sacó de la soltería a George Clooney, usó un vestido muy especial, el último que confeccionó Oscar de la Renta antes de su muerte. Confeccionado a medida, la pieza incluía encaje francés bordado en la India, tul, pedrería en diamantes y una serie de detalles elegidos por la novia. Y aunque no es el mismo con el que bailó en Venecia, el modelo se puede ver en el Museo de Bellas Artes de Houston. Toda una pieza de arte.

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