Al norte de Italia, en la ciudad de Ravena, se encuentra la Casa Guaccimanni: una construcción renacentista del siglo XV que se ha conservado bien a pesar del tiempo, como lo prueban los frescos del siglo XVI que se encuentran en ella.
Antiguamente hogar de los artistas Vittorio y Alessandro Guaccimanni, el espacio fue adaptado por el arquitecto italiano Giovanni Mecozzi, quien la oportunidad de crear una intervención arquitectónica que evidencia un equilibrio entre una casa histórica y la vida contemporánea.
El diseño de Mecozzi establece una relación virtuosa con la residencia histórica, desarrollada a través de un diálogo continuo entre la memoria arquitectónica y la visión moderna, en donde cada detalle contribuye a realzar la identidad del lugar.


Cinco habitaciones definen la estructura de este proyecto: la cocina, concebida como un espacio compartido; la veranda, que extiende el mismo programa al exterior; y las tres habitaciones, que Giovanni Mecozzi ha reimaginado, transformándolas en suites completamente independientes. Cada una de las tres amplias habitaciones ha experimentado una reconfiguración espacial integrada que, además del dormitorio, incluye diversas áreas funcionales como baños, saunas, vestidores, zonas de relajación, áreas de lectura, cines en casa y estudios de yoga. Cada suite está diseñada como un espacio independiente, construido con estructuras de mobiliario ligeras y totalmente reversibles, sin conexiones estructurales al suelo, techo o paredes.




Los espacios fueron pensados para representar colores intensos, los que evocan la esencia de los mosaicos cristianos y bizantinos de la historia de la ciudad de Ravena.
Los colores dorado, azul, verde y rojo, combinados con azulejos de vidrio brillante y hojas de oro, definen el lenguaje visual a partir del cual los espacios fueron reimaginados y moldeados.




El suelo interior del edificio es una adición reciente, fruto de las obras de restauración realizadas a principios de los años 2000. Se trata de un fino y armonioso terrazo veneciano, cuyos colores se integran con la estética del palacio, confirmando, una vez más, que clásico y contemporáneo pueden coexistir con armonía visual.

