Hablar con el chileno Pablo Luna sobre arquitectura es inspirador. Sobre todo al conversar acerca del trabajo que está haciendo con su estudio y su equipo en Bali, Indonesia. Más de 15.000 kilómetros separan a Chile de Indonesia, pero allá fue donde descubrió su pasión.
Estudió arquitectura en Nueva York, pero nunca pensó que se dedicaría a eso; lo que realmente le gustaba era el arte, especialmente, la escultura. Hasta que, en el camino, una persona cambió su rumbo. “Conocí a un visionario: John Hardy, creador del hotel Bambu Indah y del Green School, que estaba buscando un arquitecto joven para expandir el hotel. Con él se dio esta oportunidad de moverme a vivir a Bali, cuando recién me había graduado de Columbia University, una oportunidad increíble. Nunca había estado en el Sudeste Asiático”, recuerda Pablo. Desde entonces han pasado ocho años.
Desde el primer momento que pisó Bali, la isla tuvo en él un gran impacto. “Fue como entrar en un mundo diferente, donde estaba todo construido en armonía con el paisaje, donde se notaba que la tierra no se había tocado, donde los edificios desaparecían en la naturaleza. Además, todo estaba construido con este material que yo nunca había conocido, que es el bambú, que es majestuoso, gigante, y que en este clima tropical se da que crece hasta 15 cm de ancho y puede llegar hasta 24 metros de largo”, cuenta.
Enamorado del lugar, se fue a vivir a una casa de bambú que estaba en la mitad de una colina, donde no había nada más. “Tuve una conexión muy fuerte, siempre sentí que Bali iba a ser una casa para mí”, recuerda. “Aquí fue la primera vez que me di cuenta que la arquitectura tiene la capacidad de emocionar. Hoy entiendo que la arquitectura, a diferencia de la escultura, tiene una parte de funcionalidad, y que a veces nos olvidamos que parte de esa funcionalidad es la emoción. Acá en Bali y con la arquitectura local, se despierta una sensibilidad, te toca el espíritu y eso no me había pasado en Chile o en Nueva York con esa firmeza”.
Trabajó en el proyecto del hotel por un año y medio y luego comenzó a armar su oficina. Hoy, a sus 31 años, tiene un estudio compuesto por 15 arquitectos (@pablolunastudio), entre ellos dos chilenas y una argentina. Sin embargo, asegura, en Bali lo más importante son los artesanos. “Tienen un sentido del espacio y una sensibilidad creativa envidiable, sin ellos nada de lo que estamos diseñando hoy sería posible”, explica.
La materialidad también juega un rol clave en la arquitectura del estudio de Pablo Luna. Sus construcciones parecen sacadas de una película e intentan mostrar “la idea de que somos naturaleza y que perdimos un poco el tacto y la belleza de vivir simple. Hay algo muy humilde y sencillo de todo esto, que son estos palafitos que se levantan con el bambú”.
¿Cuáles son los desafíos de construir con un material como el bambú?
El gran desafío es que solo puedes planear hasta cierto punto. La gran belleza es que te obliga a ir a un cierto ritmo. Yo tengo un equipo de arquitectura y un equipo de construcción, y me di cuenta que es demasiado fuerte la simbiosis y el trabajo que hay que hacer en la construcción para expresar realmente lo que estamos tratando de diseñar. Por ejemplo, con el bambú no hay dos piezas iguales, uno tiene que acomodarse a las piezas que hay y a la mano de obra y al talento local, y aparecen muchos desafíos. Hay muchas cosas que no puedes prever. Nosotros hacemos dibujos de construcción exhaustivos, pero siempre hay un 15% que sabemos que lo vamos a resolver en el sitio. Y eso lo agradezco porque te obliga. Muchas veces en arquitectura, uno hace un análisis del sitio pero después hay un gran período en el que estás muy desapegado. Acá, en la etapa de construcción, yo no puedo mandar los planos, tengo que estar ahí cada día. De hecho, nos pasa, que nuestros dibujos de construcción siempre se hacen dos o tres veces, lo que es súper cansador, pero al final es la única forma de crear con el paisaje y para el paisaje.
Los cuatro elementos
Hijo del exalcalde de La Florida, Pablo Zalaquett, y de Sylvia Bustamante, creadora del Madrid Flower School en España, Pablo cuenta que creció en un ambiente católico, pero que fue en Bali donde entendió realmente la conexión con lo espiritual. “En Bali hay una cultura Hindú. Cuando yo hablo de crear con la tierra y la conexión con la tierra, acá cada casa tiene un templo. Durante el proceso de construcción hacemos muchas ceremonias antes de tocar la tierra, y están todos ahí, incluidos los clientes. Durante el proceso de construcción, si es que pasa algo, si hay una tormenta grande, nos volvemos a juntar y a pedirle a los espíritus del lugar y a la tierra que nos den permiso para seguir construyendo. Al final se celebra”, cuenta. “Algo muy bello que me pasó acá es que hay una relación muy orgánica con la tierra, de rezar con lo que nace decir y es lo mismo que pasa con el proceso de construcción, que es del día a día. Hay un plan, pero tienes que estar muy suelto y flexible, porque todos sabemos que el plan es una guía.
Todo esto tiene conexión con lo que postulan como la filosofía de su estudio, que consta de cuatro elementos: biomimesis, medioambiente, Tri Hita Karana y sustentabilidad. Cuéntanos sobre estos postulados.
Esta filosofía lo bello que tiene es que depende mucho del contexto. Para mí, introducir nuestra forma de mirar y nuestro proceso creativo, yo no lo veo como arquitectura. Lo que tratamos de transmitir, cada idea y lo que comunicamos, yo lo veo como un estilo de vida, no como un edificio. Es una forma de vivir en armonía con la naturaleza, es una exploración que vivimos con mi equipo, ideas que van naciendo y que queremos transmitir a través de estas construcciones.
La base está primero en la sustentabilidad, que es una palabra muy usada hoy. Este concepto responde a la sustentabilidad económica, social, medioambiental, incluso, en salud, pero la económica es la más importante, porque que la plata que está invirtiendo el cliente sea bien administrada, hace que los beneficios de lo que vamos a crear se le retribuyan tanto al cliente como al medio ambiente.
La parte social es que tenga una linda armonía interior/exterior, que se comunique con el entorno. Acá, incluso está la sustentabilidad espiritual, que es muy profunda, y después está todo lo que es sociales, como usar el diseño pasivo, cómo fluye el aire, el agua.
Después, lo medioambiental, que es el usar materiales locales y técnicas locales. Cuando fui a Chiloé vi que eso estaba pasando mucho ahí y me encantó. Una gran invitación es a mirar la sabiduría de los antepasados, el cómo construían las casas.
Tri Hita Karana está muy relacionado y significa armonía con Dios, armonía con la naturaleza y armonía con otras personas. Por eso ésta es una forma de vida, aquí cada uno intenta vivir desde el corazón.
Y la biomimesis es la parte que me encanta, es estar inspirado en la naturaleza. Yo creo que la naturaleza es donde está la última tecnología, es increíble. Con toda esa información tan apasionante, lo que nosotros tratamos de hacer es humildemente observar, y eso es una inspiración. Muchas veces en esta observación salen nuevas técnicas. Nos hemos inspirado, por ejemplo, en el champiñón Portobello. Solo mirándolo bien, nos dimos cuenta que el sistema estructural para que pueda sostener esa calabaza grande con ese tronquito es increíble y desarrollamos un edificio que se llama Portobello Mushroom, que usa el mismo sistema estructural.
¿Tienes algún referente o el trabajo de quién miras hoy?
El arquitecto que más me apasiona se llama Francis Kéré (ganador del premio Pritzker en 2022, primer africano en recibirlo) y es de Burkina Faso. Él está creando con las comunidades para las comunidades, que es el trabajo que más se necesita y hacia dónde yo quiero llevar mi estudio.
¿Y en Chile?
La arquitectura chilena es fascinante y hay grandes referentes. GAAA Arquitectos, de Guillermo Acuña, me inspira muchísimo. Creo que muchos de los arquitectos chilenos, como Smiljan Radic y Alejandro Aravena son apasionantes, grandes pensadores y siempre sigo su trabajo. Pero lo que hace GAAA me suena más con mi estilo de vida, lo siento más cercano.
Creo que el arquitecto juega un rol muy importante en la sociedad. Guardando las proporciones, inconscientemente influye en cómo nos movemos, cómo pensamos y tiene la oportunidad de educar a través de sus creaciones.
¿Volver a Chile es una opción?
Me encantaría. Me gustaría armar un estudio en Sudamérica. Estamos haciendo proyectos en México, en Costa Rica. Tengo un proyectito en Chile que hicimos con Tecno Fast, una Tiny Cabin. Yo amo Chile, hay algo con las raíces, pero acá estoy aprendiendo.
¿También creaste una línea de joyas?
Sí, la línea de joyas sigue 100% (@pabloluna.jewelry). Está hecha con bambú y plata reciclada. ¿Cómo nace? La idea era poder compartir este material con mi familia y ya llevo cinco años haciéndolo, lo llamo arquitectura para el cuerpo.
¿En qué estás trabajando ahora?
Ahora tenemos tres hoteles que se están terminando de construir. Tenemos en total más de 15 proyectos andando. Estamos cerrando cosas con Portugal, India, se están abriendo muchas puertas. Un regalo inimaginable.