Aires de hotel

Ese fue el encargo que una pareja de extranjeros le hizo a las decoradoras Francisca Goycolea y Anita Domínguez para su nuevo departamento. La idea era que tuviera todas las comodidades propias de un hotel, pero la calidez justa para que nos los hiciera sentirse de paso ni tan lejos de sus tierras.

Esta dupla sí que sabe cómo conquistar. No sólo por su simpatía, sino porque impresionan con cada uno de sus trabajos. Este fue el caso de una pareja de extranjeros que buscaban a un decorador para su nuevo departamento en Santiago. Apenas vieron el piloto del edificio Mirador Santa Anita –del cual Anita Domínguez y Francisca Goycolea se encargaron– supieron que era lo que querían. Es más, hasta compraron un departamento en el mismo lugar para que replicaran ahí lo que habían visto, obviamente adaptándolo a sus gustos y necesidades.

Según cuenta Francisca, el trabajo con ellos fue muy especial ya que el matrimonio estuvo de viaje durante los tres meses que duró el proyecto, por lo que gran parte de la comunicación fue por mail; confiaron en ellas a ojos cerrados. Lo único que les pidieron fue que el departamento, de 600 metros cuadrados, les permitiera vivir cómodamente y además, recibir a sus visitas en largas estadías. En el fondo, ellos se querían sentir en un hotel que reflejara su identidad y, especialmente, que fuera muy acogedor. Una misión para la que, de cierta forma, tenían alguna ventaja, ya que las decoradoras habían intervenido en la arquitectura interior del edificio, por lo que les era un poco más fácil imaginar cómo sacar el mayor partido a cada uno de los espacios.

Uno de los sellos de Francisca y Anita es la elección de colores neutros en géneros y revestimientos, los que complementaron con muebles de tonos claros, harto lino, algodón, sisal y rafia, además de la instalación de grandes espejos en distintas áreas para ampliar todavía más cada rincón. “Nada de cosas muy recargadas ni marcadoras”, explica Francisca, y aclara que lo que se buscó fue un departamento de líneas rectas, moderno pero con un touch clásico.

Como tenían que partir de cero, decidieron buscar la mayor cantidad de opciones –y las más variadas– para la elección de los muebles. Así, en este departamento se ven muebles de terraza de Klamer, sillas de PV Contemporáneo, sofás de Javier Pinochet, mesas de Enrique Concha y cómodas de Crate & Barrel, por nombrar algunos. Además, las decoradoras trabajaron codo a codo con Orlando Gatica, quien se hizo cargo de todos los muebles empotrados del lugar, los que fabricaba a partir del diseño creado por ellas. Como si fuera poco, hasta los ayudaron en la búsqueda de obras de arte, un tema fundamental para los dueños de casa. “A ellos les gusta el arte y saben lo que quieren. Es bien impresionante, porque en eso no se confunden ni por un minuto”, cuenta Francisca. Cuadros de Ximena Rojas, Gonzalo Cienfuegos, Alfredo Echazarreta, Yuroz y Maite Izquierdo están distribuidos por el lugar.

Como todo hotel que se precie de tal, no podía faltar un gimnasio –que las decoradoras empapelaron con un diseño ad hoc creado por ellas y que complementaron con un muro de espejos–, además de una sala de pool, con la iluminación justa para darle ambiente.

El resultado no sólo dejó felices a sus dueños –quienes las sorprendieron con una comida en su honor para agradecerles–, sino que las mismas decoradoras quedaron encantadas con la mezcla, la que, a su juicio, terminó por tomar un aire bastante cosmopolita. “Es poco usual, poco chileno”.

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