Julia Child fue una reconocida chef de los sesenta. Todavía muchos la recuerdan ya que fue una mujer ícono del estilo de vida. Pero en los 90 apareció otra mujer que convirtió la casa en un impero del estilo de vida. Hablamos por supuesto de Martha Stewart.
Hoy son muchas las famosas que intentan replicar la fórmula –Gwyneth Paltrow, Jessica Alba, Reese Whiterspoon o Blake Lively-, sin embargo, no hay como Martha.
Fu emprendedora antes de que la palabra se pusiera de moda y desde que comenzó su pequeño negocio en los años setenta, ha conseguido tener su propio programa de televisión, revistas dedicadas al estilo de vida, su propia línea de muebles y utensilios para el hogar, aplicaciones para el teléfono y tablet y una de las cuentas en Instagram más seguida y admirada por los amantes de la decoración.
«Fui emprendedora antes de saber que lo era», dijo en Madrid la semana pasada ante unas 80 personas en Casa de América. Su historia en este rubro comenzó hace muchos años y reconoce que su éxito está en arriesgarse. «Debes ser capaz de levantarte de cada fracaso. Debes estar seguro de tu negocio y sobre todo evolucionar».
Y es que ella sabe muy bien de lo que está hablando. En junio de 2004 Stewart fue condenada a cinco meses de prisión, cinco meses de detención domiciliaria y dos años de libertad condicional, además del pago de US$ 30.000 por su participación en la venta de 4.000 acciones de la empresa de biotecnología ImClone, en diciembre de 2001.
A pesar de la sentencia, la reina de la decoración demostró una vez más su poder al ver cómo las acciones de su compañía aumentaron de US$ 8,64 cada una, a US$ 11,81. Finalizada su condena, Stewart volvió a los negocios y con mayor éxito.
Hoy continúa siendo la presentadora con más credibilidad de los Estados Unidos, con una fortuna valorada en más de 600 millones de dólares, según Forbes. Por ello y más no le han faltado cumplidos. «Steven Spielberg es vecino mío. Un día me dijo: ‘Has elevado el cuidado de la casa a un arte'», dijo con entusiasmo en su visita a Madrid.
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