George Rousse Ranking ED

Ranking ED 2014: Mejor Exposición George Rousse

Decidir cuál es la mejor exposición del año no es tarea fácil. Cada vez son más las galerías nuevas que se abren, centros culturales que se expanden y museos que despliegan todas sus instalaciones para presentar puestas en escena que no tienen nada que envidiarle a las de las mejores ciudades del mundo. Y en esta categoría del Ranking ED todo vale: desde la clásica exhibición de obras gráficas, fotografías o pinturas al óleo hasta propuestas multimedia, site specific y puestas en escena con instalaciones de gran envergadura. La exposición ganadora incluye esto y más.

Titulada Georges Rousse, se trata de la primera individual que el francés Georges Rousse ha presentado en nuestro país. Abierta al público desde el 24 de octubre de 2013 hasta el 19 de enero de este año, contó con la visita de más de 9.500 personas que se agolparon en la sede del Parque Forestal del Museo de Arte Contemporáneo para disfrutar en vivo y en directo del último proyecto de este artista de 66 años.

Compuesta por más de treinta imágenes de gran formato, realizadas entre el 2000 y 2013, también contó con una instalación –una réplica de una de las construcciones de la Ciudad Abierta de Ritoque y que Rousse intervino con pintura– y un registro audiovisual, dando cuenta de un juego óptico, una experiencia multimedia en la que se alteraron construcciones y espacios que proponían una nueva mirada sobre ellos.

Georges Rousse nació en París en 1947, dos años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Mucho más que un simple fotógrafo, este hombre es un artista de las artes visuales que combina su amor por las imágenes con la acuarela, la tecnología y lo multimedia. A los 9 años recibió de regalo su primera cámara y desde ese minuto no se separó de este arte nunca más.

Su interés por la arquitectura lo llevó a experimentar con la transformación de lugares y la expansión de los límites de la fotografía, deformando la imagen a través de un procedimiento óptico que da paso a nuevos espacios virtuales. Durante los últimos 20 años ha recorrido el mundo en busca de lugares olvidados para poder fotografiarlos. Con una cámara con capuchón los captura y se los apropia una y otra vez, cambiando luces, modificando filtros y ángulos para luego recomponer las imágenes a través de manejos ópticos. “Lo que a mí me interesa es la memoria de los lugares… Si saco una fotografía de un lugar que va a ser abandonado sin ningún tipo de intervención, sólo va a ser una foto de archivo, pero si intervengo este mismo espacio es una relación única entre el espacio destinado a desaparecer y yo”, dijo este artista en una entrevista.

Tal como explica, cuando nació el programa computacional Photoshop la gente empezó a creer que los efectos de sus trabajos eran creados con esta herramienta. Fue entonces que decidió hacer instalaciones en los lugares de exhibición para que los espectadores entendieran que se trataba de un trabajo directo sobre el espacio arquitectónico y no un montaje digital. “En mi fotografía todo se organiza a partir de un solo punto de vista. Para mí éstos se confunden, el punto de vista de la anamorfosis –deformación reversible de una imagen producida mediante un procedimiento óptico– se vuelve el punto de vista de la fotografía”.

Y la historia entre este artista y nuestro país comenzó hace ya varios años, décadas para ser más exactos. En los 80 visitó por primera Chile y se enamoró de nuestros paisajes, especialmente de Ritoque y sus alrededores. Más tarde participó en exhibiciones colectivas en el Museo de Bellas Artes y en el mismo MAC –Los límites de la fotografía (1996) y Signes d’Existence (2007)–, hasta que el 2013 –gracias a una co organización del MAC y Fundación Itaú, con el auspicio de Banco Itaú y la Sociedad Canal de Suez de Francia y la gestión de Teresa Sahli y Felipe Tupper– fue posible montar la primera exposición individual de Rousse en nuestro país.

Mucho más que una simple muestra fotográfica, el trabajo de este artista traspasa las fronteras de las dos dimensiones. “Su obra consiste en algo muy poético, mágico. Toma espacios de arquitectura, fabriles, industriales pero que están destinados a la demolición y se instala ahí a trabajar de una manera extraordinaria. Con una gran máquina fotográfica de placa se pone frente a un ángulo que escoge y desde el lente empieza a hacer trazos, manchas, planos pictóricos que van generando una figura que solamente se ve desde el lente. La gente, más tarde, puede percibir esa misma imagen si se para en un punto exacto en la exposición, donde todas esas manchas desordenadas de pronto construyen algo, un cuerpo volumétrico. La obra de Rousse es difícil de definir: propone un desafío a la imaginación e invita a una experiencia de descubrimiento de nuevas posibilidades de la mirada. Y por lo mismo me interesó mucho mostrar su trabajo en el MAC, porque implica pensar en otras posibilidades de vida. Eso es lo que tratamos de hacer en general en el museo, presentar propuestas que puedan venir de otras áreas, como la danza, el teatro y que hagan una interacción con las artes visuales. Que se genere una transdisciplina, que se rompan los bordes tradicionales de lo que son los géneros artísticos”, explica Francisco Brugnoli, director del MAC, a quien retratamos aquí como artífice de la exposición en nuestro país.

 

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