Hambre de arte Revista ED

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Hambre de arte

A través de la fotografía, Margarita Dittborn encontró su herramienta perfecta para contar las historias que le interesa contar: esas bien personales, “de mina”, como dice ella, con mucha guata y sobre todo, mucho corazón.

«Pintaba cuando chica, pero pintaba mal, y yo pensaba que en algún momento iba a mejorar, pero seguí pintando igual que cuando tenía 5 años”, dice Margarita Dittborn, muerta de la risa. Hija de un artista visual y una diseñadora de vestuario, era difícil que no terminara metida en el mundo del arte. Se crió rodeada de libros, telas, tijeras, lápices y materiales, y el típico panorama familiar consistía en ir a ver una exposición con su papá. “Era demasiado estimulante visualmente como para que no fuera eso lo más pregnante a la hora de decidir lo que iba a hacer”, cuenta.

Pero lo suyo nunca fue la pintura; desde chica le interesó la fotografía. Con una camarita bien automática se sacaba fotos con sus amigas. Al principio era algo más improvisado, pero después Margarita entendió que lo que le gustaba no era sólo la fotografía, también la dirección de arte: a los 12 años empezó a dibujar las fotos antes de hacerlas; la ropa que iban a usar y la posición en que se iban a poner. Y a los 13 años, Eugenio Dittborn, su papá, le regaló una Pentax 35 mm. Desde ese minuto, no ha parado. Entró a estudiar fotografía al Arcos y empezó a mandar sus trabajos a concursos. Así fue como el 2006 ganó la mención honrosa en un concurso del MAVI y participó en otros más. “Les mostraba las cosas a mis amigos y me decían: ‘tú eres una artista, tienes que darle’. Pero yo no me creía mucho el cuento”. Hasta que se dio cuenta que sí, que el arte era lo suyo y se empezó a dedicar 100% a hacer.

La manera de meterse en este mundo fue creando imágenes que contaran la historia de la pintura. Esos ya clásicos “bodegones digitales”, como ella misma les dice, fueron los que la hicieron conocida. Composiciones digitales que armaba –y sigue armando– a punta de paciencia, imaginación y mucho photoshop, casi siempre con el tema del hambre y la voracidad como eje conductor. “Yo pongo mi corazón en mi trabajo”, cuenta. “Empecé a asumir la gordura y la voracidad como mi tema y a ponerlo más transparente en mi trabajo, y me dediqué a investigar, porque por algo también siempre he querido relacionar la comida con el arte… Entonces empecé a leer y me encontré con cosas bonitas, como que el hambre es el hambre de hacer cosas, es hambre de vida”. Y aunque ahora dice que si hubiera sabido que existía el estilismo gastronómico se hubiera dedicado a eso, es difícil imaginársela en otra cosa.

Su primera muestra individual, Enfermas de amor, en la Galería Florencia Lowenthal, fue premiada por el Círculo de Críticos de Chile como la mejor exposición de fotografía chilena del 2008. Y el 2009 el nombre de Margarita Dittborn empezó a circular con fuerza en el circuito internacional: seleccionada por la curadora chilena Cecilia Brunson, apareció en el Directorio Internacional de Artistas Contemporáneos Jóvenes, Younger than Jesus, del New Museum de Nueva York y la editorial Phaidon.

Después de eso, la empezaron a llamar ya no sólo de Chile, también de otros lugares. Sus obras han participado de ferias y exposiciones colectivas en Dubai, París, Brasil, México, Buenos Aires, Panamá y Hong Kong. En esta misma ciudad estuvo exponiendo en septiembre de este año, con la muestra individual Puerto del Hambre, en la galería Connoisseur Contemporary.
El trabajo de Margarita es bien minucioso. Tal como hacía con las fotos que se sacaba a los 13 años, cada vez que se le ocurre una idea, la dibuja, hasta que queda contenta con el concepto. Después se empieza a conseguir los elementos para armar la composición, tratando de hacerlo lo más simple posible. Si necesita una mujer con un vestido medio barroco, manda a hacer el vestido en miniatura –muchas veces ayudada por su mamá– y después le pone la cabeza de la modelo en el computador. Y así fotografía todas las cosas por separado, siempre con la misma luz, para después armar esa idea que tiene en la cabeza. “La parte que más me gusta es empezar a probar dónde poner cada cosa, dónde pueden ir y el ir jugando con las escalas”, cuenta.

Ahora, por primera vez, está trabajando sin presiones ni deadlines, preparando una muestra sobre el estrés de la maternidad, basada como siempre en su propia experiencia. “Mis temas son personales, son uterinos. Ahora voy a hacer una serie sobre mujeres y maternidad, con el dar, dar, dar, dar… Es precioso tener un hijo, pero es duro. De mis amigas que tienen hijos, para mí las más top son las que logran reconocer que es difícil”, cuenta.

Este 7 y 8 de diciembre Margarita tendrá una venta con sus compañeros de taller, Germán Tagle, Loreto Carmona y Virginia Guilisasti. De 11:00 a 21:00 horas. Nevería 5025, Las Condes.
www.margaritadittborn.com

 

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