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Las ciudades como ecosistemas de cuidado

La pandemia del COVID-19 no sólo ha modificado espacios domésticos y hábitos, sino también ha agudizado las desigualdades en las ciudades chilenas con el aumento de la pobreza (de un 8,65% en 2017 a un 10,8% en 2020 según la Casen), el crecimiento de las brechas de género (un 22% de las mujeres ha aumentado su carga de cuidados versus un 13% de los hombres, según Movid-19), y el incremento del 74% de familias viviendo en campamentos entre 2019 y 2021 (Techo). A esto se suman los riesgos provocados por el calentamiento global, como crisis hídricas, olas de calor, la disminución de biodiversidad, y el agotamiento de los recursos. Estamos en un punto de inflexión que requiere reimaginar las ciudades como ecosistemas de cuidado que funcionen con un principio de cooperación y responsabilidad entre las personas y con el medio ambiente. 

Para hacer ciudades resilientes, tanto la arquitectura como la planificación urbana deben concebir las ciudades como ecosistemas vivos que se adapten a las nuevas condiciones climáticas a través de la construcción de infraestructura verde. Una referencia son los corredores ecológicos, áreas naturales que conectan y proveen ecosistemas para la habitabilidad de diversas especies, por ejemplo, al impedir que animales sean atropellados al tener que cruzar una carretera, y que al ser ricos en vegetación aseguran la mitigación de eventos climáticos extremos. Algunos casos son el Corredor Ecológico de los Cerros Orientales en Bogotá, que aumenta la conectividad y restaura la biodiversidad, y el parque hídrico La Quebradora en Ciudad de México, que recolecta y redistribuye aguas lluvia con el fin de evitar inundaciones urbanas. En Chile, está el Mapocho 42K, que conecta 11 comunas de Santiago a través de una red verde pedaleable; el Parque Fluvial Renato Poblete, que recupera la ribera del Mapocho, y el Parque Fluvial de Constitución, que funciona como barrera natural ante crecidas del río o en casos de tsunamis. Estos proyectos, además de mitigar los efectos del cambio climático, poseen fines recreativos y dotan de calidad urbana a las ciudades.

Los mismos principios de interdependencia y espacios comunes diseñados para acoger distintas formas de vida pueden aplicarse a la crisis de los cuidados, agudizada a causa de la crisis sanitaria. Según el informe Movid-19, un 42% de las mujeres cuidan de otros/as además de realizar en simultáneo otras labores no remuneradas, como quehaceres domésticos. Otro efecto de la pandemia es la reducción en la tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral a un 45,3% (la más baja desde el 2010) debido al cierre de guarderías, jardines infantiles y colegios, que operan como espacios de cuidado. Pensadoras como Silvia Federici han cuestionado el paradigma del capitalismo basado en el trabajo gratuito que realizan las mujeres para la reproducción de la vida y que posiciona a la familia como núcleo fundamental para el funcionamiento de la sociedad. En este esquema las mujeres asumen desproporcionadamente, sin pago y sin apoyo, la carga de cuidados en la esfera privada. 

Un término ocupado por Federici para repensar la carga de cuidados y las relaciones de interdependencia es el de commons o “espacios comunes”. Los commons son los recursos naturales como el agua, el aire, y la tierra, pero también los espacios públicos, como librerías o parques. Un ejemplo de la colectivización de los recursos son las ollas comunes que mujeres en Chile organizaron en los años 80 para hacer frente a la inflación y que han resurgido en los últimos años como respuesta para asegurar la alimentación. Otra forma de espacios comunes son las guarderías gratuitas o espacios auto gestionados que permiten que padres y madres, independiente de sus ingresos, tengan donde dejar a sus hijos/as para facilitar el acceso al mercado laboral. Un ejemplo es el caso de UFAMA al Sur en Uruguay, en donde un grupo de jefas de hogar afrouruguayas rehabilitó un edificio abandonado mediante un proceso participativo incluyendo espacios de reunión para la comunidad. En Chile, la Municipalidad de Lo Barnechea inauguró en 2020 una iniciativa para promover guarderías a través de la reconversión de recintos educacionales para apoyar la reactivación económica familiar. Estas propuestas muestran que es posible pensar en la colectivización de las labores de cuidado para asegurar el acceso igualitario al mercado laboral de mujeres y hombres.

En el contexto de pensar las bases de una nueva constitución, un tema que debe formar parte del debate es la colectivización de los cuidados a través del favorecimiento de espacios comunes que generen instancias para reforzar nuestros lazos comunitarios y favorecer la integración social y urbana. Si, por un lado, una de las consignas debiese apuntar a pensar ciudades más resilientes frente a la crisis climática, otra debiese ser asegurar el acceso a espacios comunes de cuidado para avanzar hacia ciudades más justas, equitativas y sostenibles.

Foto portada: Dil en Unsplash 

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